Min-Ji
Los accionistas comenzaron a levantarse uno por uno, algunos intercambiando apretones de mano, otros con gestos tensos. La reunión había terminado, pero el ambiente aún pesaba en el aire. Yo recogí mis documentos con calma, sin apresurarme. Estaba acostumbrada a ser la última en salir; era la manera de recordarles a todos que yo siempre cerraba los círculos.
Cuando levanté la vista, todos se habían ido... excepto él.
Ji-Hoo permanecía sentado frente a mí, cruzado de brazos, con esa mirada que parecía diseccionarlo todo.
—¿No tienes otro lugar donde estar? —pregunté, clavando mis ojos en los suyos.
—Claro que lo tengo —respondió con una media sonrisa—. Pero parece que el destino quiere que terminemos esto... juntos.
Resoplé y me levanté, caminando hacia la ventana para apartarme de él. La ciudad se extendía debajo de nosotros, con luces que titilaban como estrellas artificiales. Titan estaba en lo alto, pero yo sabía lo frágil que era la cima.
—Los contratos deben revisarse hoy —continué, intentando mantener el control de la situación—. No tolero retrasos.
Escuché cómo se levantaba también. Su caminar era lento, casi provocador.
—Me gusta la manera en que das órdenes —dijo, acercándose hasta quedar demasiado cerca—. Tan fría, tan segura... como si nada pudiera quebrarte.
Me giré de golpe y lo encaré, furiosa.
—No me analices, Ji-Hoo. No sabes nada de mí.
Ji-Hoo
Sus ojos, oscuros y llenos de furia contenida, me hicieron sonreír. Esa mujer era fuego disfrazado de hielo. Cada palabra suya me provocaba, y no podía evitar querer empujarla más allá de ese muro que había construido.
Me acerqué un paso más, acortando la distancia. Sentí cómo tensaba los hombros, como si quisiera retroceder pero se obligara a mantenerse firme. Admirable.
—Tienes razón —susurré—. No sé nada de ti. Pero me basta con ver lo que todos ven: una mujer inalcanzable, arrogante, encerrada en una torre de cristal.
Me incliné apenas, lo suficiente para que mi voz fuera un secreto entre los dos.
—Dime, ¿cuánto tiempo crees que puedes seguir fingiendo que no sangras como todos los demás?
Su respiración se agitó apenas, un detalle mínimo, pero suficiente para mí.
Min-Ji
Me mordí el labio para no responder. Sus palabras habían tocado algo que no quería mostrarle. Esa herida oculta, ese lado de mí que aún recordaba lo que era sentir. No podía dejar que lo supiera.
Volví a la mesa y me senté de nuevo, fingiendo revisar los contratos.
—Firmaremos bajo mis condiciones —dije con firmeza, pasando las hojas hacia él—. Si Han Group quiere unirse a Titan, se adaptará a mis reglas.
Él tomó los documentos con calma, pero no los leyó. En lugar de eso, los dejó a un lado y me observó fijamente.
—Eres tan buena escondiéndote detrás de papeles, Min-Ji. Pero tarde o temprano... los contratos no podrán protegerte.
Sentí un nudo en la garganta, y entonces decidí callar. ¿Qué podía decirle? Que tenía razón, que mi fortaleza era solo un disfraz. No. Jamás.
Bajé la mirada, intentando concentrarme, cuando de pronto lo sentí.
Un brazo fuerte rodeó mi cintura, firme, seguro. Mis labios se entreabrieron en sorpresa, y antes de reaccionar me encontré peligrosamente cerca de él. Demasiado. Su cuerpo estaba a centímetros del mío, y el calor de su cercanía me desarmó.
—¿Qué... crees que haces? —pregunté en un susurro helado, aunque mi voz tembló apenas.
Ji-Hoo
La tenía contra mí, su cintura bajo mi brazo, y pude sentir cómo se tensaba. Era puro hielo por fuera, pero ese temblor mínimo me reveló la verdad: Min-Ji no era tan intocable como pretendía.
Incliné mi rostro hacia el suyo, lo suficiente para que el aire entre nosotros se cargara de electricidad.
—Solo estoy comprobando algo —dije con una sonrisa peligrosa.
—¿Qué cosa? —replicó, con voz dura, aunque sus ojos me delataban.
—Que incluso tú puedes perder el control.
Sus labios se apretaron con furia, pero no se apartó. Eso me intrigó aún más. Cualquier otra persona ya habría gritado, empujado, exigido respeto. Pero ella... se quedó allí, resistiendo, como si cada fibra de su ser luchara contra sí misma.
Min-Ji
Mi corazón latía con fuerza, y lo odiaba por ello. Odiaba que me hiciera sentir vulnerable, odiaba la cercanía, odiaba que una parte de mí... no quisiera apartarse.
Lo miré directamente a los ojos, con todo el veneno que pude reunir.
—Escúchame bien, Ji-Hoo. Si alguna vez vuelves a acercarte de esta manera... me encargaré de que lamentes haber pisado Titan.
Él sonrió, sin soltarme aún.
—Eso es lo que más me gusta de ti... tus amenazas.
Con un movimiento brusco, me liberé de su brazo y retrocedí unos pasos. Intenté recomponer mi postura, enderezar mis hombros, ocultar el temblor de mis manos.
—La reunión terminó —dije, dándole la espalda—. Márchate antes de que olvide que eres solo un socio.
Ji-Hoo
La observé alejarse hacia la puerta, su cabello oscuro cayendo como un velo tras ella. Era hermosa incluso en su furia, en su frialdad. Y aunque mi plan seguía intacto —destruirla, hacerla pagar—, algo en ese momento me perturbó.
No esperaba que me mirara así. No esperaba sentir... esa chispa.
Mientras salía de la sala, sonreí con una mezcla de satisfacción y desconcierto.
—Este juego apenas comienza, Min-Ji —murmuré para mí mismo—. Y no pienso perder.
Continuará...