El Idiota Del Que Me EnamorÉ

UN COMPLETO IDIOTA 

AISHA ROBINSON 

BERLÍN, ALEMANIA

EUFÓRICA 

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He pasado todo el día con un vacío en el estómago que me tiene de un lado al otro. No me concentro en mis propias cosas y mamá no hace más que preguntar qué me sucede. No es tonta, eso lo sé, pero me da vergüenza decirle que hace un par de días me vio con quién se supone era mi novio y ahora parece que llevo una extraña relación con mi mejor amigo. No sé si estoy lista para salir está noche, creo que lo mejor es fingir que estoy enferma o me siento mal. Káiser viene por mí y acordamos que vamos a ver algunas películas. No sé qué me sucede, esté último año lo he visto diferente, es cómo si a mi lado pudiera ser realmente él. Su comportamiento es tan diferente a cuando está con los demás, que me llega a confundir. 

No somos novios, eso lo tengo muy claro, tampoco hemos estado juntos en el ámbito sexual y es lo que me pone mucho más nerviosa. Sin embargo, han pasado cosas, me ha besado cómo ningún otro, me acaricia como otro no lo ha logrado y me hace sentir cosas que nadie más podría haber logrado. 

Suena el móvil y veo su nombre en la pantalla, lo dejo sonando un poco más y las manos me sudan hasta que finalmente descuelgo la llamada. 

— ¿Si? 

— Estoy afuera, sal — dice con autoridad y me quedo callada — ¿Me escuchaste? — pregunta y no espera que diga nada cuando cuelga y ruedo los ojos. 

Puede que algunas veces sea cariñoso a su modo, aunque eso no le quita que se comporte cómo un hombre de las cavernas, dando órdenes cómo si estuviéramos en un pelotón o estamento militar. Donde soy su subalterna y él un coronel de la central. Aunque mejor parece que domina cada movimiento y soy una simple sumisa cumpliendo sus órdenes. Quiero mandarlo al demonio, tener la valentía de cerrarle la puerta en la cara y que me deje en paz, pero simplemente no puedo, tengo una pequeña debilidad por ese idiota. 

Tomo mi bolso, me miro por última vez en el espejo y salgo de la habitación, no quiero que destroce la casa porqué no salgo cuando él quiere. 

— ¡Cariño! — canturrea mi madre. 

— Hola mamá — deposito un beso en su mejilla. 

— Káiser, te espera afuera ¿A donde iran? — interroga. 

Tengo la suficiente confianza con mi madre, cómo para admitir que estaremos en su casa, nos conocemos desde hace mucho tiempo y mi madre lo ve cómo un hijo más. Lo que ella no sabe, es que mis sentimientos han cambiado un poco, o mejor dicho mucho por ese chico que espera afuera. 

— Si ya lo sé, acaba de llamar — admito — Iremos a su casa, así que no me esperes, dormiré allí — lo digo con naturalidad. 

Me mira con complicidad, y eso me pone mucho más nerviosa que antes. Parece que ella supiera algo que yo no sé o no me doy cuenta. Me da un beso en la frente y me abraza. 

— No te preocupes — se aparta — Disfruten de la noche — me sonríe y entrecierra los ojos. 

— ¿Nos vamos? — dice una voz a mis espaldas que reconozco bien. Me vuelvo hacia él, y no me gusta nada la mirada que me dedica. 

— Si, vamonos — paso a su lado y escuchó cómo se despide de mi madre, cómo el tierno niño que aparenta ser, delante de ellos. 

Me subo a su auto con un nudo en la boca del estómago, rodea el auto y se sube a mi lado, no sin antes inclinarse para darme un beso, pero los nervios hacen que me aparte lo que hace que ponga mala cara. 

— ¿Qué sucede? — pregunta con rabia y sigue con esa mirada desafiante.

— Nada, solo vamonos — me toma de la barbilla y me obliga a que lo mire. 

— Dime, que carajo te pasa Aisha — aquí vamos de nuevo con las demandas. 

— Ya te dije que nada y si vas a comenzar, entonces es mejor que me baje de aquí — hago el intento de bajarme, pero bloquea la puerta impidiendo la huida. 

— No te vas a bajar una mierda — gruñe, enciende el motor y oculto una sonrisa. Me da risa cuando se enfurruña de esa forma por nada, parece un bebé — Mírame — lo hago y me sorprende depositando un beso en mis labios. 

Arranca el auto  y miro por la ventana intentando disimular un poco el rubor que se ha subido a mis mejillas. Su casa queda a una hora de la mía, pero el recorrido se me hace eterno porqué el espacio es demasiado estrecho estando cerca de él. No me explico, cómo hace para ponerme nerviosa. 

— ¿Vas a evitarme todo el camino a casa? — pregunta sin apartar la mirada del camino. 

— No te estoy evitando — medio lo veo y aprieto el bolso que llevo en las piernas. 

— Si, claro — dice con odiosidad — ¿Es por eso que no me miras? 

Muchas veces no entiendo esa actitud que tiene, intento tenerle toda la paciencia posible ya que parecemos un viejo matrimonio que discute todo el tiempo por cosas sin sentido. Aunque siempre el que empieza es él. Sin duda alguna. 

— ¿Qué quieres que vea, Káiser? — arquea una ceja y me doy cuenta que vamos llegando — Sigue manejando y déjate de boberías. 

Asiente, pero no dice nada. Solo puedo ver cómo aprieta la mandíbula y estaciona frente a su casa. Me preparo para bajar, pero sigue bloqueando la puerta y lo fulmino con la mirada esperando una explicación de que carajo es lo que sucede ahora y que piensa hacer. 




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