April: ¡Hola! Bueno... realmente esto es algo incómodo, no estaba segura de si debía o no escribirte, pero estaba algo aburrida y dije: ¿por qué no?
Le di a enviar antes de arrepentirme. Estaba haciendo el ridículo definitivamente, ¿pero cuando no? Había perdido las esperanzas en ese aspecto conmigo.
Caminé de un lado a otro en la habitación, esperando una respuesta del chico piropo de ayer. Le había apodado "chico piropo" al no saber su nombre y... ¡no le había dicho quién era en el mensaje!
Cogí el móvil y escribí:
April: Soy... ¿la chica de ayer? Me llamo Spril, por cierto.
April: Spril*
April: April*
Si antes no había hecho el ridículo, no sabía ya cómo llamarle a aquello. Yo lo dije, ¡adiós esperanza!
Me di un golpe en la frente con la palma de la mano reprendiéndome y esperando que el chico piropo no se burlara de mí.
El móvil vibró en mis manos y rápidamente abrí el mensaje.
Chico piropo: ¡Hola, Spril! Fue un alivio encontrar un mensaje tuyo. Por cierto, tu nombre es fantástico, creo que llamaré a mi futura hija Spril también.
Inevitablemente sonreí luego de terminar de leer. Creo que no fue tan mala idea enviarle el mensaje.
April: Oh, pues muchas gracias, creo que cambiaré tu apodo a "chico payaso".
Chico piropo: ¿Y cuál es mi apodo actual? Así te ayudo a escoger el mejor ;).
April: No te lo diré. Aún no se tu nombre, chico piropo.
April: Demonios.
Me di un golpe mental riendo. Le había dicho el apodo que le había puesto sin querer.
Mi móvil vibró en mis manos y esperé hallar un mensaje, pero se trataba de una llamada.
Contesté.
―Creo que mi apodo para ti será "chica fuego". ―Fue el saludo que chico piropo me dio. Sonreí.
―Oh, pues, hola. De hecho, estoy excelente, gracias por preguntar.
―Lo siento, bella, hermosa y delicada dama, ¿está usted tan bien como deseo que esté?
Solté una risotada al oírlo.
―Depende de que tan bien desee que yo esté, pero, le puedo asegurar que mi charla con usted me está rescatando de lo que podría haber sido una mañana desastrosa.
―Es un honor oír eso, señorita fuego.
―Espera, ¡aún no se tu nombre! ―me quejé.
Escuché su ronca risa. Bonita risa, amiguito.
―Puedes llamarme "el chico anónimo".
Y entonces, todo pensamiento que estuviese teniendo, se esfumó. En mi garganta se formó un nudo mientras intentaba responder. Sabía que él tan solo estaba bromeando.
―¿El chico anónimo? ―pregunté con la voz en un hilo. ¡Oh vamos, April, reacciona!
No puedo dejar que Anónimo me destruya la vida y me deje traumas, no puedo permitirlo.
―Ajá, ¿sucede algo?
No respondí al instante.
―Yo... ¡claro que no! ¿Quieres salir hoy? Podríamos ir al parque a caminar y conocernos, y luego ir a por un helado y...
―Oye, oye, tranquila, ¿estás respirando acaso? ―preguntó entre risas suaves.
―Lo siento, lo siento, es la emoción.
―¿Te emociona salir conmigo? ―inquirió con diversión e interés.
¿Por qué de repente parecía perdido? ¿Sorprendido?
―Sí, quizás seas un gran amigo en el futuro.
―Pero...
Suspiré.
―Hey, nada de peros. Encuéntrame en… la casa de una amiga. Estoy en la casa de una amiga por ahora. Te mando la dirección por mensaje.
―Sí...
―Perfecto, nos vemos en unas horas. ¡Adiós!
Y corté.
Había sido una gran charla. El chico payaso era muy divertido, pero había preferido hacerle creer que la casa de la dirección no era mía. Aunque sabía que si él, de alguna retorcida manera, tenía algo que ver con “anónimo”, ya sabría mi residencia.
Le envié mi dirección por mensaje y me dispuse a limpiar la casa.
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Había quedado con el chico para las 5:45 p.m. Peine mi cabello y lo dejé suelto sobre mis hombros y espalda. Pasé del maquillaje, ya que no tenía ganas del maquillarme.
Bajé las escaleras y dejé mis zapatos de tacón negros en el suelo para ponérmelos y luego caminé a la cocina para coger un par de uvas del refrigerador. En todo momento intentaba no mirar demasiado a las cámaras, pero me era inevitable olvidar que ahí estaban, que me vigilaban.
Mientras las comía, dejé caer mi cuerpo en el sofá, recostándome en el para seguir comiendo hasta que Mr. Piropos llegara y me rescatara (una vez más) de lo que se sentía estar en casa.
Deseaba volver a ejecutar el piano de la casa de papá. Deseaba volver a sentirme junto a mamá. Deseaba oír su voz, a pesar de no oírla más que en recuerdos. Deseaba sentir su calor, que a pesar de los años, se mantenía en esa habitación. Deseaba verla y abrazarla, tener un día más junto a ella. No, quizá una semana más... o mejor, deseaba haber muerto junto a ella.