El Humo Deja Rastro

I. LA SOCIEDAD DE NORFOLK

Este planeta, Norfolk, es tan normal como cualquier otro. Niños pasando rato en familia, animales corriendo por el bosque, jóvenes jugando entre ellos, otros quedándose en casa para más comodidad, gente dibujando paredes locales como manifestación... ¿Qué manifestación? Una contra aquellos poderosos, una para que todo aquel que esté relacionado con lo antinatural sea exterminado.

En este lugar existe la magia, pero no una de cuentos de hada, sino una oscura, capaz de asesinar dejando solo un pequeño rastro de humo el cual se llama Éder, una magia tanto aterradora como fantástica para quien logre presenciar y vivir a tal atrocidad. Por otra parte, los Suforys, los cuales no tienen ninguna cualidad mágica, hasta que presencian algún trauma relacionado con la familia, ojalá esa fatalidad no le ocurriera a ningún ser vivo, pero por desgracia muchos hijos criados en un ambiente horrible acaban sufriendo las consecuencias de convertirse en Nubarys.

Ambas razas deben tener una mínima tolerancia para no estallar en guerra, un acuerdo escrito en un pergamino antiguo, el cual dice: "Los Suforys y los Nubarys por más que el desprecio sea mutuo deberán permanecer en paz durante la eternidad, si hay algún conflicto no se llevará a cabo una guerra, a menos que sea completamente necesario para ambas razas". Dicho acuerdo se hizo hace miles de años por el Sufory; Brad Vidson, Un rey que anhelaba la paz, y, sorprendentemente, dicho acuerdo sigue en pie a día de hoy.

Pero eso no quita el hecho de que en todas las especies siempre hay alguien que rompe las normas, por eso se generaban duelos, los cuales eran respetuosos hasta cierto punto, el que le quitase el arma de un solo disparo al rival gana lo que se apostó anteriormente. Pero otros no son respetuosos ni con los duelos, hay quienes no quieren un respeto mutuo, sino sangre, mucha sangre...

Cada persona es importante, pero es preferible fijarse en un niño en particular llamado Rune, un pequeño ojiverde de pelo oscuro que no tiene nada de especial, solo es un Sufory más. Así que ahí estaba, en una casa a las afueras del pueblo de Everton, apenas despierto para levantar a toda su familia con alegría. Fue al cuarto de sus padres en la segunda planta, en donde lleva días sin estar su padre, con esperanzas de que estuviera este día, pero no, solo está su madre.

-¡Mamá! - Gritó el ojiverde mientras saltaba en la cama - ¡Mamá despierta! ¡Es hoy!

La madre somnolienta despertó con una ligera queja en murmullos mientras trataba de incorporarse en la cama. - Rune, ¿Qué te dije sobre saltar en la cama? - Habló con voz severa.

Al ojiverde poco le importó el regaño de su madre, aunque le desanimó que eso fuera lo primero que le dice su madre al despertar - Pero mamá, hoy es...

- Tu cumpleaños, Rune, lo sé perfectamente... - Interrumpió su madre con desinterés - Pero sabes muy bien que está prohibido saltar en la cama, sobre todo en la de mamá y papá. - Le recordó la norma sin sentido de la casa, o así lo veía la mente infantil del menor.

El ojiverde bajó de la cama con la anterior emoción por los suelos. Le dedicó una mirada de frustración a su madre y se fue de la habitación a por el resto de la familia. Se quedó en la segunda planta para despertar a su hermano Sylas quien despertó gracias a los gritos y golpes que Rune le dio a su puerta. Luego fue a por su hermana Aurora en la tercera planta, misma en la que está su habitación, despertando de la misma manera que su anterior hermano.

La familia Lekko bajó a la cocina donde yacía la madre de los tres hermanos sacando de la nevera una tarta de un solo piso repleta de chocolate, la cual preparó anoche para este gran día. Le colocó las velas y la llevó hasta la mesa del comedor.

- Feliz cumpleaños, Rune - Habló su madre, esta vez con una sonrisa genuina mientras enciende las velas.

-Felicidades - Aurora le dio un beso en la frente a su hermano menor con una bella sonrisa.

-Si, si, feliz cumpleaños y eso... ¿Ya puedo volver a dormir? - comentó el último miembro de la familia que faltaba por hablar, acompañado de un largo bostezo.

Rune ignoró por completo ese comentario de su hermano, era típico del mayor. Rune se giró a ver la tarta, sin querer soplar aún. - ¿Podemos esperar a papá? - Preguntó el pequeño tras mirar a su madre con absoluta inocencia.

- No, sabes que está demasiado ocupado para vernos - Respondió con calma, aunque se logró percibir un leve tono de molestia por las veces incontables que el menor preguntaba lo mismo cada vez que tenía oportunidad. - Sopla las velas, hijo, papá te traerá un regalo cuando vuelva.

El niño resentido se vio obligado a asentir y obedecer, soplando la vela con el número siete, se dice por ahí que es el número de la suerte, por el bien de Rune, esperemos que ese mito sea real. Al momento de soplar pidió un deseo mentalmente "Deseo que los Suforys y los Nubarys convivan".

En estas horas de la mañana los tres hermanos estuvieron jugando al escondite en el bosque cerca de la casa como de costumbre. Esta vez le tocó contar a Aurora, dando unos segundos a sus hermanos para adentrarse en el bosque y esconderse.

Mientras Rune pasa por los árboles logra distinguir una forma humanoide cerca de una trampa para osos, más bien, dentro de una trampa para osos, quien obviamente lo pasa fatal por el desgarro de los colmillos de la trampa en su pierna. El ojiverde se escondió detrás de un árbol, vigilando al hombre tratando de zafarse de la trampa.

Quiere ayudar, y tanto que sí, pero sus padres siempre repetían que no se acerque a los desconocidos, sobre todo porque no se puede distinguir a un Sufory de un Nubarys, pero ahí lo vio, ahí logró distinguir las razas en primer plano. El hombre atrapado hizo que su pierna se hiciera humo y volviera a aparecer justo al lado, tenía mucha sangre, pero, al menos no perdió la pierna, en ese preciso momento quedó fascinado con la magia de los Nubarys.



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En el texto hay: drama, aventura, poderes

Editado: 14.12.2025

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