—¿Cómo te sientes?
Evangélica Escalante considera la pregunta un momento y se lleva las manos ensangrentadas a la cara. Podía ver tanta información a la vez que era abrumador. Dentro de las manchas rojas de sus dedos, puede ver el plasma alterado del Inquisidor Vicente. En lo más profundo de su propio cuerpo, logra ver la corriente de nano bots corriendo por sus venas, millones y millones más que antes. Observa los cambios que Lucí había hecho en su cuerpo. Su esqueleto había sido reforzado, su tejido muscular era más grueso y cuatro veces más denso que antes, y su piel... no era piel. Parecía lo suficientemente humano, pero no lo era. Ya no. Lucí estaba dentro de suyo, no solo en su mente, sino en cada célula.
—¿Cómo te sientes Eva? —Lucí repite la pregunta.
—Pesado —responde Eva, pasando por encima del cadáver del Inquisidor—¿Dónde está Rafael?
—Tercer piso. Él está herido, Mar lo llevó a un cuarto de servicio. Tenemos que llegar a ellos. Ahora.
Gracias a Lucí, Eva puede ver los planos de todo Inquisición. Estaba en el segundo piso, justo cerca de una escalera que podría llevarlos a Rafael y los demás. Eva podía sentir a Rafael, Mar y Verónica, por encima de ellos. Lucí estaba conectado con todos los Pecadores, no tan profundamente como con Sam, pero podía ver los patrones que emitían sus nano bots y reconocía a cada uno como propio, suyo para proteger. El santuario de la Inquisición estaba en el sexto piso. Ahí tenía que ser donde encontrarían a David.
Se queda mirando unos segundos hacia una puerta hexagonal en la parte trasera de la habitación y después camina hacia ella. Pero la misma permanece cerrada.
—Tendremos que usar una anulación manual —Eva dice, antes de echar su brazo derecho hacia atrás.
Golpea su puño contra la puerta, dejando una abolladura. Luego golpea el centro de la puerta una y otra vez hasta que el sello en la parte inferior se abre, solo una pulgada. Eso era todo lo que ella necesitaba. Se agacha, agarró el panel de la puerta y lo obliga a levantarse, un pie a la vez. Se arruga bajo la presión, como si estuviera hecho de aluminio, en vez de titanio de dos pulgadas de espesor. Cuando hubo suficiente espacio para él, camina y se dirige a las escaleras.
...
Había Inquisidores, quienes al parecer estaban custodiando la entrada al segundo piso. Ambos corrieron hacia Eva cuando termina de subir las amplias escaleras blancas. El más alto de la derecha se detuvo a unos seis metros y le dispara con su rifle láser. El disparo apenas le hace cosquillas, haciendo sonreír con demencia a Eva, mientras camina hacia los guardias, quienes continuaron disparando llenos de miedo. El de la derecha trata de ser innovador e intentó golpear a Eva con la culata de su rifle, pero falla miserablemente cuando Eva se mueve detrás del guardia de la izquierda más rápido de lo que cualquiera de ellos pudo ver y sujeta el cuello del hombre más bajo.
Eva aprieta lo suficiente para que el hombre perdiera el conocimiento, pero cuando el guardia cayó al suelo, su cuello estaba roto.
—No quería matarlo —dice Eva muy sorprendida por lo drásticamente que había subestimado la presión que había puesto en la garganta del hombre.
El guardia más alto miró de su compañero caído, completamente aterrorizado. Se da la vuelta y huye escaleras arriba, tomándolos de dos en dos. Si llega al salón, pedirá más refuerzos. No podía arriesgar la vida de sus compañeros.
Eva siente que su brazo derecho se mueve y se da cuenta de que Lucí había tomado el control. Algo en la parte posterior de su cabeza hizo clic, y luego una avalancha de nano bots corre por sus venas, recogiéndose en las yemas de sus dedos. Había tantos que Eva jura que podía ver su mano brillando con su luz. El aire frente a él cruje y el guardia que intentaba escapar car de rodillas, agarrándose violentamente.
Eva lo mira con curiosidad y pregunta—¿Qué le hiciste?
—Los seres humanos son en su mayoría agua. Envía electricidad a algunos puntos clave que no están equipados para manejarla y no reaccionan muy bien.
Mientras los nano-robots descendían por su brazo, Eva se pregunta con qué frecuencia Lucí tomaría el control sin previo aviso. No quería ser solamente una observadora, atrapada en su propio cuerpo.
Eva sigue subiendo las escaleras y encuentra las firmas de energía de los nano bots a unas pocas docenas de pies de distancia, y segundos después estaba junto a la puerta del cuarto de servicio.
La puerta se abre—Madre... —dice Mar con un brillo especial en sus ojos, dando un paso atrás para que pudiese entrar.
También inclina la cabeza respetuosamente y Eva trata de sonreírle, preguntándose si todos los Pecadores solo lo reconocerían como Lucí de ahora en adelante.
—Eva —le llama Rafael.
Él estaba acostada en el suelo, sus labios se veían casi grises y su piel estaba demasiado pálida, un marcado contraste con la sangre roja brillante que cubría su costado y la totalidad de su pierna derecha. Eva se acerca y envuelve sus dedos alrededor de su mano tan suavemente como pudo.
—¿Qué le ocurrió? —Eva le pregunta a Mar.
—Un Inquisidor le cortó con su espada. Sus espadas desactivan a los nano bots, al igual que los Verdugos, pero con un golpe bien colocado, algunos de ellos pueden apagarse para siempre.
Se acerca al hombre moribundo y lo besa. Procurando transmitir sus pensamientos.
—Todo estará bien, Rafael —le dice mentalmente, disfrutando de su beso, mientras Lucí toma el control.
Mientras que por su parte, solo disfruta de los dulces labios de Rafael Duarte. Cuya mente y alma se le abren para permitir su ingreso. Se sentía como si estuviesen haciendo el amor, por cada célula de sus cuerpos.
Es Lucí quien los separa una vez termina de sanar las heridas del hombre. Eva observa como los ojos de Rafael se agrandan cuando sus nano bots volvieron a funcionar. Sus ojos se iluminaron con un blanco brillante y luego se desvanecieron de nuevo a marrón oscuro cuando los nano bots fluyeron de regreso a sus venas.
Editado: 16.07.2023