El infiltrado ingles (enlazados3)

Veintidós

Alice

Quiero negar que me la paso muy bien con Ian es una total mentira, es un chico estupendo, agradable, pero hasta ahí, tan solo bastó llegar a la casa de Julia para encontrarme con una mirada "dímelo todo"

- Pensé que no vendrías - caminamos hasta los muebles y nos sentamos –

- ¿Por qué pensaste eso? – bufa –

- Últimamente andas mucho con Ian, como es fin de semana pensé que irían a tomar algo - le sonrió irónicamente –

- Bueno ... trabajamos juntos, mas bien, tu marido nos colocó a trabajar juntos; además es mi profesor de calculo

- Aja ... eso lo sé Alice; en fin, ya que estas aquí ven te voy a mostrar algo – nos levantamos de los muebles y caminamos hacia un cuarto – ¿qué te parece?

- ¿Tu cuarto de diseño? – asiente – Fabricio no quiere que salgas de la casa

- Ay, Alice no me dañes la felicidad, este cuarto lo utilizaré cuando nazcan – se señala la barriga que se le empieza a notar mucho –

- Me gusta el buen gusto de tu marido ... sabes yo vine por unos helados que me prometiste – los ojos le brillan –

- Vamos para la cocina nos esperan unos potes de helados grandísimos – nos carcajeamos-

Gracias a Julia me volví adicta a los helados, a la primera oportunidad llegábamos a una heladería, cualquier día y claro si había dinero con más razón íbamos. Entre tanto helado conversamos de todo un poco, le converse sobre cómo iba la transición de la fundación y la casa de diseño, la universidad y nuevos proyectos en mente que tengo.

Al día siguiente me esperaba mucho trabajo en el conglomerado, tenía que hacer visitas a lagunas joyería para proponer los diseños y plantear una página web donde la gente del común pueda pedir algún diseño. Llegué al medio día me entretuve con el cliente más de lo normal, siento una presencia detrás de mí

- Buenas tardes, Alice ... quiero conversar contigo ¿te espero en mi oficina? – me sobresalto al escucharlo –

- Buenos días, Franco ... cuenta con eso

Se aleja sin más, presiento que va a empezar a jugar, como ya le liberaron el castigo "por así decirlo" se cree con el poder otra vez. Decido no prestarle atención y seguir mi camino hacia la oficina.

Como todos los días Mary me recibe con una gran sonrisa y me hace señas que entre a la oficina, no toco la puerta, al entrar una luz me ciega por unos instantes

- Buenos días, huy eso que fue – escuchó una sonrisa –

- Hola pelirroja ... estoy probando esta cámara – se levanta y me saluda de beso en la mejilla –

- Me tomaste desprevenida ¿quedo bien? – me señala la foto –

- Eres fotogénica ... cuéntame como te fue hoy – vuelve a su lugar –

- Bien, el cliente aceptó el negocio ... solamente que algunos diseños sean exclusivos para su joyería

- Le comentaste que esa exclusividad cuesta – asiento –

- Si claro – rebusca en uno de los cajones –

- Esto es para ti, no se si te gusta – me entrega una barra de chocolate –

- Gracias ... no te imaginas lo que la necesitaba y ¿Por qué me la regalas? – se remueve en la silla –

- Esta mañana que fui a desayunar, la cafetería tiene un estante de barras de chocolates y cuando la vi ... me acordé de ti – termina la frase mirándome fijante a los ojos –

- Gracias ... me encanta el chocolate... debo ir a la oficina de Franco, no se que quiere

- Y ¿eso? – frunce el ceño –

- No se ... cuando estaba esperando el ascensor me dijo eso – me levanto y me dirijo hacia la puerta –

- Te espero y almorzamos juntos ... yo invito – me sonrió-

- Me encanta esa idea ... ya vuelvo

Optó por tomar las escaleras, la oficina de Franco Damiani esta unos pisos arriba, en el área de administración; al llegar me vuelvo el centro de atención, las chicas de este piso parecen modelos de alguna revista, siempre van con tacones; con ellas tengo poco contacto, la secretaria de Franco me sonríe raro cuando le digo que él me mandó a llamar, me anuncia y me dice que entre que me esta esperando.

La oficina que tiene ahora es distinta a la que tenía antes, digamos que bajó de categoría, al entrar lo veo tecleando en su computadora

- Buenas ... qué querías hablar conmigo – levanta la mirada deja lo que está haciendo y me queda mirando –

- Hola ... toma asiento – me sonríe –

- No puedo demorar, me esperan allá abajo – endurece la expresión y asiente -

- Bueno como tienes afán voy a hacer directo .... El conglomerado maneja un código de vestuario estricto – frunzo el ceño-

- ¿Qué me quieres decir? – se levanta y camina hacia mi –

- Tu vestuario no es el apropiado para manejar un área del conglomerado, manejas clientes con un alto poder adquisitivo, por tu forma de vestir y arreglarte podríamos perderlos – se recuesta en la mesa y me observa –

- Buen punto ... pero no le veo problemas a mi vestuario – me observó- jeans en buen estado, una camiseta nueva, la chaqueta me la regaló tu madre, y mi cabello está bien arreglado, mi maquillaje es natural, lo que me lleva a preguntarme ¿en qué te molesta?

- Las políticas del conglomerado así lo estipulan – su mirada esta endurecida –

- ¿Las políticas del conglomerado? ... o tus ganas de joder – se sonríe –

- Mírate puedes ser mejor que esto – me señala –

- Esto que ves ... esa soy y parece que tengo más personalidad que tu – le doy la espalda para salir -

- ¿Qué le ves a ese niñato? El sábado los vi aquí a las fueras – me devuelvo y lo encaró-

- ¿Qué le veo? ... lo que a ti te falta – se levanta visiblemente molesto–

- ¡ALICE! – me sonrió -

- Vete a la puta mierda Franco – trató de salir de esa oficina – ah se me olvidaba, tomaré en cuenta tu sugerencia sobre la vestimenta, pero lo hablaré con el dueño del letrero a ver que me dice

Salgo de ahí echando humo por los oídos, cómo se atreve; a él siempre le molesto mi forma de vestir y de arreglarme, al principio pensaba que me protegía, pero no, era su machismo, el gran Franco Damiani no puede andar con alguien pobre y yo Alice ferrara soy orgullosamente pobre, vengo de abajo y me estoy superando, estudio y trabajo al tiempo, para que él venga y me mancille por que quiere.




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