El Inicio Del Fin

CAPÍTULO 11

Una lágrima salió de sus ojos, comprendió que no podía hacer nada por ayudar al pobre animal y retrocedió arrastrándose.

Entonces el león se detuvo como si algo mas hubiese captado su atención volteó la mirada hacia el niño se quedó observándolo un instante y de un salto se abalanzó sobre él.

Bend se cubrió con sus manos instintivamente. Esperaba recibir la mordedura del león mas ésta no llegó instantáneamente.
El león rugía de dolor, la daga que antes había lanzado Bend se había atascado entre los dedos de una de sus patas traseras y con cada movimiento que hacía la daga se incrustaba mas y mas.

El animal saltaba desesperado, Bend se levantó y corrió. El bosque espeso probablemente ayudaría a ocultar su pequeño cuerpo. Volteó a ver si el animal lo seguía pero no veía con claridad.

—¡Señor Jeremy! Sálveme—gritó inocentemente pensando que Jeremy se encontraba cerca —por favor.

Nadie respondió a su llamado, solo se  oyó su eco resonando en todo el bosque.

Siguió corriendo sin rumbo alguno, trataba de esquivar las piedras y ramas pero no podía evitar que algunas le dejen unos cuántos rasguños en la piel.

Unos rugidos lo motivaron a correr mas rápido, el león se estaba acercando. Bend volteó solo para ver la melena de león casi pegada a su cuerpo. El león levantó su pata y dió un zarpaso, pero éste rasguñó el aire.
Bend ya no estaba.

                      ◀◀◀         ▶▶▶

Jeremy continuába recordando escenas de su antigua vida, cuando todo era tan “normal" en cierto sentido.  Ahora todo se había ido a la mierda, el mundo entero, el planeta y sus habitantes.

Un sentimiento de ira y tristeza invadieron su interior. Apartó la mano de la cuna y salió de la habitación, no sin antes darle un último vistazo. Probablemente no volvería ahí en unos cuantos meses.
Cerró la puerta y se dirigió a la habitación de al lado. Ésta era un poco mas tosca y oscura. 
Estaba llena de armas de todo tipo: pistolas, metralletas, rifles, francotiradores, machetes, arcos, granadas entre otras. Sin contar las municiones.

Pero Jeremy no había ido ahí por eso. Abrió uno de los armarios y de su interior sacó un par de botas negras, iguales a las que ya tenía puestas. Luego de colocárselas dejó todo como estaba y salió de la habitación. 
Antes de retirarse, como acordándose de algo, volvió a entrar y cogió un arma. Bajó las escaleras, acomodó las trampas nuevamente y se marchó.

Sus pasos eran casi imperceptibles. El asfaltado estaba lleno de vegetación, pero aún se distinguía algo de ello.
Al igual que toda la ciudad.

Siguió caminando, a lo lejos se veía los restos de lo que alguna vez fué la imponente estatua del Cristo Redentor.

Solo quedaba erguida la mitad de su estructura , la cabeza aún se conservaba muy bien, a pesar de la cantidad de años que habían pasado. Jeremy aún recordaba el día en que se derrumbó frente a él y a cientos de personas, sin razón aparente.

Jeremy seguía viendo las lejanas ruinas cuando unas risas y murmullos interrumpieron su concentración.

—Está solo, pobre idiota.
—Vamos a por él.

Jeremy siguió su rumbo sin prestar atención, pero en cuánto notó que lo estaban siguiendo se internó en el bosque.




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