―¡Ethan! ―grité corriendo hacia él ―. Deseé un amigo como tú por años ―susurré abrazándolo fuertemente apretando mi rostro contra su camiseta.
―April... rojita, no puedo... ―murmuró con el rostro sonrojado, tal vez por la falta de aire ―. ¡Respirar! ―gritó cuando lo dejé libre y empezó a reír luego de coger aire.
¡Me llamó rojita! Luego hablaría con él sobre eso.
Observé a James y caminé a abrazarlo también.
―¿Cómo estás James? ¿Es una buena secretaria Amy?
―Perfectamente. Lo es, ya sé porque la mezquinabas tanto―pronunció asintiendo con una sonrisa resplandeciente.
Observé a rojito hablar con Ethan y sonreí. Eran primitos, que ternura.
Cuando me voltee para ir a mi oficina me di de bruces con... ¿Emma?
―¡Emma! ―dije sorprendida y haciendo el amago de saltar a por un abrazo, pero luego recordé a su pequeño bebé y me arrodillé haciendo con el dedo un "no" ―. No debo saltar a por Emma, bebé, podría lastimarte, ¿o no, preciosura? ―dije acariciando la barriga de Emma.
Cuando me paré, todos, y cuando digo todos hablo de todos, me estaban observando fijamente.
¿Qué les pasa? Yo solo amo mimar a mi sobrinito, y sobrinita futuros. Lo sé, lo sé, no sabíamos si serían mellizos o no, pero yo lo deseaba.
―¿Cómo has estado, Emmita? ―pregunté. Hoy en definitiva amanecí de buen humor. ¡Viva el buen humor!
―Mal desde que me llamaste Emmita ―rebatió seria y luego rompió en carcajadas que acompañé con todo gusto. Extrañaba a Emma y creía que ella se había enojado conmigo.
―Muchachos, ya pueden largarse a trabajar. Rojito y Ethan, los quiero en mi oficina a la hora del almuerzo, Emma, acompáñame.
Ethan y Connor fruncieron el ceño, por otro lado, James sonrío, él conocía mi lado mandón. Rojito también sonreía en mi dirección. Asentí y empecé a caminar con Emma pero la mano de Connor evitó que siguiera mi camino. Miré a Emma alarmada pero ella simplemente se encogió de hombros.
―No me saludaste.
―Tu tampoco.
―Tu tenías que hacerlo primero, ya que llegaste con la manzana andante de allá ―señaló.
―Primero, ¿eso que tiene que ver? Segundo, también soy una manzana andante. Auch. Tercero, ¿tu mamá no te enseñó que señalar es de mala educación?
Soltó un suspiro derrotado.
—Buenos días señorita Brooks.
Solté una carcajada aguda que me dio más risa.
―Buenos días, señor Jones, si me permite, tengo mucho que chismosear con la señorita de aquí al lado.
Me volteé con Emma siguiéndome e ingresamos a mi oficina.
―Siéntate, siéntate.
Emma se sentó y salté al asiento más feliz que nunca de tenerla junto a mí.
―¡No sabes cuánto te extrañé! ―chillé tan bajo como pude, sin más.
Le abracé con cuidado.
―Pensé que estabas enojada o algo. Temía aquello. Mejor olvidemos lo que sucedió en tu casa la otra vez, si, olvidémoslo.
Ella asintió contenta.
―¡Llevo un mes! ―soltó un grito de felicidad.
―Oh, ¡por Dios! Pero que grandes mis pequeños ―dije hablándole a su barriga. Su embarazo aún no se notaba, obviamente ―. ¡Van a ser los niños más mimados de la existencia, lo prometo! Les voy a comprar mucha ropa, juguetes, comida, y la primer palabra que dirán será "tía April".
―Esas son dos palabras, y, lo primero que dirán será...
―¡Oh por Dios! ¡Estos bebes me aman! Se mueven, lo sé, se mueven.
―No pueden mov...
―¡SE MUEVEN, EMMITA, SE MUEVEN! ―chillé emocionada.
Emma soltó un suspiro mezclado con una carcajada y la observé como si fuera un monstruo.
―¿Qué fue eso? ―pregunté asustada y eso provocó que ambas riéramos.
―¿Por qué hablas de bebés? Solo hay uno allí dentro.
―Eso no lo puedes saber, y yo tampoco, pero deseo que sean mellizos. Por cierto, ¿quieres ir a almorzar hoy conmigo, Roji y Ethan?
***
―Tengo más hambre, ¿quién les dijo que yo almorzaba ensalada? ―pregunté mientras alzaba la mano para llamar la atención del mesero.
―Una hamburguesa completa con papas fritas, y una gaseosa light.
Ethan y Roji, o sea Josefino, soltaron una carcajada y luego Roji habló:
―Como si la gaseosa light te quitara todas las calorías en la hamburguesa y las papas fritas.
―¿Quién dijo que era para eso? Me encanta la gaseosa light.
Asintió. Hablamos de cosas sin sentido mientras esperábamos mi pedido. Ellos comían tranquilamente lo que pidieron y yo miraba con deseo sus almuerzos. ¡Muero de hambre!
―Así que, rojito, ¿vivirás en esta ciudad a partir de ahora?
―Así es, Petu.
Vi a Ethan atragantarse con su comida mientras empezaba a toser reprimiendo una carcajada. Su comida salió volando de entre sus labios.