Una silueta apareció en la abertura del túnel. La luz de la tarde se filtró tenuemente, revelando la figura de la joven. Sus ojos aguamarina, que Arthur había encontrado tan cautivadores, ahora brillaban con una luz propia en la penumbra de la cabaña.
No había sorpresa en su rostro. Solo una expresión de... conocimiento. Y una extraña y fría satisfacción.
Ella descendió por el túnel con una familiaridad inquietante, como si ese lugar fuera su propio hogar. Sus pies se movieron con una ligereza que evitaba el contacto con las raíces devoradoras. Se acercó a Arthur, quien yacía inmovilizado, su vida drenándose lentamente.
La criatura de raíces, la "raíz carnosa", se encogió ligeramente ante su presencia, como una mascota que reconoce a su amo.
Arthur intentó hablar, pero solo un gemido lastimero salió de su garganta. El asesino temido, el artista de la muerte, se había convertido en una figura patética, vulnerable, en el lecho de su propia víctima.
La joven se arrodilló junto a él, su rostro a pocos centímetros del suyo. Su aliento era dulce y fresco, a hierbas.
—Arthur Penhaligon —dijo ella, y el sonido de su voz era como el susurro del viento entre los árboles, pero cargado de una autoridad ancestral—. Ese no es tu verdadero nombre. Pero, ¿importa? Aquí, solo eres un alimento.
Arthur la miró con horror. ¿Ella sabía su nombre? ¿Sabía quién era? ¿Y por qué no había gritado?
—No te sorprendas —continuó ella, sus ojos brillando con una sabiduría antigua—. Oakhaven es un lugar especial. Esta cabaña... no es solo una cabaña. Es el centro.
Ella hizo un gesto con la mano hacia la criatura de raíces.
—Esto que ves, esta criatura... es la verdadera "guardiana" de Oakhaven. Es antigua. Tan antigua como los árboles, como la tierra misma. Se alimenta de la maldad. La maldad se ha convertido en su sustento.
Arthur intentó negarlo, intentar defenderse, pero la parálisis se lo impedía. Las raíces que lo penetraban se retorcían un poco más, absorbiéndolo.
—Tus víctimas, "El Silencioso" —dijo ella, y Arthur se encogió ante el apodo que odiaba—. Eran personas inocentes. No tenían el alimento que busca la Guardiana. Pero tú... tú eres diferente.
Ella lo miró, y en sus ojos aguamarina no había piedad.
—Llevas más de diez años cultivando tu maldad. Cada asesinato, cada planificación, cada disfraz, cada gota de placer que sentías al tomar una vida... Lo has concentrado todo dentro de ti. Eres un pozo de oscuridad.
Una sonrisa lenta y terrible apareció en el rostro de la joven. No era una sonrisa cruel, sino una de profunda satisfacción, casi de cosecha.
—Llevaba meses observándote. No para que no me atraparas, no. Sino para saber cuándo estabas maduro. Cuándo tu maldad sería lo suficientemente densa, lo suficientemente pura, lo suficientemente sabrosa para la Guardiana.
Arthur sintió un escalofrío de un horror que trascendía el dolor físico. Él, el depredador, era la presa. Su propia esencia oscura era el cebo.
—Esta cabaña y su guardiana... han estado esperando. Oakhaven atrae a los corazones más oscuros, a los que creen que pueden actuar impunemente. Pero no es el lugar quien los juzga, sino la tierra misma.
La joven se puso de pie. La Guardiana de raíces emitió un murmullo profundo, un sonido de pura satisfacción. Las raíces se apretaron más alrededor de Arthur, y él sintió el vacío crecer en su interior. Ya no era un dolor, sino una disolución.
—Y tú —dijo la joven, su voz ahora era la voz del bosque, fría y justa—, con diez años de crímenes, con una vida entera dedicada al mal... eras la comida perfecta que la Guardiana buscaba.
La visión de Arthur se oscureció. Las raíces lo cubrieron por completo, borrando la luz, el sonido, la conciencia. Su maldad, su arte, su vida, se convirtieron en el sustento de la criatura.
La joven se giró y caminó de regreso por el túnel, dejando atrás la cámara. La cabaña, que el asesino había visto como un lugar para su crimen, ahora era la tumba de su propia maldad.
Y cuando el sol de Oakhaven se alzó sobre el bosque, la cabaña se veía tan tranquila como siempre. La ventana trasera, que ella siempre dejaba ligeramente abierta, seguía así, invitando a la brisa. Y tal vez, algún día, a un nuevo huésped silencioso.
FIN
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Editado: 26.10.2025