KÁISER CROWTHER
ALEMANIA, BERLÍN
VOY A TENERTE
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Parece que no me doy cuenta de lo nerviosa que se pone cada que estoy a su lado. Y de una forma me gusta tenerla así, bajo mi dominio. Ella dice que acepta, pero no tiene ni idea de los términos que significa ser mi sumisa. Pero, está tarde lo sabrá, ya quiero ver su rostro cuando esté leyendo lo que tendrá que hacer si acepta. Por supuesto no soy un tonto, estoy seguro que la maypria de las cosas que allí dicen no querra hacerlas, puede que la quiera cómo sumisa, pero también es una chica dulce que se espantará enseguida.
— ¡Káiser, espera un momento! — escucho que me llaman y al voltear me doy cuenta que hubiera preferido no girarme.
— ¿Qué quieres? — sigo caminando y se viene detrás de mí.
— Me encanta cuando estás de mal humor, estaba…
— Si no tienes nada inteligente que decir, lo mejor es que te largues — acelero el paso y me toma del brazo lo que me enfurece aún más.
— ¡No me toques! — me suelto con rabia — Deberías perderte de una maldita vez.
— ¿Tienes que ser tan grosero? — ese tono coqueto me da nauseas.
— Si es alguien tan desagradable cómo tú, puedo ser lo que quiera — saco las llaves de mi auto para largarme de aquí, pero la mujer insiste y vuelve a ponerse delante de mí.
No dice nada, pero la forma coqueta con la que se me acerca ya la conozco, es una mujer agradable a la vista, pero tiene un cerebro podrido y además es una mujer que me jodio la vida en el pasado. No quiero saber de ella, ni de su maldita existencia, pero no lo entiende y desafortunadamente sigue insistiendo que tengamos algo de nuevo.
— Hace tiempo que no hablamos — pasea sus uñas por mi brazo.
— No tenemos nada de qué hablar — le arrebato el brazo a la fuerza.
— ¿Tu nueva noviecita no te da permiso? — la fulmino con la mirada.
La ignoro empujándola hacia un lado, para subirme al auto, pero insiste. La mujer me pone a prueba siempre que se acerca, pero no voy a tolerar que se acerque a Aisha, ella no tiene nada que ver en todo esto.
— Si no me sueltas ahora mismo, voy a tomar tu asqueroso cuello y te ahorcaré — a pesar de mi amenaza ella sonrie con malicia.
— Sabes que eso me encantaría.
— No seas ridícula, ni muerto volvería a ponerte las manos encima — comienzo a perder la poca paciencia — Y te lo advierto de una vez, no menciones a mi novia en tu sucia boca.
— ¿Mi sucia boca? — una carcajada irónica brota de su garganta — Te recuerdo, que te encantaba está sucia boca.
Me peino el cabello con las manos, mi mal genio va en aumento y su presencia no le hace bien a mi sistema. Pero, lo que suelta a continuación, ni me lo espero, y mucho menos lo acepto.
— Quiero que te vayas de aquí ahora mismo…
— ¿Acabo de ver a un chico cerca de la casa de tu nueva novia? — suelta cortándome las palabras de un momento a otro.
— ¿Quién? — necesito saberlo.
— No lo sé, quizás no lo vi bien, era…
— ¡Dime quién carajo era! — se sobresalta con el grito.
— ¿Ahora si tengo tu atención? — se burla de mí.
Aprieto los dientes y mis manos se vuelven puños de solo imaginar que aquel desgraciado pueda estar con mi mujer y del jueguito estupido que tiene está perra.
— Me dices ahora mismo con quién está.
— Creo que es con… — se queda pensando, cómo si no supiera nada — Ah sí, con su ex-novio y gran amor, Dante — miro la hora en mi reloj. Se supone que iría por ella, no me ha respondido los mensajes y lo he dejado pasar, pero si está con ese imbecil, juró que voy a partirle la cara a ese idiota.
Sin importarme la mujer que está parada a mis espaldas, me subo al auto y busco mi teléfono para marcarle, pero sigue sin contestarme lo que me obliga a volver a marcar. La rabia corre por mis venas y espero por su bien que no se atreva a ir a buscarla, ella tiene que rechazarlo o de lo contrario…
Siento como la cabeza me palpita, la rabia burbujea por mis venas y comienzo a ver rojo todo el camino hasta su casa. Ella es mía, es solamente mía y quién se atreva a tocarle un cabello va a pagarlo. Sigo insistiendo en llamarla, pero simplemente no responde.
— ¡Atiende ese jodido teléfono Aisha! — lo lanzo contra el asiento y acelero. Por suerte estoy cerca.
Unos veinte minutos después, estoy estacionando frente a su casa buscando al malnacido de su ex, apago el motor y salgo del auto azotando la puerta. No quiero volver a dañar esto, pero la sola idea que pisara su casa nuevamente me hace apretar los puños, toco a su puerta conteniendo la rabia y cuando veo que es ella quién sale a recibirme no puedo dejar de ver su rostro, la conozco perfectamente bien y quiero saber si tiene la capacidad de ser honesta conmigo.
— Ya estás aquí — dice con voz aniñada.
— ¿Estás sola? — me acerco a ella — ¿Acaso tienes algo que decir?