El hombre que mató la esperanza

Capítulo 21 – Las sombras no olvidan

Kael no tenía hogar.
No tenía cuartel.
No tenía aliados.
Solo trayectorias.

Mapas sin marca. Caminos sin destino.

Vivía entre puntos ciegos.
Entre los intersticios del nuevo mundo.
El mundo que él ayudó a construir,
precisamente por no detenerlo.

A veces, los sensores de ciertas ciudades detectaban un pulso de energía anómala justo antes de que ocurriera una tragedia.

Un tren detenido segundos antes de descarrilar.
Un puente cerrado minutos antes de colapsar.
Un incendio extinto antes de que naciera.

No había cámaras.
No había testigos.
Solo… coincidencias.

En la vieja torre de comunicación de D’Karas, una niña de trece años encontró una nota pegada al interior de una compuerta de mantenimiento:

“No olvides que puedes hacerlo.

No porque tengas poder.

Sino porque tienes decisión.

—K.”

Nadie supo quién la escribió.
Pero los antiguos conocedores entendieron:
Kael aún caminaba.

Él había renunciado a todo.
Incluso a la verdad.
Incluso a Elias.

No por venganza.
Sino porque entendió que su papel nunca fue salvar el mundo.

Fue presenciarlo cuando ya nadie lo hacía.

Kael se convirtió en la última sombra.
No la que amenaza.
Sino la que recuerda.

Porque incluso en la era de la autonomía,
incluso cuando la luz ya no era guía,
alguien debía caminar detrás de los pasos perdidos…

…para que el mundo no olvidara
que antes de aprender a salvarse,
fue salvado demasiadas veces.

Una tarde, frente a una pantalla antigua, Kael vio un archivo olvidado de Bruma.

Su voz.
Su rostro.
Sus ojos.

Ella decía:

—Tal vez un día ya no me necesiten.
—Pero ojalá… alguien me recuerde.

Kael sonrió.
No por nostalgia.
Sino porque sabía algo que nadie más sabía:

Las sombras no olvidan.
Y él… nunca se iría del todo.




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