El Idiota Del Que Me EnamorÉ

BORRACHERA

 

AISHA ROBINSON

BERLÍN, ALEMANIA

ALGUIEN ME CUIDA

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Está noche decidí salir con mi mejor amigo, pero la verdad es que he debido decir que no, ahora estoy aquí con la cabeza dándome vueltas y prometo que no volveré a tomar ni una sola de alcohol en lo que queda del resto de mi vida. Las personas a mi alrededor parecen una mancha borrosa y solo sé que soy arrastrada por alguien fuera a no sé donde. 

— Joder, no puedo creer que justamente hoy decidiste emborracharte — reclaman — Te llamaré a un taxi, estás que no puedes con tu vida — niego con la cabeza. No quiero que llame a nadie, yo estoy perfectamente bien, solo estoy un poco mareada. 

— P-puedo caminar sola — digo. 

— ¡Callate! — ahora me regañan y siento que el estómago se me revuelve — Y ni se te ocurra vomitar aquí — escucho la voz de una chica — Te golpearé si ensucias mis zapatos Aisha — asiento desorientada y busco un lugar para sentarme. 

No aguanto las piernas, estoy verdaderamente cansada, el vestido se me pega cada vez más al cuerpo y siento que me quedaré dormida en cualquier momento. Si cierro los ojos siento que los pies se me elevan y la cabeza me da vueltas cómo si estuviera subida a una atracción mecánica. Pongo las manos sobre mi estómago evitando una tragedia. 

Nuevamente soy movida, pero ahora percibo una fragancia que creo reconocer. Lo que sería imposible y me diría lo muy ebria que debo estar para creer que esa persona esté aquí. Ahora mismo debe andar disfrutando de su soledad en compañía de alguna mujer. El jamás vendría por mí.

— ¿A dónde me llevan? — balbuceo. 

— Te llevarán a tu casa — dice mi amigo — Así que no hagas un desastre, compórtate. 

Quiero preguntar a que se refiere, pero estoy metida a un auto y escucho la puerta cerrarse. La niebla en mis ojos producto del alcohol, no me permite saber con claridad quién me está llevando, porqué ese olor sigue impregnado en mis fosas nasales y parece que ahora pienso en personas que no debo. Escucho el motor rugir y el auto se pone en marcha.

— No tiene que llevarme señor — le digo al taxista — Mi amigo es un idiota — de nuevo el estómago parece protestar y el aire acondicionado del auto no me ayuda. 

El movimiento, el alcohol en mi cuerpo, las náuseas y que el estupido señor del taxi no diga nada, sumado a esa fragancia, me hacen querer decirle al sujeto que pare, que se detenga, pero si abro la boca seguramente… 

De pronto, allí estoy yo, expulsando absolutamente todo lo que se me ocurrió beber está noche. No es culpa mía, todo ha sido culpa de mi amigo que me subió aquí sabiendo que esto podría pasar. La persona da un frenazo y ahora creo que me dejará botada en alguna parte, llena de vómito y con resaca. 

— Señor, lamento que… — otra oleada de calor sube desde mi estomago hasta mi garganta haciendo imposible que otra arcada interrumpa mis palabras. 

— ¡Juro que voy a asesinarte! — me gritan, pero estos retortijones no son por una arcada, son por aquella voz que reconozco muy bien y quién imaginó sea la última persona que quiera ver en este momento. 

— ¿K-káiser? — titubeo, con la esperanza que el taxista me diga que estoy delirando. 

El silencio me reconforta por un momento que no sea él, estoy equivocada y ebria. No he subido a su auto, y mucho menos lo he ensuciado, de ser así, seguramente me mataría. 

— No, tonta — suelta con ironía — Soy el jodido hombre que va a llevarte a un matadero y dejará tú cuerpo tirado en medio de la calle — suena furioso y definitivamente parece mucho la voz de… — ¡Acabas de vomitar mi auto, Aisha!

Mis ojos se abren de golpe ya que ahora mismo debería estar muerta de miedo, pero sucede lo contrario, parece que el alcohol en mi sistema me hace soltar una carcajada con solo imaginar la cara que debe estar poniendo ahora mismo mi amigo. Si hay algo que este ser no puede tolerar, es que le ensucien su preciado y bonita carro y ahora vengo yo, con quién parece no se lleva muy bien últimamente a ensuciarlo y no solo eso, se lo he manchado de vómito. 

— ¡¿Ahora te atreves a reírte mujer del diablo?! — asiento y me sigo carcajeando. Me duele el estomago y creo que volveré a tener arcadas, pero intento calmarlo con respiraciones. 

No dice nada, y ahora la risa pasa a ser una sepulcral seriedad ya que seguramente está noche dejará mi cadáver en un lago, no me perdonará jamás que hice esto. 

— L-lo siento — se me quiebra la voz. 

— ¡No vuelvas a decir que lo sientes o te ahorcaré de verdad! — una pequeña risita brota de mis labios, pero el mal sabor de boca me da a entender que seguramente volveré a vomitar. 

— Káiser, t-tienes que parar el auto — a tientas busco la manilla, pero simplemente no se detiene. 

— ¡Aisha, ni se te ocurra hacerlo! — me grita mucho más furioso — ¡Esto te saldrá muy caro, eres una niña estúpida e irresponsable! 

No me gusta que me griten, estoy mareada, me siento realmente mal y me avergüenza que el me vea de está manera. 




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