AISHA ROBINSON
ALEMANIA, BERLÍN
AQUELLOS DÍAS DE COLEGIO
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— No quiero ir al colegio — protesto, mamá insiste en que vaya.
— No puedes faltar a clases así cómo así Aisha — me viste con paciencia, pero quiero volver a dormir.
— Ellos son malos conmigo — un puchero se forma en mi boca.
Si, esos niños son muy malos conmigo, no hacen más que molestarme, dicen que soy una niña rara, solo porqué me la paso jugando sola, o leyendo apartada de ellos.
— ¿Son malos contigo? — pregunta mamá — ¿Qué te dicen esos niños?
— Dicen que soy una chica muy rara — me cruzo de brazos y mamá me abraza.
Sigue vistiéndome y cuando estoy lista me da un beso en la frente, igual que todas las mañanas. No me gustan mis compañeros, todos son muy malos, bueno no todos. Solo uno es amigable y ese es Káiser, siempre me cuida y me defiende de los niños malos.
— No les hagas caso cariño — dice mamá con ternura — No eres rara, eres una niña muy especial y nadie puede entender a las chicas especiales — me limpia las lágrimas y vuelve a darme un beso.
— ¿Soy especial?
— La más especial de todas cariño — me abraza y hago lo mismo — Ahora, vamos que llegarás tarde.
Asiento y me toma de la mano para salir de casa. Se cuanto me quieren mis padres, soy su consentida y siempre intentan enseñarme cómo debo protegerme de las cosas que me lastiman. Subimos al auto, me coloca el cinturón de seguridad y me limpia el rostro.
— No más llanto cariño — me da un toque en la punta de la nariz y cierra la puerta.
Miro por la ventana, sintiéndome con menos ánimos de querer ir, pero no quiero hacer que mi madre se preocupe. Esto es algo que pasará siempre, debo solamente quedarme callada, seguir adelante y solo hacer las cosas que me piden.
El camino hasta el colegio se me hace demasiado corto, cuando mamá estaciona, no quiero bajarme, deseo pedirle que me deje en casa, pero con firmeza, para no hacerla sentir mal, me bajo de allí tomando mi mochila y me acerco a ella para darle un abrazo.
— ¿Vendrás por mí? — pregunto — Quiero volver a casa.
— No cariño, hoy no puedo venir — quisiera llorar — Le dije a tú papá que viniera a buscarte — la sola mención me alegra haciendome sentir mucho mejor.
— ¡Muy bien! — digo con entusiasmo — ¡Adios mamá, te quiero! — le doy un beso en la mejilla y salgo corriendo a donde estan los demás estudiantes.
Voy caminando tan distraída en mis pensamientos, que no me doy cuenta del chico que viene a mi lado y me empuja de forma juguetona, pierdo el control y caigo al suelo de forma estrepitosa.
— ¡Distraída! — volteo y lo veo allí, a mi mejor amigo que me extiende la mano — ¿Dónde tienes la cabeza?
— ¡Eres un tonto! — me levanto y recojo mis cuadernos — ¡Por tú culpa me caí!
— Solo quería darte un empujoncito, llorona — volteo los ojos y sigo adelante.
Ahora por su culpa los demás se burlan de mí. Camino lo más rápido que puedo, pero mi cabeza está agachada y no me doy cuenta que mi frente choca con la de alguien más.
— Hola niña callada — dice uno de los chicos que siempre me molesta — Parece que te has caído.
— Déjame en paz — intento defenderme.
Quiero seguir de largo, pero se me atraviesa nuevamente impidiendo mi paso. Me pongo nerviosa.
— No entiendo porqué eres tan callada — dice y no lo miro — Además, no eres tan bonita.
— Quiero irme — murmuro.
— ¿Qué has dicho? — me fastidia — Si, eres muy rara y muy… — se calla de pronto y veo que alguien lo empuja al suelo.
— ¡No vuelvas a meterte con ella! — mi amigo me defiende — Si vuelves a molestarla, voy a golpearte la cara — siento cómo los cachetes se me ponen rojos.
No es la primera vez que me defiende, no le gusta que otros niños se metan conmigo, lo cuál es bastante extraño, ya que él siempre me fastidia. Nos vamos caminando juntos hasta el salón y parece bastante molesto, cada que lo hace se pone rojo, muy muy rojo y serio.
— Gracias — le digo cuando llegamos al salón.
Me mira, pero no dice nada. Simplemente se queda allí, molesto en toda la clase. Quisiera saber porqué hace eso, es cómo si una parte de él se arrepintiera de tener que estar cuidándome todo el tiempo de esos niños babosos.
La clase termina, tomo mis cosas y estoy a punto de salir cuando me toman de la mano.
— Aisha, nos vamos juntos — dice — Ahora — me arrastra fuera del salón y cómo siempre simplemente lo sigo.
Káiser es mucho más alto que yo, así que cada que me lleva de la mano, tengo que correr para no caerme. Mamá dijo que mi padre vendría a buscarme, así que cuando estamos en el estacionamiento veo al papá de Káiser esperándonos en su camioneta. No puedo irme con él, si mi padre viene y no me consigue.