Me desperté, y no, no fue por "la luz del sol" entrando suavemente por mi ventana, aunque lo hubiese preferido. La alarma sonó quitándome de mi grandioso sueño.
La resaca estaba presente esa mañana, como era de esperarse. Estiré la mano desesperada por hacer callar el fastidioso sonido que no dejaba de sonar. Llevé ambas manos a mi cabeza, buscando calmar el desesperante dolor.
Caminé hasta el baño, buscando no caer e intentando calmar los mareos, las náuseas y el dolor de cabeza, tomé una pastilla con agua.
Espere unos minutos sentada en una silla, hasta que decidí asearme.
Mientras me terminaba de arreglar recordé que había dejado una carta por leer anoche. Así que la tomé entre mis manos y la leí.
"Comencemos el juego, pequeña.
¿Por qué crees que tu padre tiene armas, linda?
¿No piensas averiguarlo?
Con ganas de continuar el juego,
Anónimo".
Odiaba a estos tipos más que a nada, pero aun así no pude evitar cuestionarme, ¿por qué papá tiene armas?
Para no comerme más la cabeza, decidí que luego de trabajar, iría con mi padre y buscaría mis propias respuestas, aún si eso era lo que "Anónimo" quería que hiciese. Definitivamente estaba entrando en la boca del lobo, pero yo también ansiaba saber por qué mi padre estaba relacionado con las armas y por qué sabía usarlas.
Dejé la carta en su lugar y bajé a prepararme el desayuno.
Comí algo rápido, y eso que no tenía apuro alguno.
Agarré mi abrigo y mi bolso, metí de nuevo mi móvil, que hace un momento había sacado para revisar los mensajes y las llamadas, nada importante, también metí dinero e informes que necesitaba llevar.
Cerré la puerta con llave, y caminé hacia mi auto. Al subirme a el, recordé cuando estaba escapando de Connor, y el beso de la chica con complejo de payaso y él, pero rápidamente lo saqué de mi cabeza.
No deseaba volver a ver a esa chica con exceso de maquillaje y ropa de marca.
Conduje hasta la oficina, mientras escuchaba la música que ponían en la radio a muy bajo volumen. Bajé y cerré la puerta de mi auto poniendo el seguro.
Ahora tenía un guardaespaldas que papá había contratado para cuidarme, Josh, cuando bajé del auto, allí estaba, esperándome.
—Hola Josh.
—¿Cómo está señorita April?
—Bien —respondí con simpleza y le sonreí.
Apenas entre y subí a la planta donde estaba mi oficina, James se acercó a mi siendo seguido por Connor.
—Hola —saludo James. Le sonreí levemente aunque no tenía ánimos de escuchar su voz o directamente oír algo ese día.
—Buenos días, señorita Brooks.
Miré a Connor y simplemente asentí cordialmente.
Una pequeña y disimulada sonrisa se formó en su rostro pero rápidamente la borró, cuando notó que la vi.
—Hola —dije yo, metiendo la llave en la puerta para entrar a mi oficina. Abrí la puerta y rápidamente la imagen del cuerpo sin vida de Robert llego a mi mente. La borré e intente fingir que me sentía a gusto entrando la oficina.
Al parecer los investigadores no habían hallado nada. Absolutamente nada. No había pruebas en contra de nadie y nadie había visto nada, de hecho, el “accidente” había sucedido demasiado temprano, una hora en la que, de hecho, ni siquiera Robert debería de haber estado. Estaban intentado unir cabos, mientras que yo, por otro lado, sospechaba que él había sido amenazado. Yo sabía quiénes habían sido, sin embargo, los investigadores no. No quería ni imaginar con que le habían amenazado, si es que había sucedido como creía.
—Ayer te fuiste con ese tal Ethan, ¿no?
—Si —dije entrando a mi oficina, quise cerrar la puerta, pero James me detuvo.
—Te acompañó a tu casa.
Alcé los hombros restándole importancia. Sinceramente no quería hablar de lo que sucedió ayer.
—Y estabas borracha... —le siguió Connor. Inmediatamente le di una mirada dura, con una ceja enarcada que lo hizo bajar la mirada, pero con un toque de rebeldía en ella.
—Tengo resaca, ¿podrían dejarme respirar e irse a trabajar? —pedí con cansancio, acariciando con una mano mi sien.
Se miraron entre ellos, James no se rindió y caminó hasta donde me encontraba, me rodeo con sus brazos y me pidió disculpas.
Asentí levemente y me fije en Connor, quién solo miraba todo desde su sitio hasta que se giró y se largó, a trabajar supongo y espero.
Después de unos minutos, James me dejó libre. Todo era raro, James siempre se había comportado así, tierno, cariñoso y sobre protector. Me gustaba que se comportara así, pero a veces, necesitaba sentirme fuerte. Y él me hacía sentir débil de una manera que no me gustaba.
Salí de mis pensamientos rápidamente al escuchar el timbre de llamada de mi móvil. Lo cogí sin mirar.