El eco del aula todavía me seguía. La silueta en el pasillo, la distorsión en el aire, el temblor en mi pecho. Nada había vuelto a su sitio desde entonces. Cada respiración cargaba un segundo más de tensión, como si el tiempo se hubiera fracturado y ahora contara hacia algo inevitable.
Amara me esperaba a la salida de la facultad. Llevaba una campera de jean clara sobre una camiseta negra; el cuello ligeramente estirado. El pelo recogido en un rodete desordenado, mechones pegados a las sienes por la humedad. En sus jeans había barro seco, como si hubiera caminado por un lugar donde no debía estar. No llevaba mochila; solo un cuaderno pequeño bajo el brazo. Su presencia era calma y vértigo a la vez, como si llevara una certeza que yo apenas intuía.
—¿Vas a ir, verdad? —preguntó, sin esperar confirmación.
Me quedé helado. Yo nunca le había dicho nada. Ni a dónde, ni qué había visto en la clase, ni lo que sentí en el pecho. Nadie lo sabía. Ni siquiera yo lo tenía decidido del todo.
Asentí con la cabeza, casi en automático. Y mientras lo hacía, una duda me atravesó como un rayo:
¿Cómo podía saberlo?
—No sé por qué, pero lo necesito —alcancé a responder.
Me miró con mezcla de ternura y compasión, los ojos fijos, como si intentara recordarme algo que todavía no sabía.
—Vas a empezar a notar lo que siempre estuvo ahí —dijo, y se alejó. No con prisa, pero con decisión. Como si supiera que, después de eso, ya no podría seguirme.
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Esa noche encontré a Led. Lo vi antes de que él me viera. Estaba echado bajo la marquesina de una hamburguesería. La lluvia golpeaba su lomo con una constancia hipnótica. Me miró y se levantó, como si me hubiese esperado.
Compré dos hamburguesas. Nos sentamos en la vereda, mojados, en silencio. Cuando le acaricié la cabeza, noté algo: su cuerpo vibraba débilmente. No fue mi imaginación. En el reflejo de un charco vi cómo las ondas del ambiente se alteraban a su alrededor, dibujando líneas curvas en el agua.
¿Él también? Entiendo cada vez menos, pensé.
Su presencia me daba una extraña tranquilidad. Era mi pequeño compañero; ya entendería qué pasaba.
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Editado: 10.11.2025