AISHA ROBINSON
ALEMANIA, BERLÍN
NO QUIERO PROBLEMAS
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No hemos hablado de lo que sucedió ayer, estoy segura que se metió en una pelea, pero no me ha dicho con quién ni cómo comenzó. La verdad espero que no sea una de esas peleas callejeras, le he dicho que no me gusta la violencia, conozco a Káiser desde que estamos pequeños y para nada es una persona razonable que pueda controlar sus emociones.
— Aisha, duérmete — me rodea la cintura atrayendome hasta su pecho — ¿Sucede algo? — no respondo y tomo su mano para ver las marcas rojas.
Quisiera no preguntar, pero conmigo va a tener o que decirme que sucedió, o no voy a dejar de molestarlo.
— ¿Vas a contarme con quién te peleaste? — pregunto, y por un momento creo que se ha quedado callado, pero suelta un suspiro cómo si le agotara el tema.
— ¿No vas a dejar de preguntar?
— Sabes que no — se vuelve hacia mí y su rostro se pone rojo.
Conozco cuando está molesto y ahora mismo lo está. No dice nada y se levanta de la cama. Aquí vamos nuevamente con ese silencio angustiante que tanto me incomoda.
— No quiero hablar de esto.
— ¡Es que nunca quieres hablar! — le reclamo y también me pongo de pie para que me enfrente.
— Aisha, te dije que discuti con un imbécil, que más es lo que quieres saber? — se pone de mal humor.
— La verdad — lo enfrento y me mira a los ojos con algo de rabia.
El tono de su piel me permite saber cuando está muy enojado, y ahora mismo lo está. Pero, algo dentro de mí grita por presentir que esos golpes no fueron dirigidos a cualquiera.
— Aquí la única verdad que tienes que saber — da un paso al frente — Es que te quiero lanzar sobre la cama y comerte entera — invade mi boca con el beso que me da y que no puedo negarle.
Sabe cómo callarme, tiene la capacidad de envolverme a su antojo con sus delicados besos y sus caricias tan irresistibles. No me olvidaré de la pelea que ha tenido y mucho menos quién la causó. Puede que me guste mucho la forma de sus besos, la sensación de sus caricias y cómo me estremece su forma de hablarme.
— Me estás mintiendo — murmuro sobre sus labios y apenas sonríe sin dejar de besarme.
— Olvídate de todo eso — acaricia mi cuello con sus dedos — Si hablas, tendré que meter mi lengua en tu boca para hacerte callar.
Blanqueo los ojos porqué nunca puede ser sutil ni cariñoso, todo el tiempo sale con sus cochinadas que quiera o no, me sonrojan. Vuelve a besarme y me dejo llevar hasta que recuerdo nuevamente los golpes en su mano.
Sin embargo, poco a poco dejo que me lleve a la cama donde con poca sutileza me tira sobre ella. No he dicho nada sobre las cosas que siento cuando se pone de esa forma tan ruda y al mismo tiempo erotica, siento que se me sube el calor de los pies a la cabeza, y de una forma que no sabría cómo explicar, me calienta la piel con la manera que tiene de tocarme, de rodear mi cuello con sus manos y sujetarme de las muñecas mientras me embiste.
— ¿Intentas seducirme para que no te siga preguntando con quién peleaste? — me toma de la barbilla y ancla su mirada con la mía.
— No — me besa — Te estoy seduciendo para que olvides eso — vuelve a mis labios.
— Sabes que no lo haré — me muerde el cuello y rápidamente comienza a deshacerse de mi ropa interior.
No estoy completamente desnuda a diferencia de él, me quedo callada como siempre que me ordena algo. Esto se ha convertido en una escena de aquella película que no quiero ni mencionar, porqué es imposible que este chico, quién ha sido mi mejor amigo y ahora es algo más, sea igual a ese sujeto que amordaza por placer y que… No, lo mejor es que no piense en esas cosas.
— ¿En que piensas? — parpadeo un poco confundida y acalorada por todas las tonterías que he estado pensando — Conozco esa mirada.
— ¿M-mirada? — titubeo.
Se humedece los labios y sus ojos caen sobre los míos en una clara tentación de que me morderá o volverá a besarme. Sin embargo, no dice nada, vuelve sus ojos a los míos y de un momento a otro suelta una pregunta que no me espero.
— Aisha — espero que continúe — ¿Te gustaría ser mi sumisa? — el aire se me atasca en la garganta, el corazón comienza a latir dentro del pecho a una velocidad exagerada y realmente no consigo una sola palabra que decir.
Me evalúa por un momento que parece eterno, creo que he escuchado mal y por eso estoy confundida. Me sujeta de las muñecas como otras veces, coloca mis brazos sobre la cabeza y con la otra mano rodea mi cuello ejerciendo solo un poco de presión.
— No tienes que responder nada ahora, si no quieres…
— ¿Sumisa? — pregunto desconcertada.
— Exactamente — es muy claro en su petición, Káiser no dice nada sin antes haber valorado la situación.
Inclina su rostro y me besa, hace presión sobre mis muñecas y abre mis muslos con su rodilla. Un escalofrío recorre mi cuerpo, parece que algo ha cambiado, quizás es mi imaginación, pero siento que esto es mucho más que estar juntos íntimamente. No digo nada, los nervios me intimidan y prefiero callar antes que decir alguna barbaridad.