KÁISER CROWTHER
BERLÍN, ALEMANIA
SOMOS TAL PARA CUÁL.
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— ¿Entonces ya es tú novia? — pregunta mi amigo y lo ignoro.
No pienso hablar con él ni con nadie de lo que tengo con Aisha, a nadie más que a mí le interesa.
— Concéntrate en lo tuyo — sigo haciendo mi rutina de ejercicios.
— ¿No puedes decirlo? — insiste y no le respondo. ¿Cuál es la necesidad de molestarme con eso?
Continuo haciendo mi rutina concentrado cuando la veo... Ella entra con un pantalón deportivo, un top que le muestra el abdomen y siento que la garganta se me cierra, y debo dejar la pesa sobre el suelo para que no me caiga encima.
Me mira, pero no se acerca a a saludarme, me doy cuenta que el estúpido de mi amigo no le quita la mirada de encima y enfurezco.
— ¿Quieres que te mate? — me mira de reojo con un sonrisita estúpida en el rostro.
— Solo estoy admirando la belleza de... — no permito que siga hablando cuando lo tomo de la camiseta y lo estampo contra el cristal que hay en la pared.
— La próxima vez que vuelvas a hablar así de... — me callo la boca de que es mi novia — Solamente déjala en paz — lo suelto de mala gana y me aparto de allí, necesito ir a verla.
Camino por el lugar y la veo haciendo sus ejercicios, a pesar de lo pequeña que es, tiene un cuerpo increíble, la forma de sus piernas, el molde de sus caderas y la manera en que le cae el cabello por la espalda. No puedo creer lo afortunado que soy al tenerla a mi lado. Lo que me jode, es que todos estos imbéciles no paran de verla a cada momento.
— Cuidado se te cae la baba — comenta mi amigo, burlándose de mí.
— ¡Deja de joderme! — me alejo de allí y voy directamente a donde está Aisha.
Tiene los audífonos puestos, pero me ve a través del espejo, continua haciendo sus ejercicios y sabe que la estoy esperando. Mis ojos se desvían a sus caderas, la forma cómo le cae el cabello por la espalda y mi mente no deja de imaginarla de mil formas que me encantarían.
Deja lo que está haciendo, se pasa la toalla por el rostro y sus ojos me miran con algo de vergüenza.
— Hola — dice en un hilo de voz.
— Todos están mirando lo que es mio — demando — Y no me gusta, estoy a nada de partirle la boca a cualquiera que te hable.
Suelta una risita nerviosa, pero en el fondo ella sabe que no me voy a poner a pensar en absolutamente nada si debo poner a alguien en su puto sitio.
Me acerco a ella con sigilo, se pone nerviosa ya que puedo sentir cómo su cuerpo se tensa y le dedico una sonrisa burlona, y cuando estoy a la altura de su oído le susurro.
— Te quiero desnuda sobre mi cama ahora mismo — su respiración se acelera, miro a los lados y nadie está mirando — Amarrada, y con los muslos abiertos — me saboreo con tan solo imaginarla y me voy dándole la espalda.
Ahora puedo estar tranquilo, ella estará pensando todo el tiempo en lo que dije y eso me satisface, me complace saber que su mente estará dando vueltas y pensando si alguien escucho lo que le dije o no.
Siento que alguien se coloca a mi lado, pero no le presto atención, sigo escuchando música cuando me tropiezan y debo quitarme el auricular, para saber quien carajo ha sido. Miro a la chica que está a mi lado, tiene un top deportivo, una coleta que le recoge el cabello de color rojo, y lleva una falta deportiva demasiado provocativa para solo venir a ejercitarse.
— Lo siento mucho — dice tocándome el hombro.
— Ten más cuidado — estoy por colocarme los auriculares, cuando ella vuelve a dirigirme la palabra.
— La verdad... — me mira y se arregla un mechón de cabello — Quería preguntarte, si podías ayudarme con la rutina — mi ceño de frunce y miro a mi alrededor.
Aisha, me está mirando fijamente, maldita sea, lo que menos quiero es que ella crea que estoy coqueteando nuevamente con una chica.
— No soy entrenador, búscate a uno — coloca su mano en mi brazo y me estoy comenzando a molestar con la chica. No quiero ser grosero, pero reconozco cuando una mujer está coqueteando y ella está lanzando toda su falsa artillería hacía mí.
— Parece que no estás de buen humor — se acerca a mi y miro por encima de su hombro, Ash, sigue mirándome y puedo ver la decepción en su mirada.
— Mira, no quiero ser grosero — intento explicarle — Pero, no doy clases particulares, y mucho menos soy entrenador, así que deberías ir a buscar al dueño.
— ¿Y si quiero que seas tú quién me entrene? — pase sus uñas por mi pecho, sigo el movimiento de su mano y cuando alzo la mirada, veo la espalda de mi novia saliendo del lugar.
— ¡Maldita sea! — doy un golpe y la chica frente a mi se asusta — Te dije que me dejes en paz — salgo del lugar para buscarla.
Apresuro el paso para buscarla, si hubiera querido follar con alguna, entonces seguramente no vendría a mi como mosca, pero ahora que quiero hacer las cosas bien por ella, me suceden estás mierdas y no la juzgaría si cree que sigo siendo el mismo que ella veía con una y otra en la universidad.