El Idiota Del Que Me EnamorÉ

DELICIOSO AMANECER

KÁISER CROWTHER

ALEMANIA, BERLÍN

CARICIAS Y TENTACIONES

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Siento un peso sobre mi, inhalo fuerte el aroma de su cabello y de inmediato la envuelvo en un abrazo. Anoche no hacía más que besarla, acariciarla y demostrarle que incluso sin sexo, puedo disfrutar de sus deliciosas curvas, de la manera en como me besa, la ternura de sus caricias y de la forma en que ambos encajamos estando cerca del otro.

Mi boca busca su cuello, aparto el cabello de su cara con delicadeza y retiro un poco las sábanas, solo para ver como se le ha levantado un poco la camiseta que le presté anoche, sus caderas son perfectas, el vientre plano y las piernas torneadas son un espectáculo de ver. Deseo besarla completa, se mueve un poco más y sus muslos se abren haciendo que me posicione en el medio, observando el encaje blanco de sus bragas que hace juego con su piel morena.

— Eres exquisita nena — sigo besando su cuello, y bajo poco a poco por su pecho apartando la tela.

— Kaiser… — jadea cuando siente que mi mano se cuela por debajo tocando su piel y rozando la punta de sus pezones con mis dedos.

— ¿Puedo quitarla? — asiente, pero está dormida y no quiero que me golpee si la desnudo — Dimelo mirandome a la cara, abre tus lindos ojos.

No puedo dejar de acariciarla, ella sigue somnolienta y su respiración se acelera con mi tacto. Mi lengua saborea su piel, le doy pequeños mordiscos y quiero llegar hasta el fondo de mis pensamientos. La sigo acariciando y mis manos acarician su espalda que se arquea con mi contacto. Subo nuevamente hasta su boca y la beso.

— Si no abres los ojos ahora mismo — susurro sobre sus labios — Voy a quitarte las bragas y voy a besarte como me gusta.

Una bonita sonrisa se le dibuja en los labios y poco a poco va abriendo los ojos, sus brazos me rodean y le doy un mordisquito en los labios aun con mis manos en su espalda acercandola a mi pecho. Me encanta el contraste de nuestros cuerpos, me gusta mucho como mi boca busca la suya devorandola.

— Saca las manos de allí, Káiser — murmura dejándose besar — Estoy dormida, no muerta — me hace reir y escondo mi rostro en su cuello.

Reparto besos y saco mis manos solo para tocar sus pechos en una caricia rápida que la hace dar un pequeño respingo.

— Quiero comprobar si no estas muerta, nena — me golpea la cabeza y comenzamos a reír como un par de niños.

Muchos recuerdos de nosotros mucho más jóvenes vienen a mí como flashback del pasado, haciéndole cosquillas y mordiendo su piel. No puedo creer que aquella niña a la que molestaba, con quien jugué jaloneando su cabello, sea ahora la mujer que deseo solo para mí, quizás en un momento de mi vida no lo hubiera esperado, no hasta que mis ojos dejaron de verla cómo una niña y la comenzaron a observar como la mujer en la que se ha convertido, en la chica que me vuelve loco.

— ¡Eres un idiota! — sigue golpeandome sin dejar de reir y en un movimiento rápido, le sujeto con una cuerda las manos por encima de su cabeza, tiene la respiración acelerada por el forcejeo de hace un momento y mi boca a escasos centímetros de la suya.

— Ahora no puedes moverte — aprieto un poco sus muñecas — Estás a mi merced y podría hacer contigo todo lo que quiera.

— No seas ridículo — refunfuña — Sueltame ahora, si no quieres que te patee — me hace reir su graciosa forma de discutir conmigo.

— La verdad es que no puedes ni moverte, princesa — la desafío — En cambio, yo sí puedo incluso besarte — me acerco — Tocarte — sigo susurrando — Incluso, puedo follarte si se me da la gana.

Mis labios buscan su pulso, estoy en boxer y mis caderas se mueven haciendo que me sienta, la fina capa que la cubre se humedece y la siento tan excitada, que con malicia me aparto de ella dejándola con ganas.

— ¿Q-qué estas haciendo? — titubea e intenta bajar los brazos, pero no se a percatado que los amarre al cabecero de la cama.

— Solo quiero probarte un poco — acaricio sus costados y mi vista se pierde entre sus piernas — No podemos tener sexo hasta no tener tu consentimiento.

— Káiser, sueltame — exige con la respiración agitada y moviendo los brazos.

— Pero, puedo besarte donde y cuando se me dé la gana — ella niega, sin embargo ya estoy bajando por su ombligo probando su piel morena que me encanta.

Se retuerce en la cama y por un momento pienso si debería hacerlo o si es mejor que ella me dé su autorización. No quiero asustarla, si voy a estar con ella es bajo su permiso. No puedo simplemente tratarla cómo una más. La miro a los ojos y le doy un beso en los labios cuando vuelvo a mi sitio.

— Káiser…

— No pienso cruzar una línea que no me has permitido — acaricio su rostro — Lo que quiero hacer, no te dolerá, pero me estoy volviendo loco con ese encaje blanco y quiero besarte.

— ¿Besarme? — titubea.

— Si, besarte nena — le muerdo un poco los labios.

— Besame — me sonrio y claro que la beso, pero no es aquí donde lo quiero.




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