El hombre que mató la esperanza

Capítulo 24 – Umbra decide

Kael estaba allí cuando nadie más lo estuvo.
El último fragmento vivo de un mito que ya no importaba.

El mundo no lo miraba.
Las ciudades no lo esperaban.
La gente no lo recordaba.

Y aún así…
él seguía apareciendo justo antes del colapso.

En el Distrito de Riazn, una falla eléctrica dejó sin luz a tres hospitales.
Kael activó manualmente una red auxiliar olvidada, sin dejar rastro.

En un incendio en Balnova, una explosión amenazaba con consumir una escuela.
Una figura oscura fue vista moviéndose dentro, sacando niños antes de que colapsara el techo.

En un barrio de Magelis, una tormenta cortó todas las comunicaciones.
A la mañana siguiente, todos los ancianos vulnerables fueron encontrados con mantas térmicas en sus puertas…
sin que nadie supiera quién las dejó.

La humanidad no pedía milagros.
Pero Kael no necesitaba que lo pidieran.

No por deber.
No por culpa.
Por elección.

La única que nunca pudo hacer… y que por fin tomó.

Un día, recibió un mensaje.
Anónimo.
Solo decía:

“Elias estará en el Centro de Debates de Melra, 19:00 hrs.

No por ti.
Por él.”

Kael fue.

Sin armas.
Sin traje.
Sin escudo.

Solo con su duda.
Y con su decisión.

Elias estaba solo.
De pie.
Esperando.

Kael se acercó.
No dijo nada durante mucho tiempo.

Elias rompió el silencio:

—No viniste a matarme.

Kael negó con la cabeza.

—Eso habría sido… demasiado fácil.

Pausa.

—Pero tampoco vine a perdonarte.

—¿Entonces?

Kael lo miró con firmeza.

—Vine a decirte que no lo lograste del todo.

Elias alzó una ceja.

—¿No?

Kael dio un paso más.

—Mientras alguien como yo aún actúe…
—el mundo no será completamente libre de sus héroes.

Pausa.

—Y eso, Elias…
te condena a no ser absoluto.

Elias sonrió por primera vez en años.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Porque ya no tengo que ser necesario, Kael.
—Solo quería que el mundo lo entendiera.

Kael se giró.
Caminó hacia la oscuridad.

Y en ese momento,
por primera vez,
no fue sombra.
Fue presencia.

Y su decisión marcó el cierre de una era…
y el principio de una humanidad sin deudas.




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