El Idiota Del Que Me EnamorÉ

COSQUILLEOS EXTRAÑOS

AISHA ROBINSON

ALEMANIA, BERLÍN

ME GUSTA TENERLO CERCA

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Llevo varios días quedandome en casa de Káiser por trabajo, la universidad no nos da abasto y aunque no estudiamos ciertamente juntos, a veces tenemos proyectos en pareja, así que vengo a su casa para estudiar aunque incluso a veces terminamos viendo películas hasta tarde. Ultimamente he sentido que la cercanía entre nosotros es más que una simple amistad, las cosas han cambiado y no estoy segura si es solamente para mí. Conozco a Káiser, sé perfectamente la cantidad de mujeres que ha tenido, aunque últimamente parece estar “soltero”  

— Aisha, ¿me estas escuchando? — la voz de mi madre me saca de mis pensamientos. 

— Lo siento mamá, ¿me decías algo? — sacudo la cabeza. 

— ¿Sucede algo? — me mira extrañada — Estuve llamandote hace un rato, y parecías perdida en tus pensamientos. 

Me levanto de la cama y comienzo a hacer cosas para distraer mi mente y además para que mi madre no pueda verme a los ojos. 

— No sucede nada, solo estaba un poco distraída madre — miento un poco. 

— ¿Segura? — se acerca y recojo algunas cosas de la cama. 

— Muy segura — la miro a los ojos y le sonrío para que se olvide de una vez por todas de lo que sea que ronda por su cabeza. 

— Vine a decirte que Káiser está afuera — mis ojos se agrandan, ya que no lo esperaba. Últimamente parece que le ha gustado venir de sorpresa. 

— ¿Q-quién? — titubeo y mi madre frunce el ceño — Ahhh, el tonto ese — me rio sin ganas realmente de reirme. 

Mi madre me quita las cosas de la mano y me sienta en la orilla de la cama. Siempre he tenido una buena relación con ella, le tengo la suficiente confianza así que estoy preparada para cualquier cosa que tenga que decir. 

— Aisha, sabes que puedes contarme lo que sea — empieza — Tengo días que te he visto muy distraída y además, parece que ahora Káiser y tú pasan mucho más tiempo juntos. 

— Siempre hemos pasado tiempo juntos — intento escabullirme — ¿Lo recuerdas? Somos amigos desde la infancia. 

Aparto la vista de nuevo y me pongo a hacer algo con las manos para mantenerme distraída. Pero, no lo consigo, ella tiene razón. 

— Estás imaginando cosas mamá — intento que lo olvide — Sabes que trabajamos juntos y cuando me quedo en su casa solamente vemos películas o cada quién hace lo suyo. 

— ¿Te gusta? — pregunta tan directamente que no me lo espero — Es por eso que te pones nerviosa cada vez que viene ¿cierto? 

— Mamá, lo mejor es que me vaya — recojo mi bolso y varias cosas se caen al suelo. 

No tengo respuesta para esto. No negaré que el último mes las cosas han estado bastante extrañas entre nosotros. Es como si quisiéramos decir algo y al mismo tiempo no decimos nada. Un beso por aquí, una caricia por allá, la química entre ambos parece definitivamente real. 

— ¿Te quedarás está noche? — pregunta cuando llego a la puerta, y antes de que pueda responder me quitan el bolso de encima y lo miro a los ojos. 

— Si, se quedará conmigo está noche — dice sin tapujos — ¿Hay algún problema que ella no venga a dormir? — cualquiera pensaría que solo hace una pregunta normal, pero es claramente una demanda. 

— No hijo, puede quedarse en tu casa — dice mamá y la fulmino con la mirada — Además, nosotros saldremos está noche, aquí no habrá nadie. 

— Me parece perfecto — esa mirada perversa la conozco perfectamente bien. Puede que entre los dos no haya sucedido nada, pero es un manilarga, se la pasa acariciando mis piernas, besandome el cuello. 

— Mamá, pero puedo quedarme… 

— No vas a quedarte sola — me interrumpe él — Y vamonos, que tenemos cosas que hacer — no estoy segura de si habla con doble sentido. 

No espera que diga nada más, me toma de la mano y me arrastra fuera de la casa haciendo que me despida de mi madre con la mano. Ella me dedica una sonrisa de pura complicidad, así que me avergüenzo y Káiser me sube a su auto cerrando la puerta de un portazo. Me quedo completamente callada esperando que suba y él tampoco dice nada. 

Enciende el motor y nos movemos camino a su casa. MIro por la ventanilla y estos momentos así me incomodan, ya que no tengo idea de que debo decir. Me provoca es bajarme en cualquier momento. 

— ¿No piensas decir nada? — pregunta llamando mi atención. 

— ¿Qué quieres que diga? — mis palabras salen de golpe. 

— Olvidalo — veo como sus manos aprietan el volante y veinte minutos después estamos estacionando frente a su casa. 

Espero que apague el motor y con piernas temblorosas me bajo. ¿Porqué se siente diferente ahora? ¿Acaso estoy imaginando cosas? No quiero entrar, me gustaría echarme a correr ahora mismo. 

— ¿Vas a entrar? — parpadeo confundida viendo que tiene la puerta abierta invitandome a entrar. 




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