―No digas oops ―se quejó, sobándose todo el brazo derecho. Era donde más lo había golpeado.
―Lo siento, lo siento, lo siento ―me intenté disculpar. Pero él seguía mirándome como si con esa mirada pudiera matarme ―En fin, ¿qué haces aquí, Connor?
―Yo... ―empezó. Noté un tono un poco raro en su voz, como mareado o somnoliento―. April, ¿por qué lo hiciste?
―¿Qué cosa? ―pregunté, aunque creía saber a dónde se dirigía la cuestión.
―Besarte con ese muchachito rubio que habías conocido apenas hace un día ―rodó los ojos, tal como una chica celosa. Eso era lo parecía estar... ¡celoso!―. Te dije que no te juntes con él. ―Sus palabras no salían muy claras, de hecho, apenas entendía. Su voz seguía casi igual, pero un poco distorsionada.
Suspiré masajeándome la sien con dos dedos.
—Estás borracho, Connor. Vete de mi casa, ahora.
―Pero...
―Nada de peros.
―Lo siento, April...
―Soy yo quién lo siente. ¡Eres tan...! ¡Diablos, no lo sé! ¿Quieres que sienta celos? ¡Quiero ser esa maldita chica, lo admito! No, ¿sabes qué? ¡Olvídalo! Yo soy mejor que esa mujer con complejos de payaso y si no me aceptas como soy, puedes irte. De hecho, vas a irte, ahora. ―Solté todo aquello abruptamente, que dudaba que hubiese comprendido siquiera la mitad, pero después de todo, el no recordaría nada mañana con la borrachera que se mandaba ese día.
―¿Qué chica? ―preguntó ladeando la cabeza. Solté un suspiro, que decepción.
―No tengo que decir nada más, él no va a recordar nada, es inútil —me dije a mi misma, intentado darme paciencia y fuerzas.
Él simplemente se quedó callado. Abría la boca como si fuera a hablar pero rápidamente la cerraba.
―No sé siquiera porque sigues en mi casa. ―Eso fue algo raro, dije lo que me molestaba, o al menos una parte, pero no me sentía aliviada ni mejor, ¿no se suponía que debía de ser así? Tan solo estaba más furiosa —. Ya vete.
Connor se fue caminando hacia la puerta, comenzó a tambalearse, no podía caminar bien.
―Estás tan... borracho ―me quejé en un susurro, pero igualmente me escuchó.
―Lo estoy... ―cerró la puerta detrás de él. Y la habitación quedó en un silencio que daba miedo. Observé la ventana abierta y caminé a cerrarla. Lo más seguro es que haya entrado por ahí.
Saqué ropa del armario y comencé a cambiarme, con todo el tiempo que pasé envuelta en la toalla no fue necesario secarme tanto. Me sequé el cabello rápidamente y lo até en una despeinada trenza a pesar de tenerlo húmedo.
Ya se había hecho bastante tarde, así que decidí irme a dormir. Todavía estaba pensando en las palabras que habían salido de mi boca. Tan solo quise olvidar que dije eso. Se sentía como si me hubiese humillado a mí misma, y así fue.
Bajé y llavee la puerta de entrada y cerré las ventanas abiertas.
Caminé hasta mi cuarto y me lancé a la cama.
Suspiré y apoyé mi cabeza en la almohada, hice un rápido repaso del día, pero tan solo no pude encontrar nada con lo que culpar a Landon. Él, o actuaba demasiado bien, o simplemente no tenía nada que ver, y tenía que admitir que me inclinaba más por la última opción. Minutos más tarde, me quedé profundamente dormida.
Fue sido un largo día.
*
Desperté con la alarma, para ir al trabajo. Era lunes otra vez. Ojalá se tratase de una semana calmada y alegre.
¡Qué gran chiste! Con los sucesos recientes en mi vida, era obvio que no sería así.
Me levanté de mala gana con ese pensamiento en mi cabeza.
Me di una ducha rápida, e hice mi rutina de todas las mañanas. Pensaba mucho en lo de ayer, incluso cuando veía las noticias en la televisión, seguramente Connor despertó con resaca y ayer en la noche fuese tan solo una mancha borrosa. Eso esperaba, al menos.
*
Iba bailando en mi coche mientras manejaba con música electrónica. Me había gustado mucho cuando Landon me hizo escucharla así que la escuchaba ahora.
Subí el volumen aún más y moví mis caderas lo mejor posible, ya que, básicamente, el coche no está hecho para bailar.
Sonreí ante el recuerdo de ayer en la tarde con Landon y seguí bailando en el semáforo en rojo.
―Hey, nena, ¿qué tal si me das tu número teléfono? —me gritó alguien desde su propio coche. Bajé del todo mi ventana y sonreí asintiendo. Cogí un papel y bolígrafo de mi bolso y escribí.
Como pude, le pasé el papel y observé su reacción al leer:
"Ni en tus sueños, idiota"
Su rostro se descompuso y me observó con una mueca graciosa. Luego soltó carcajadas que no pude evitar seguir.
―Nos vemos, chico pelirrojo desconocido ―grité sobre mi música cuando volví a subir el volumen, hacía él y le di un asentimiento antes de avanzar.