Departamento de Investigación Sobrenatural (D.S.I.), Londres,
Sede Central,
Alana Elwing Ashtrea, cruzó el vestíbulo principal de la sede de la D.S.I. con pasos firmes, pero su semblante traicionaba el agotamiento tras los eventos de la noche anterior. El rescate de Valonkart había sido complicado, y las secuelas aún resonaban entre los agentes. Las miradas de sus colegas se desviaban hacia ella, algunas cargadas de respeto, otras de reproche.
Cuando llegó al ascensor, uno de sus compañeros le murmuró mientras pasaba:
—Suerte allá arriba. Ya sabes cómo es Cromwell.
Alana no respondió. Había enfrentado situaciones peores que un regaño de su superior, pero sabía que el comandante Alastair Wilhelm Cromwell tenía un talento especial para hacer que cualquier reprimenda se sintiera como un juicio final.
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Oficina del Director, Piso 14
La puerta se abrió con un sonido metálico, revelando al director del Departamento de Investigación: Cromwell. Estaba sentado detrás de su escritorio de madera oscura. Su figura imponía respeto; era un hombre de cabello gris perfectamente peinado, ojos azul acero, y una expresión que podía desarmar incluso al más firme de los agentes. La luz tenue de la lámpara sobre su escritorio acentuaba las líneas severas de su rostro.
—Ashtrea, siéntese, —ordenó con voz grave.
Alana obedeció, manteniendo su postura erguida, preparada para lo que venía.
—Explíquese, —dijo Cromwell sin rodeos. Su tono era afilado, pero no alzó la voz. No necesitaba hacerlo. No está vez.
—Comandante, como informé en mi reporte, el agente Valonkart identificó al objetivo, Sebastián Wainwright, y yo le di instrucciones claras de esperar al resto del Equipo antes de actuar. Fue él quien decidió actuar por su cuenta y retirarse el transmisor de vox, desconectándose del equipo, —dijo Alana con firmeza, sosteniendo la mirada de Cromwell.
—Eso ya lo leí, Ashtrea, pero no es lo que estoy cuestionando. Mi problema es que, en el momento en que Valonkart rompió el protocolo, usted no tomó las medidas necesarias para informar a sus superiores. ¿Sabe lo que se arriesgo por esa omisión?
Alana abrió la boca para responder, pero Cromwell la interrumpió, levantando una mano.
—Sé que salvó su vida, y sé que hizo lo mejor que pudo bajo las circunstancias. Pero aquí no hablamos de lo que es "lo mejor que puede hacer". Aquí hablamos de actuar con la previsión necesaria para evitar este tipo de desastres.
Alana apretó los puños, manteniéndose bajo control. Había esperado esa reacción, pero no pensaba quedarse callada.
—Con todo respeto, señor, mi prioridad era asegurar la integridad del equipo y actuar una vez identificado el objetivo. Valonkart actuó de manera imprudente, y su negligencia casi nos costo el objetivo. Además, no es la primera vez que enfrentamos complicaciones con renegados como Wainwright. Él no está actuando solo. Tiene contactos en el extranjero, posiblemente en México o Venezuela. Ya hemos visto patrones similares antes.
Cromwell entrecerró los ojos, procesando sus palabras. Por un instante, pareció considerar su punto, pero luego su rostro recuperó su dureza.
—Eso no excusa su falta de comunicación. Si hubiéramos sabido que Wainwright tenía apoyo externo, podríamos haber ajustado nuestra estrategia. Ahora, tenemos un agente herido y un objetivo que aún está suelto. Este no es el estándar que espero de usted, Ashtrea.
—Entendido, comandante. No volverá a ocurrir, —respondió Alana con un tono que era más desafío que sumisión.
—Eso espero, —dijo Cromwell, inclinándose hacia adelante. Sus ojos la perforaron como cuchillas.
—De ahora en adelante, quiero que cualquier anomalía en las operaciones sea reportada directamente a mí, sin excepciones. No podemos permitirnos errores como este en un momento tan crítico. La estabilidad del D.S.I. depende de nuestra capacidad para anticiparnos, no solo para reaccionar.
Alana asintió, aunque sus pensamientos corrían a toda velocidad. Wainwright no era un simple mago renegado; su red de contactos internacionales sugería algo mucho más grande.
—¿Algo más, señor? —preguntó con voz neutral.
—Sí, Ashtrea. Mantenga su equipo bajo control. Y recuerde que aquí no hay margen para las excusas. Eso será todo por ahora.
Alana se levantó y se dirigió a la puerta, pero antes de salir, Cromwell agregó:
—Ah, y Ashtrea… buena suerte con la próxima misión. La necesitará.
Ella no respondió, pero al salir, una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Había logrado plantar la semilla de la sospecha en Cromwell, y eso era un paso en la dirección correcta.
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Pasillo de la D.S.I.,
Al reunirse con su equipo, Alana notó las miradas expectantes. Albert Valonkart, aún vendado y con aspecto de haber pasado por el infierno, se enderezó al verla.
—¿Cómo te fue? —preguntó.
—Lo de siempre, sermones y reproches. Pero tenemos algo más importante que atender.
—¿Qué cosa?
—Wainwright no está solo. Hay algo más grande en juego, y quiero que estemos listos.
Su equipo asintió, y Alana supo que, aunque el camino sería complicado, estaban preparados para lo que venía.
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1 hora después.
Una hora después, tras pequeñas bromas y pequeñas conversaciones, ambiente en la sala se tornó más liviana. Fue entonces, cuando los dos gladiolus: Elonkarth y Varonkarh, y el otro elfo del equipo, se levantaron en silencio y se retiraron, dejando a Alana y Valonkart a solas. Ella esperó hasta que la puerta se cerró por completo antes de cruzar los brazos y fijar su mirada en el agente.
Valonkart, aún con el semblante pálido y con vendas en el torso, evitó su mirada al principio, enfocándose en sus propias manos mientras se sentaba en la silla metálica. Finalmente, Alana rompió el silencio: