El increíble caso del señor Emilio Vespasiano

El viaje al pueblo

La maleta preparada. Dos mudas de ropa, la cámara de fotos, y todo listo para el viaje hasta el pueblo de las Mostazas. El doctor Couto verifica en el mapa virtual de su celular la ruta a la cual dirigirse como así también los llamados pueblos aledaños, cercanos de aquel paramo. La ruta 76 y luego un desvió a la ruta 51 de la cual se ingresa y desemboca a Coronel Pringles, y con ella pasar por villa ventana, el pensamiento, y terminar en las Mostazas. Estaba bien llevar en una jaula a Carlos algo que a él no le agradaba mucho que digamos. Y es que Carlos era como su Sancho Panza. Todo Quijote lo precisa. Todo Batman tiene su Robín. Todo Martin Fierro tiene Su Cruz.

 

El doctor cerró la puerta con llave con bolso, jaula, Carlos hasta la próxima. Eran tres días ya había hablado con Emilio su colega para que este fuera a un Juzgado Laboral (juzgado del trabajo) para cubrirlo en una audiencia. Un trámite fácil, el doctor ya sabía que llegarían a un arreglo, así que le dió las pautas justas para que su amigo tomase las riendas de la causa.

 

Preparado el asunto el doctor fue al garaje, saludo a Rodolfo el anciano que de sereno está en su turno de doce horas días a veces de día y otra de noche.

 

- ¿Se va de viaje mi amigo? – mientras se cebaba un mate amargo

 

- Solo unos días nada más – le dijo el Doc. (diminutivo del Doctor) – Carlos comenzó a gritar agitando las alas

 

- ¿Para dónde enfila camino?

 

- Para el sur de Buenos Aires, cerca de Pringles, y Sierra de la Ventana

 

- Es muy buen lugar. Tiene Cerros y son tranquilos para el descanso – manifiesta el Viejo – Carlos continuaba haciendo barullo - ¿Ese loro cada vez está cada vez más loco parece? – responde ante el batifondo del ave.

 

- Se encuentra inquieto. Detesta el encierro.

 

- Se parece a mí - se ceba otro mate y absorbe de la bombilla dándose cuenta que se tapó por descuido – ¿sabe? En algo me parezco a ese bicho – yo también estoy harto del encierro de este lugar. La libertad es una resistencia como decía don Ernesto Sábato.

 

- Bien dicho. Tiene que tomar otro empleo - contesta nuestro letrado.

 

 

 

 

- Es difícil a mi edad. Aparte uno es como un cuadro, forma parte del paisaje, y el arte lo atrapa – El anciano quita con la bombilla parte de la yerba gastada y la tira en un tacho de basura. Vuelve a tomar el paquete y lanza un puñado en el mate introduciendo bien el tubo para cerciorarse de que no se taparía nuevamente.

 

- No lo creo, es cuestión de afinar un poco la vista. Siempre hay un nuevo lienzo del cual formar parte y dejar el pasado atrás. Uno no es parte del arte sino quiere. Si usted sigue relegando la decisión pasará a la gloria de los pintores de este bonito cuadro que trata sobre un espacio de autos. Póngale un nombre, ¿o se lo sugiero? "El garaje" ¿Qué le parece?

 

- Es buen nombre me parece. ¿Quiere un mate? – ofrece conmovido.

 

- No le agradezco, ya debo irme.

 

- ¡Buen viaje caballero!

 

- ¡Gracias!. Piense lo que le comenté. No se encierre en cuatro paredes oscuras.

 

- Lo tendré presente – y se toma otro mate el hombre longevo. -

 

El doctor se encamina en búsqueda de su auto. Un Renault modelo 147. Al llegar a él, quitó la lona que lo cubría, envolviéndola cuidadosamente por el polvillo que ella tenía. Al abrir el insignificante baúl que demostraba lo diminuto de su auto, guardó la misma, y el bolso de ropa que entraba justo. Lo cerró ordenadamente (percatándose que estuviese bien acomodado), y fue directamente al capo para verificar el motor, aceite y agua. Todo perfecto para emprender el viaje. Se detuvo un instante a mirar ese vehículo. Carlos ya estaba tan enfadado que había perdido el ímpetu de aquel paseo al interior de la provincia. Era un rodado bien viejo, pero lo apreciaba, y es que el doctor Couto le cuesta horrores desprenderse de lo indudablemente nostálgico. Recuerda en un impase de período. Un pasado fugaz al retroceder los engranajes del tiempo cuando una discusión se suscitó con la que fuera su novia. Pleito que habia sido elaborado por unas medias con agujeros. Nostalgias del pasado. "Saudade do que foi", en la lengua portuguesa.

 

- Podrías tirar eso. Es un asco – le expresaba con bronca la mujer.

 

- Podría, ¡en efecto!, de todas formas no – Le contesta el doctor -

 

- No voy a lavar eso, te voy avisando.

 

- ¡No lo laves! ¿Tenés que enojarte por esto?

 

 

 

 

- No es enojarse solo que no tiene sentido guardar algo que debe tirarse por mucho que lo quieras.

 

- Esas medias tiene las cicatrices de partidos de fútbol, de juntadas con amigos, viajes.

 

- ¡Es una pavada! Los recuerdos los llevas vos no un par de medias rotas

 

– le refutaba la dama.

 

- No sabes nada nena! – se ríe el doctor de manera jocosa -

 

- ¡Va!. ¡Toma todo tuyo! Lávatelos. Igual con eso no vamos a salir ni a la esquina.

 

- ¡¡No sabes lo que te perdés!! ¡¡Niña!!

 

- En un laberinto te perdés, no con un par de medias puestas que tienen más agujeros que un colador. Ni modo, ¡no voy a entender nunca ese proceder de los hombres por lo material!

 

El doctor lo analizó, y trato de razonar, pero era inútil. Cuando una mujer tiene razón, tiene razón. Así eran sus charlas en aquella relación que luego por causas de la vida quedó guardada en un baúl.

 

De vuelta al presente, el doctor sacude su cabeza en un acto reflejo muscular y vuelve en sí mismo. Saca las llaves y se mete en el auto para accionar al viejo carro que los llevara en un viaje de ocho horas para aquella travesía.




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