La muerte estaba a metros de ella, tomando una cerveza con el amor de su vida; ese ángel de cara simétricamente prefecta, ojos de un azul profundo como el océano, cabello castaño como la corteza de un árbol y sonrisa radiante capas de derretir el mismísimo polo sur.
Ese ángel lo era todo para ella y para el pequeño fruto del amor, su hijo. El hijo de los dos, mitad ángel mitad humano.
Él aun no lo sabía, ella no podía decírselo... o no la dejaban. Ellos eran muy persistentes con eso de mantenerla callada a toda costa, hasta llegaron a drogarla para mantenerla alejada de la realidad que la separaba de su ángel y el fruto de su amor.
Esa mujer obsesionada se acercó hacia él con la intención de hablarle, pero ellos predijeron sus movimientos y lograron interponerse entre los amantes a tiempo. Dos de los intrusos le agarraron impidiendo así su recuentro con el ángel, que estaba a tan solo unos metros de ella, mirándola a los lejos con su cara llena de preocupación. Sus miradas se cruzaron, el dolor albergaba en ellos.
Ella quiso gritarle que lo amaba, pero cuando abrió la boca apareció su hermoso hijo. Su pequeño retoño de primavera se interpuso entre sus miradas y le coloco una pastilla en la boca obligándola a tragar. O tragaba la pastilla o se ahogaba debido al agua que era inducida a la fuerza, así se hacían las cosas en ese lugar.
Ella fue escoltada hacia una puerta, y el ángel siguió conversando con otro enfermero del hospital mientras miraban al paciente F8 ser conducida hacia la sala de terapia del Dr. Foster.
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