El huésped interno

Capítulo 1

Eloy contaba con una infancia feliz, un núcleo familiar envidiable y un montón de amigos que había hecho en su colegio y en la prestigiosa urbanización en la que vivían. Con la que contaban con todos los servicios necesarios a su alrededor para hacer una vida cómoda.

Ahora, a sus 16 años, no podía decir lo mismo. Es un adolescente de estatura medía, su complexión es normal tirando a delgado, heredó el color de pelo azabache de su madre y los ojos oscuros de su padre, aunque los de él en ocasiones tiene una mirada siniestra.

Actualmente vive con su madre a las afueras de la ciudad, en una pequeña urbanización tranquila, bastante menos privilegiada que la anterior. Cuenta con un par de cafeterías, una librería de barrio, un pequeño supermercado, un parque al que Eloy le gusta ir y una fábrica abandonada al final de la calle. Su casa, aunque es de las más modestas de la calle, cuenta con dos pisos y un precioso jardín en la entrada de la vivienda. Este cambio tan brusco se debió al accidente, donde todo cambio en un segundo. Donde les tocó comenzar una nueva vida. La madre de Eloy – Natalie – es una mujer normal, de estatura más bien pequeña y el pelo color azabache, cuando su marido vivía podía permitirse quedarse en casa cuidando de su hijo, pero desde su ausencia se vio en la obligación de buscar trabajo. Actualmente tiene un puesto fijo en un hospital como limpiadora, lo que le supone tener horarios rotativos.

Cuando solo tenía siete años su padre falleció en un trágico accidente, donde su madre y él resultaron heridos de gravedad, pero gracias a la rápida intervención de los sanitarios consiguieron salvarse la vida. El padre, por el contrario, falleció en el acto y no se pudo hacer nada por él.

Todo esta situación le provoco a Eloy un cambio en su comportamiento, se volvió más agresivo con el mundo, le costaba mucho relacionarse con la gente. El niño dicharachero, feliz y social que era entonces desapareció. Por lo que su madre decidió que era buena idea mudarse a las afueras de ciudad, pensaba que así Eloy superaría lo mejor posible la pérdida de su padre, realizando un cambio de aires, ofreciéndole un intento de una nueva vida.

Pero no podía estar más equivocada. La realidad que vivía hoy en día no es la que se imaginó al hacer un cambio completo en sus vidas tras el accidente. Esto provoco en el chico una retracción social, hasta tal punto que no quería hacer ni vida familiar. Solo se juntaba con su madre en las horas de las comidas, más por obligación que por qué él quisiera.

Cuando se mudaron a la nueva urbanización donde viven actualmente, el comportamiento de Eloy no cambio, al contrarío le provoco una situación de estrés donde se le desarrolló una pequeña manía. No soporta el silencio. Natalie pensó, que cuando fuese pasando el tiempo todo esto pasaría, y volverían a ser la familia que era antes. Por lo menos intentarlo.

Eloy fue creciendo y el comportamiento no cambiaba. Solo hacia vida familiar con su hijo en los horarios de las comida, y porque así, lo había impuesto su madre. Ella se resignó y aprendió a vivir sin su marido y con un hijo que se pasada todo el día encerrado en su habitación.

A día de hoy, Natalie vive algo más tranquila, su hijo está cursando el último curso de instituto y no tiene quejas, está sacando buenas notas. Pero sigue preocupada por la escasa capacidad de Eloy para poder hacer amigos.

Es un lunes como otro cualquiera, Eloy se levanta de la cama cuando le suena la alarma del despertador. Otro día mas que tiene que ir a clase. Baja las escaleras hasta la cocina donde su madre está sentada en la mesa circular que ocupa el centro de la estancia, tomándose un café. Coge dos rebanas de pan para prepararse unas tostadas mientras se calienta la leche en el microondas, una vez que tiene todo listo, se sienta en la mesa y se come todo deprisa.

Una vez preparado y con la mochila lista, siempre se cerciora de que lleva los auriculares para ir escuchando música por el camino, se despide de su madre con la mano y desaparece por la puerta, donde le está esperando un compañero de su clase, Víctor, que vive en la misma calle, y desde que empezaron el instituto cogen el autobús juntos por petición de las madres.
El camino lo hacen en silencio como todas y cada una de las mañanas que se dirigen al instituto para comenzar un nuevo día lectivo. El ir acompañado no es que sea la mayor ilusión de Eloy, pero la presencia de Víctor no le incomoda ya que en cierto modo, los dos se parecen y son bastantes solitarios. La apariencia de Víctor es muy parecida a la de Eloy, complexión delgada, pero con el pelo color castaño y utiliza gafas.

El día transcurre lento y aburrido, cuando llega la última hora les toca la clase de química. Con el profesor Mateo, un hombre al que Eloy le echa una edad de unos cuarenta y cinco años por las entradas que aparecen en la zona de las sienes y contrastan con el color moreno de su pelo. Es de estatura alta y siempre viste arreglado con camisa y pantalones de vestir.

Ya cansados de todas las clases de la mañana, la clase está sumida en un profundo silencio mientras que el profesor está escribiendo en la pizarra unas fórmulas que ha mandado como deberes.
Eloy tamborilea con el bolígrafo sobre la mesa, solo para llenar el vacío y así romper el silencio que tanto le incomoda.
Pero en ese silencio de fondo había algo distinto, como si el aire hubiera espesado.

Mientras estaba apuntando lo que el profesor escribía en la pizarra, y a su vez, contando los pocos minutos que quedaban para el final de la clase, un murmullo cruzo su mente. Se quedó parado durante un segundo escuchando de donde había llegado aquella voz. No volvió a escuchar nada y creyó que era fruto de su imaginación o algún compañero de la última fila.
Pero el murmullo tenía forma…

- Eloy…

En ese momento, cuando escucha perfectamente su nombre, el bolígrafo se le cae de las manos, consigue cogerlo antes de que acabe en el suelo. Mira con rapidez a todos lados buscando el origen de la voz. Su corazón le golpeó fuerte, provocándole un pequeño dolor en el pecho. Poco a poco la sensación de miedo le va ganando terreno en su cuerpo, pero al ver que todos sus compañeros siguen igual de distraídos, se dice a si mismo que era el cansancio y nada más.




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