Base Operativa Terma, Lima, San Juan de Lurigancho,
Zona de Confinamiento: Celda de Alta Seguridad,
El agente Rodrigo cruzó el pasillo de la zona de confinamiento con una carpeta bajo el brazo y el rostro marcado por la fatiga. Las luces fluorescentes arrojaban una tenue luz blanca sobre las paredes grises, mientras un equipo de guardias armados mantenía una vigilancia constante sobre la celda. Frente a él, una puerta reforzada hecha de paladio recubierto con osmio era la única barrera entre el Karisiri capturado y el resto del mundo.
La celda, era un logro único.
El paladio, era conocido actualmente por su resistencia a las propiedades corrosivas de ciertas sustancias mágicas, combinado con el osmio, uno de los metales más densos, creando una barrera casi impenetrable para criaturas con habilidades sobrenaturales. Su diseño combinado bloqueaba las fluctuaciones energéticas que permitían la metamorfosis del Karisiri, anulando su capacidad para transformarse en cualquier tipo de animal y escapar. La S.N.I, El Servicio Nacional de Inteligencia, había aprobado aquella celda después de numerosos casos fallidos de contención de individuos similares, entre los que estaban, Chipivos, Chamanes oscuros, brujos y por último Karisiris.
Dentro de la celda, el Karisiri estaba sentado en un banco de piedra. Su apariencia era la de un anciano andino: piel curtida por el sol, cabello canoso y una mirada que parecía contener siglos de sabiduría y secretos oscuros. A pesar de su estado, irradiaba una calma inquietante que había logrado poner de los nervios al comandante Ricardo cuando estel último, había iniciado el interrogatorio.
—¡Hijo de perra, deberías estar muerto! ¡Siete vidas!— Rugió Ricardo más temprano, golpeando la pared con su puño cerrado mientras los otros agentes luchaban por calmarlo.
El primer interrogatorio, había sido brutal.
El Karisiri, al principio se negó a dar su nombre y más aún, había jugado a provocar al Comandante Ricardo, y en cierta medida lo estaba consiguiendo, quizá la guinda del pastel, fue cuando el Karisiri le había dicho que las muertes en Miraflores, de aquellas 7 personas desaparecidas eran necesarias. Para ese momento Ricardo se levantó de su silla, y poco estuvo por tumbar al anciano.
—¡Comandante, no podemos arriesgar la operación! Necesitamos la información. — Había intervenido Rodrigo, interponiéndose entre Ricardo y el anciano
Finalmente, Ricardo fue retirado de la zona, dejando a Rodrigo con la tarea de sacar información del Karisiri.
— Sácale todo la información que puedas, Rodrigo.
Este último asintió, a sabiendas que debía hacerlo.
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En el interior de la zona de Confinamiento,
Rodrigo tomó asiento frente al Karisiri, quien lo observó con una ligera sonrisa burlona.
—Siete personas, y dices que era "necesario". Vas a tener que explicar eso.
El Karisiri entrecerró los ojos, inclinándose hacia adelante.
—¿Explicar? ¿Y qué ganarías con eso, chico? No entiendes lo que ocurre aquí.
Rodrigo ignoró el comentario y abrió la carpeta, mostrando fotografías de las víctimas encontradas en Miraflores.
—Estas personas tenían familias. Estaban vivas hasta que tú las mataste. Así que, ¿por qué? ¿Cuál era el propósito del "ritual"?
El Karisiri permaneció en silencio por varios segundos, observando detenidamente a Rodrigo, como si evaluara la resistencia del agente. Finalmente, habló.
—No me enviaron aquí por capricho. Mi misión era parte de algo más grande. Los que me enviaron saben lo que están haciendo, y mi tarea era solo una pieza del rompecabezas. Una pieza completa, pues fue un éxito.
Rodrigo alzó una ceja.
—¿Y quién te envió?
El Karisiri esbozó una sonrisa fría. Casi rayando al cinismo.
—Una mafia poderosa en el altiplano puneño, en el pueblo de Ilave.
—¿Ilave? ¿Y qué relación tiene esa mafia contigo?
—Es mi sangre, chico. Mis ancestros compartían conocimientos que han sobrevivido a los siglos. Ellos entienden lo que ustedes, los modernos, no pueden: las raíces profundas del mundo.
Rodrigo dejó escapar un suspiro, impaciente.
—Hablas en acertijos. ¿Cuál era el objetivo del ritual?
El Karisiri se quedó callado de nuevo, su mirada fija en Rodrigo. Después de un largo silencio, inclinó la cabeza.
—Dime algo, agente. ¿Crees en la Era Antigua?
Rodrigo frunció el ceño.
—¿Te refieres a la época de Manco Cápac y los primeros Incas?
El anciano asintió lentamente, sus ojos brillando con una intensidad que perturbó a Rodrigo.
—Eso mismo. Dices que son leyendas. Que son cuentos para niños. Pero dime, ¿acaso no estoy aquí, sentado frente a ti, como prueba viviente de que las "leyendas" son reales?
Rodrigo no respondió de inmediato, pero finalmente asintió con un gesto cauteloso.
—Tienes un punto.
El Karisiri continuó, con una voz más grave.
—Hace quinientos años, las criaturas como los Chullpas, los Chullachaquis de Madre de Dios, los Apucamalloc y demás, solo historias para asustar e impresionar a los niños. Ahora, caminan entre ustedes, compartiendo sus ciudades, sus trabajos. Los mitos se han vuelto reales, tanto que caminan entre ustedes. Si eso es posible, ¿por qué no lo sería Manco Cápac? ¿O los imperios que lo precedieron?
Rodrigo cruzó los brazos, intentando ocultar su desconcierto.
—¿Qué estás diciendo exactamente?
—Estoy diciendo que todo tiene un origen. Los Incas no eran los primeros, chico. Antes de ellos existió un linaje más antiguo, un linaje que aún corre por las venas de algunos. Los llamaban los Kaina Inka.
Rodrigo se inclinó hacia adelante, sus ojos clavados en el Karisiri.
—Está bien, ilumíname. ¿Quiénes son los Kaina Inka?
La habitación quedó en silencio, el sonido de los monitores de seguridad siendo lo único que rompía la tensión. Afuera, la noche caía lentamente sobre Lima, mientras una tormenta de revelaciones comenzaba a gestarse dentro de la mente del agente Rodrigo.