Sala de Estrategias, Lima-Perú.
La sala de estrategias del Grupo Terma estaba en completo silencio. Una habitación austera pero funcional, equipada con pantallas holográficas, un proyector central y varias mesas repletas de documentos clasificados. Al centro, el comandante Ricardo permanecía de pie, con los brazos cruzados, observando con severidad a los presentes. Frente a él, Rodrigo ajustaba el proyector, mientras las imágenes que había recopilado en el puerto del Callao comenzaban a proyectarse en el aire, nítidas y perturbadoras.
—Señores —empezó Rodrigo, su voz firme pero con un rastro de tensión—, lo que están a punto de ver confirma algo que no esperábamos: la actividad en el Callao no solo involucra comercio ilegal, sino una operación que trasciende nuestras peores hipótesis.
La primera imagen apareció en la pantalla: un barco destartalado, con su casco corroído por el tiempo.
—Esta embarcación llegó al puerto aproximadamente a las 2:15 de la madrugada. No está registrada en ninguna base de datos marítima nacional ni internacional. Su estado sugiere que ha estado fuera de circulación durante décadas, pero, según lo que pude observar, está completamente funcional.
Un murmullo recorrió la sala. Algunos agentes se inclinaban hacia adelante, estudiando la imagen con detenimiento. Ricardo levantó una mano para silenciar el murmullo.
—Continúa.
La siguiente imagen mostró a l un grupo de faunos descendiendo del barco. Era un momento capturado con precisión: las figuras musculosas y salvajes, sus lanzas y armaduras primitivas que contrastaban con el entorno moderno del puerto.
—Faunos. —Rodrigo dejó que la palabra resonara en el aire antes de continuar—. Un contingente de al menos treinta de ellos. No es común verlos en esta región, y mucho menos en un lugar como el Callao. Sus características sugieren que son originarios de Europa, específicamente Inglaterra o Suecia. Pues ese es su lugar de procedencia.
Un agente levantó la mano. Era Alarcón, uno de los analistas de campo más experimentados.
—¿Y qué hacen aquí? Los faunos no son conocidos por operar en Sudamérica, y menos en actividades de este tipo.
—Eso mismo me pregunté, Alarcón —respondió Rodrigo, mientras pasaba a la siguiente imagen—. Pero lo que descubrí más adelante, te dará la respuesta
La nueva imagen mostraba al líder fauno, imponente, con su cuerno roto y un saco en la mano.
—Este parece ser el líder del grupo. A él, se le entregó un saco que, al examinarlo, contenía oro puro trabajado en forma de discos rituales. Estos discos tienen grabados que recuerdan a los hallados en templos sagrados incas.como el Coricancha.
La sala quedó en un silencio aún más profundo. Ricardo frunció el ceño, inclinándose hacia la pantalla como si quisiera confirmar con sus propios ojos lo que veía.
—¿Estás diciendo que están comerciando con artefactos relacionados con nuestras culturas ancestrales?— Inquirió Ricardo.
—Eso, y más, comandante. —Rodrigo respiró hondo antes de avanzar a la siguiente imagen. La piedra. La diorita cristalina, brillo con sus colores naranjas y rosados, apareciendo proyectada, arrancando reacciones inmediatas de sorpresa.
—Esto es lo que realmente me llamo la atencion. Es una pieza de diorita. Estas piedras son extremadamente raras y peligrosas. Y según un estudio por parte de Inteligencia, se usaron en el pasado para abrir fisuras en la realidad, en rituales prohibidos.
Un escalofrío recorrió la sala. Ricardo apoyó ambas manos en la mesa, su expresión grave.
—¿Y están acumulando esta clase de piedras para abrir un portal?
—Eso parece. — Afirmó Rodrigo con seriedad—. Y según lo que observé, los rumores de que están movilizando todo esto al Monte Kapia tienen fundamento. Si están recolectando diorita, es porque planean algo grande.
El comandante Ricardo se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Finalmente, miró a los presentes.
—No podemos ignorar esto. Alarcón, asegúrate de cruzar esta información con lo que tengamos en archivos históricos y de inteligencia. Si esos discos y esa diorita están vinculados a rituales antiguos, quiero saberlo todo.
Rodrigo asintió, cerrando el proyector.
—Esto es solo el comienzo. Lo que descubrí en el Callao apenas rasca la superficie de algo mucho más profundo.
La reunión terminó con un aire pesado. Todos los presentes sabían que lo que venía no sería fácil ni mucho menos seguro.
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Despacho principal del Comandante Ricardo,
El ambiente se había vuelto demasiado tenso.
Rodrigo estaba de pie frente al escritorio, mientras Ricardo, sentado con los codos apoyados en la mesa, tamborileaba con los dedos, pensativo. Había un mapa holográfico del altiplano andino proyectado entre ambos, mostrando las rutas de tráfico sospechosas y el Monte Kapia marcado en un rojo intenso.
—Esto no tiene sentido. —Ricardo señaló el Monte Kapia con un gesto brusco—. Ese lugar está bajo estricta vigilancia por parte de la P.I.P. y nuestros aliados locales. Ningún fauno extranjero, karisiri o chullpa debería poder acercarse sin que lo detectemos.
Rodrigo asintió, pero su expresión denotaba duda.
—Eso es lo que me preocupa, comandante. Si están reuniéndose allí, es porque tienen una forma de esquivar la vigilancia o, peor aún, porque alguien dentro de nuestras líneas les está permitiendo hacerlo.
Ricardo golpeó la mesa con un puño, frustrado.
—Es una posibilidad que no puedo descartar. Pero antes de adelantarnos, necesitamos respuestas claras. —Hizo una pausa y lo miró fijamente—. ¿Qué sabes de las propiedades de la diorita?
Rodrigo cruzó los brazos y tomó un momento para organizar sus pensamientos.
—La diorita es un mineral raro que, bajo condiciones específicas, puede ser usado como catalizador en rituales mágicos de alto nivel. Los registros históricos mencionan su uso en templos antiguos en el Mediterráneo, en Sinar y durante la era de los grandes sacerdotes Babilonicos. Se cree que tiene la capacidad de estabilizar portales interdimensionales y amplificar energías místicas.