El humano del mañana del ayer

Capitulo final

La Inquisición habían prohibido los dispositivos voladores de cualquier tipo hace una década.  "El cielo es solo para los servidores de la fe",

Por lo que cuando Eva abre los ojos y contempla el mundo se precipitaba hacia él, se sintió eufórico por solo una fracción de segundo. Entonces se percata de que no estaba volando, estaba cayendo hacia abajo y estaba aterrorizado. En el fondo de su mente, escucha a Lucí reír.

—No tengas miedo.

A pesar de las garantías del Lucí, Eva cierra los ojos con fuerza justo antes del impacto y levanta los brazos frente suyo, tratando de proteger su rostro, como si eso hiciera alguna diferencia. Caer desde 300 pies no se sentiría bien.

Pero entonces no hay dolor, no ella estaba esperado. Parpadea una, dos veces para asegurarse de que lo que estaba viendo era real y no una extraña distorsión de los sensores de su corteza visual. Desde que Lucí se había unido a ella, se sentía... mejor. Ya no tenía que activar ninguno de los nano bots. Siempre estaban encendidos, cambiando y creciendo constantemente, adaptándose. Eran parte de él, al igual que Lucí.

El polvo que se elevaba a su alrededor comienza a llover lentamente.  (fibra de vidrio, asfalto, grava y diminutos filamentos de silicona de las redes de monitores que los Ángeles habían instalado por toda la Ciudad). Eva levanta el puño, estira los dedos y los flexionó experimentalmente. Había hecho una abolladura bastante significativa en el suelo, pero se puso de pie fácilmente. No parecía que le faltara ninguna extremidad, no estaba sangrando. No había un rasguño en él.

Ningún daño interno a nuestro cuerpo. Menos del 0,002 % de daño externo. Sam abrió la boca para decir algo, pero se distrae cuando se percata de dónde se encontraba.

La enorme plaza de la Inquisición donde los verdaderos seguidores y creyentes podían esperar pacientemente a ser reclutados para servir a la Inquisición o morir de hambre, para reducir la sobrepoblación. Pero también con el fin de hacer sentirse superior a los elegidos por Miguel para formar parte de la Inquisición.

—Esta es... la plaza de la Inquisición.

—Sí, saltamos por la ventana trasera de la Inquisición. ¿Ocurre algo?

—Aquí es donde el vino —dice Eva, mirando el centro de la plaza, donde el sigilo de Miguel estaba incrustado en el suelo, brillando débilmente—. Aquí es donde… lo mi padre vino a morir de hambre con la esperanza de convertirse en Inquisidor...

—Usa tu dolor en contra del enemigo. Rafael y Mar, están esperando nuestra orden para transmitir nuestro mensaje.

—Lo haré, que empiece el show.

...

La mejor manera de que los Inquisidores vinieran aquí, en vez de cumplir con su misión era pegarles directo en el orgullo. Así que usando la señal de la Inquisición para mostrar ante todo el mundo su burla hacia los guerreros de Dios, fue de ciertamente satisfactorio para Lucí. La primera burla fue arrojar los cuerpos decapitados de todos los Inquisidores asesinados, desde el sexto piso del templo de la Inquisición. Después fue juntar los cuerpos y empala cada uno al revés, al rededor del sigilo de Miguel.

Eva solo pudo mirar con horror y éxtasis, los cuerpos clavados en palos de madera, los cuales ingresaban por la carne expuesta y salían por sus respectivas zonas erógenas, sobre las cuales sus cabezas también fueron insertadas. Pero la cereza del pastel, por parte de Lucí, fue el mensaje escrito con sangre y dirigido a Miguel.

HOLA, MIGUELITO, TE ESCRIBO PARA RETARTE A UNA PELEA. PERO APURATE O VOY A CUBRIR TU PRECIADO TEMPLO CON LA MIERDA QUE TUS INQUISIDORES DEJARON ANTES DE TERMINAR ASÍ COMO LOS PUEDES VER.

—Poético, ¿no te parece?

—Yo no… —Eva pierde el hilo de sus pensamientos cuando observa algo enorme y negro moviéndose en la distancia. El sol se reflejaba en el metal pulido, cuando el Verdugo se empieza a acercar más y más.

—Miguel y David... — sabía que David estaba al mando del Verdugo. No solo porque podía sentir la firma de calor de su hermano dentro del marco gigante, sino porque el propio Verdugo le recordaba a los dibujos, que solía hacerle en cada una de sus citas.

Cuando el Verdugo de Miguel se gira hacia ella. Le es fácil recordar a su exmarido, sentado al volante de un auto monstruo, sonriendo como un lunático. Eva se pregunta si David estaría sonriendo ahora. Pero de todas formas, corre más y más rápido, hasta que estuvo a menos de una cuadra del Verdugo. Levanta la vista hacia su marco de 200 pies lentamente, tratando de registrar todo lo que podía ver y todo lo que no.

—Este no es el diseño de Michael. David Sábato ha rehecho su Verdugo. Exterior de aleación de titanio y tungsteno. Interfaz neural de microfilamento de silicio. El piloto está ubicado en la cabeza, no en el torso. Pero más importante aún, puedo predecir todos sus movimientos

—¿Qué quieres decir? —pregunta Sam, caminando unos pasos más cerca.

El Verdugo estaba de espaldas a él. Sabía que él estaba allí y él también debía saberlo.

—Que esta batalla va a terminar más rápido de lo que creí... ¡Mierda! —grita Lucí en su cabeza y Eva no entiende.

El Verdugo se arrodilla y echa el brazo hacia atrás, mientras la luz parpadeaba en su puño donde estaba reuniendo un pulso de energía. Le apunta justo sobre el centro de su pecho. Más inquisidores habían llegado y... no estaban solos. Eva podía ver sus firmas de energía muy por debajo.

Traían varios de los hijos de Lucí con ellos. Era obvio cuál era su plan. Sin más opción, se pone de rodillas y alza los brazos.

La cabeza del Verdugo se inclina hacia Sam y lo miró fijamente con dos grandes ojos circulares, negros y vacíos.

—¿Él puede matarnos? —el miedo de Sam resurge y no puede evitar pensar en Rafael.

—No ahora... Pero si nos captura encontrara la forma y nada de esto habrá valido la pena. Ellos morirán de todas formas. Sabes cuál es el mejor camino.

—Miguel —dice Eva en un tono parecido al de Lucí, mientras el Verdugo bajaba aún más la cabeza, hasta que estuvo a menos de tres metros —. Si dejas ir a mis hijos, no voy a matar a ti o tus Inquisidores e incluso voy a permitir que se vayan.




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