El Idiota Del Que Me EnamorÉ

¡ERES MÍA!

KÁISER CROWTHER

ALEMANIA, BERLÍN

ESTOY ENAMORADO DE TI

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— No puedes hacer eso — susurra con la respiración agitada.

— Si puedo — continuo penetrandola disfrutando de este momento.

Niega con la cabeza, pero está entre lo moral y lo correcto. Y lo correcto, es que ella a pesar de todo quiere seguir con esto.

No digo absolutamente nada, dejo que ella sea la que le demuestre absolutamente todo. Soy un hijo de perra, pero nadie se mete con lo que es mío y se va sin pagarlo. Ahora veré quién tendrá demonios cada día imaginando a una mujer que no le pertenece, que ahora hace el amor con el hombre que más odia, y que gime pensando en mí.

— Káiser… — dice mi nombre y no dejo de embestirla.

— Dime lo que quieras nena — no se escucha nada del otro lado, pero no ha colgado y eso me demuestra lo puto enfermo que está.

La observo y le quito la venda de los ojos, necesito mirarla y que ella sepa lo que tengo atragantado desde hace tiempo. No tengo que decir lo que somos, está claro para los dos, no soy hombre de ponerle título a las cosas, porqué todo lo demuestro no ando con habladurías, pero observarla, mientras estoy entre sus piernas y ella tiene las manos atadas, me pone a pensar en todo el cine rojo que tengo en mi cabeza para explorar con ella.

— Oh por Dios… — la espalda se le arquea y mis manos la acarician.

Es una delicia de mujer, no me canso de admirar el contraste de nuestras pieles, ella sudando con esa piel morena que me vuelve completamente loco.

— Eres mía — busco sus labios — Completamente mía.

Continuo mis movimientos dentro de ella y mi cuerpo comienza a temblar, al igual que mis manos y siento que el corazón me late a mil con el deseo intenso que me provoca la mujer que tengo debajo de mí. No dejo de besar sus deliciosos labios, no paro de entrar y salir de su cuerpo, la humedad de su entrepierna no me cansa, y ahora mismo estoy sintiendo tantas cosas en mi interior que no sé ni cómo explicarlo.

Ambos hemos pasado por un mal momento, uno que espero no volver a pasar por culpa de un cabrón que ahora mismo debe estar preparando una soga para acabar con su sufrimiento. No he sido el mejor hombre del mundo y seguramente seguiré cometiendo mil errores más que ella con su buen corazón terminara perdonando y no, no lo merezco, me arrepiento que mi pasado le afecte y la lastime, y que eso cause una posible ruptura entre nosotros.

— Joder… me encantas — susurro sobre sus labios sintiendo el sudor de su cuerpo y el pulso acelerado.

La hago gemir tan fuerte que me estremezco de pies a cabeza. Mis labios y los suyos se separan solo para mirarla directamente a los ojos llenos de deseo.

— Káiser… — jadea — D-detente — me pide entre gemidos, pero sigo penetrándola con la mente nublada.

— Eso no es lo que quieres prinzessin — sé lo mucho que le gusta que le hable en mi idioma, la excita y la pone nerviosa.

Ahora mismo ya no tengo idea donde está el teléfono, pero confió que escuchara lo suficiente para saber que si vuelve a acercarse a ella lo voy a matar. El sonido de piel contra piel resuena en la habitación y mis manos acarician sus pechos llevándome un pezón a la boca para saborearla. Es divina, su piel morena enloquece mis sentidos. El vaivén de mis caderas junto a las suyas, los gemidos que salen de su boca tan cerca de mis oídos me excita mucho más.

— Mi amor… — quiere que la suelte, pero me encanta tenerla así, suplicando por más, por tocarme.

— No puedo nena — mi boca busca de nuevo la suya y sigo besándola.

Me hace tragar grueso y una capa de sudor cubre mi frente, pero no puedo parar. Me siento muy bien dentro de ella, se siente perfectamente bien. Acaricio su suave piel y mis ojos buscan los suyos, me encanta mirar como los aprieta o como abre los labios en busca de aire cuando le doy más duro.

— Káiser… — y clava las uñas en las palmas de sus manos.

Sin querer, la desato rápidamente y envuelve mi cuello con sus brazos atrayendome más hacía ella, ni que estuviera loco voy a soltarla, sus uñas me acarician la piel y solo hace que me excite mucho más.

La humedad de su interior, la frescura de su aliento, la manera en que sus caderas se mueven para encontrarse con la mía y el sonido de nuestra piel. Me descontrolan. Sus manos suben hasta mi cabello, las mías se cuelan por debajo de su espalda y la sostengo más cerca de mi pecho.

— Esto se siente tan… — me muerdo los labios y sigo entrando y saliendo de ella — Joder, se siente exquisito.

Estoy tan desesperado por más, que la tomo de las caderas, la levanto de la cama y ella envuelve sus piernas alrededor de mi cintura.

— ¿A dónde vamos? — murmura con la poca fuerza que le queda.

— Te llevare al puto paraiso — su espalda choca contra la pared y lo demás es un borrón en mi cabeza. Siento la manera en que su respiración se agita, golpeo una y otra vez sus caderas con más fuerza y abro sus muslos aprovechando su flexibilidad para penetrarla.




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