Desperté tarde, con la sensación de haber dormido dentro de una nube de polvo.No había soñado nada, y sin embargo estaba exhausto.Era un cansancio que no venía del cuerpo: parecía venir de otro plano, como si algo invisible me hubiera drenado durante la noche.
La habitación seguía en penumbra.Las sombras eran tan nítidas que parecían más reales que los objetos.El amuleto, sobre el escritorio, reflejaba un hilo de luz débil.No quise mirarlo demasiado: cada vez que lo hacía, un temblor fino recorría la piel.Solo necesitaba agua.
Al estirar la mano hacia el vaso, tropecé con el cable del monitor.El vaso se inclinó y empezó a caer.
Pero no cayó.
El tiempo se tensó como una cuerda.El vaso quedó suspendido a mitad de camino, con las gotas flotando alrededor como pequeños planetas.El silencio se volvió materia.Las paredes parecían respirar.El suelo ondulaba como si estuviera hecho de magnetismo vivo.
Mi corazón se desacopló del cuerpo y la mente fue absorbida hacia un punto invisible.Estaba despierto… pero en otro lugar.
El no-lugar
La habitación se disolvió en una claridad translúcida.Delante de mí flotaban imágenes superpuestas:niños jugando en una ciudad inexistente, mares de arena luminosa, un triángulo girando dentro de un círculo ardiente, el rostro de Led observándome desde otra vida.Todo ocurría a la vez, dentro de un mismo segundo detenido.
—No temas —dijo una voz sin boca—.Lo que llamas “un segundo” es solo una forma humana de nombrar algo más grande.
El Susurrador apareció, más tenue que nunca, como si su forma estuviera a punto de deshacerse.Detrás de él, el espacio se curvó y una vibración enorme tomó figura: una presencia de luz y sonido que hacía temblar el aire.
—Te hemos traído por un instante de tu mundo y por otro de Velharys —dijo esa presencia—.Este sitio no pertenece a ninguno de los dos. Aquí, el pasado y el futuro se observan sin tocarse.
—¿Quién eres? —pregunté, o tal vez solo lo pensé.
—Soy Azharyn, la corriente que recuerda.No eres tú el elegido: es tu frecuencia.Algo en ti fue tocado, y ya no encaja en la fisura de los hombres.
—¿La fisura? —pregunté.
Azharyn se acercó. Su voz se duplicó en mi mente, como si hablara desde varios tiempos a la vez.—La fisura es el límite donde ustedes existen —dijo—.Un corte en el tejido de Velharys que el Imperio selló hace eras, para mantenerlos aislados.Ahí dentro el tiempo se repite, las almas nacen y mueren sin recordar.Es una jaula de materia sostenida por olvido.Viven dentro de ella convencidos de que es el universo.Pero no lo es.Es solo una grieta: el eco de lo que alguna vez fue real.
Sentí que algo en mí se reconocía en esas palabras, como si la mente hubiera estado esperando oírlas desde siempre.
El Susurrador agachó la cabeza, como si también me estuviera presentando.
—En tu mundo —continuó Azharyn—, cuando los humanos dicen “hay algo”, saben más de lo que creen.Esa palabra nació cuando aún podían sentir sin entender.Cada vez que un alma pronuncia “hay algo”, su campo magnético está reaccionando a una presencia de este lado.Nosotros lo llamamos contacto.
El aire del no-lugar no olía: vibraba.Una sensación metálica me rozaba la lengua, como si el espacio tuviera sabor a tormenta contenida.
Vi sombras sin forma moviéndose entre planos, como copias de personas, gestos vacíos que repetían rutinas humanas.
—Son restos de magnetismo humano que el Imperio usa para sostener su red —dijo Azharyn—.Los llamamos Portadores.Cuerpos huecos: conservan la forma, pero no la chispa.Por eso a veces sientes que alguien está ahí cuando no hay nadie.Tu alma los reconoce aunque tu mente lo niegue.
—¿Por qué puede hacerlo? —pregunté.
Azharyn me observó como si estuviera recordando algo olvidado por los siglos.—Porque el alma no es una idea, ni una promesa —dijo—.Es energía magnética, una chispa de Velharys encerrada en un cuerpo.Esa energía vibra, busca su reflejo.Cuando otra presencia hecha de magnetismo se acerca, tu campo responde.Lo que llamas “ver” no nace de los ojos, sino del eco de esa vibración.La materia solo reconoce materia, pero el magnetismo reconoce magnetismo.Por eso tú puedes percibir lo que los demás niegan: tu alma escucha el pulso del otro lado.
—Todas las almas humanas poseen una chispa de energía magnética —añadió—.Es tan leve que apenas les permite sentir las corrientes del otro lado: por eso, a veces, un hombre dice “siento que hay algo” y no sabe por qué.Pero la tuya…—¿La mía?—Tu frecuencia no está sellada del todo. Tienes más fuerza magnética que los demás, aunque no sé por qué.Esa intensidad te permite ver lo que otros solo intuyen.Lo que para ellos es un roce, para ti es un contacto.
Hizo una pausa, y el aire pareció ondular alrededor suyo.—Esa misma luz te delata, Jae-min. Los otros te sienten como tú los sientes. Eres visible para lo que preferiría permanecer oculto.
Guardó silencio un instante y luego añadió:—Tu mente aún se resiste. Los humanos niegan lo que no pueden medir, y tú no eres la excepción.Hoy tu mente te protege, se aferra a la lógica.Pero esa barrera se irá abriendo.Paso a paso aceptarás lo que ves, y cuando cuerpo, mente y alma vibren al mismo ritmo… entonces verás todo.Ninguna sombra podrá ocultarse de ti.
Los siete planos
El espacio se abrió como un abanico.Frente a mí aparecieron siete capas de luz superpuestas, cada una vibrando con un color distinto.Azharyn señaló el segundo plano.
—Ahí viven ustedes.Una sola capa, una sola prisión.El resto de los planos respira alrededor, pero no los ven porque vibran a otra frecuencia.Tú eres una excepción: tu frecuencia cambió, y eso te vuelve visible para lo que preferiría seguir oculto.
—¿Por qué mostrarme esto?
—Porque debes decidir si quieres avanzar o volver al ruido.Si avanzas sin equilibrio, te fragmentarás; si retrocedes, te perderás.Caminarás con dos luces encendidas a la vez: la de la materia y la de la memoria.
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Editado: 16.11.2025