Algo más que una realidad
La misma cantidad de personas del momento que me llevaron al salón ostentoso se mostraba a nuestro alrededor. La diferencia era el cambio de lugar, nos situábamos a las afueras: en un patio definido y a los alrededores del mismo palacio que solo escuchábamos rumores de como era.
Como imaginar que su apariencia sobrepasaba cualquier imaginación. Imposible no admirarse ante su estructura de piedra cortando prácticamente los cielos con su imponencia elevación. Solo para verla completa se debía tirar el cuello hacia atrás quedando demasiado admirados. Seguia sin creer que estaba aquí.
Trabajando en mi objetivo de no caer en lo espectacular de las cosas materiales de los lobos, revise con disimulo mi alrededor. No solo la estructura de palacio se encontraba tras nosotros, existía unas elevadas columnas unidos por muros poderosos. Estos rodeaban varios metros alejados de palacio simulando una especie de prisión. No sabía si la construcción de los muros eran por seguridad o algo más.
Marck tenía razón no hay forma sencilla de escapar sin morir en el intento.
—Estoy aburrido —murmuró a mi lado agotado de la situación aburrida de estar parados en una nueva fila formando una columna—. ¿Qué estamos esperando? —Los soldados nos trajeron hasta aquí colocándonos en primera línea. No nos explicaron del porqué, y transcurriendo el tiempo no sucedía nada; ha pasado más de media hora. La situación estaba resultando agobiante. —¿Será que nos traen comida?
—No lo creo —Tuve que ser realista quitando la emoción de sus rasgos.
Seguí inspeccionando cruzando con varios guardias sobre y a los costados de esos muros. La seguridad era simplemente impenetrable. Definitivamente moriré en el intento de escapar.
Mi atención volvió a ser acaparada con la diferencia de una persona que vimos una vez. Con una presencia y postura avasalladora la mujer rubia de aspecto rudo se presento apareciendo de un lado. Caminando firme y elegante se detuvo en medio examinándonos y permitiéndonos examinarla. No había duda de que su aspecto era de total rudeza, unas sombras negras en los ojos y sus labios rígidos dejaban en claro que no debíamos hacerla enojar, más por las armas sutilmente escondidas en diferentes lugares de sus prendas de cuero marrón con detalles metálicos. Me siento una hormiga delante de ella.
Sigo teniendo esa duda del porqué todos los lobos… Lycans se ven intimidantes y perfectos. No entiendo como pueden verse mayores y aún así mostrar una juventud plena en cada una de sus facciones, porque la mujer de cabellos rubios era visiblemente mayor a nosotros pero tampoco lo aparentaba. Particularmente extraño.
—Soy la General Aragón —y como pasar por alto aquellos timbres de voz altos y finos. —Seré directa… están aquí porque formaran parte del ejercito de nuestro Rey. Pronto se convertirán en Lycans; gozarán de un poder que pocos tienen la suerte de recibir, pero para ser dignos de ese poder deberán ser merecedores de ello —mantuvo una postura firme con los brazos tras la espalda—, por lo cual, a partir de este momento los entrenaremos rígidamente. Tendrán entrenamientos en armas blancas y de proyección, como también en peleas cuerpo a cuerpo entre otras asignaturas—nos examinó a cada uno—. Si no logran resistir, sus castigos serán de acuerdo al nivel de su falta. Y créanme, somos bastante piadosos, pero si rebasan el límite de nuestra paciencia aténganse a las consecuencias.
La consternación fue una respuesta natural a cada palabra suya. No era fácil asimilar que nos convertiremos similar a ellos y seríamos sus esclavos que irían a la guerra en representación a un tirano que odiábamos, pero si nos negamos ¿que quedaría? Posiblemente solo nuestros cadáveres esparcidos. No existía una forma de negarse, y si queríamos sobrevivir era mejor no provocarlos… Desgraciadamente alguien no pensaba de la misma forma…
—Disculpe, señorita —No puede ser. —Tengo algunas preguntas —los ojos almendrados de la rubia se concentraron en su persona, seguido de eso se acercó a él quedando frente a frente.
—¿Cuál es tu nombre? —Esa voz con un toque autoritario no parecía afectarle en nada.
—Kaled Daft —respondió ofreciéndole una sonrisa.
—Kaled —probó su nombre—Sabes que soy una Lycan pura, ¿cierto? —asintió— Y sabes que tú eres solo un humano que puedo asesinar en este mismo instante, ¿correcto?
La expresión de Kaled fue apretar los labios suavemente entre cerrando los ojos, ladeando un poco la cabeza. —Si entiendo bien estos temas complicados... yo ahora no soy del todo humano, ¿verdad?
No solo yo me sorprendí por una respuesta sumamente lógica que fue incluso capaz de sorprender a la rubia delante de él, parpadeando un par de veces. Recuperándose enseguida regalándole una sorpresiva sonrisa de lado.
—Eres un chico listo, Kaled —Si supiera. —aparte de lindo por supuesto —lo escudriño de pies a cabeza—. Por ese motivo puedes preguntar.
—Gracias —lo miró emocionado—. Quería saber si esos entrenamientos empezarían desde ahora.
—Así será. ¿Por qué? Acaso pretendías descansar como en tu hogar —El repentino tono burlesco no hizo que el contrario borrara esa alegría que mantenía en todo momento.
—En mi casa yo nunca descansaba —se encogió de hombros restándole importancia—, pero lo preguntaba porque yo tengo una pierna casi rota y pues —subió un poco el pantalón de tela mostrando una venda que rodeaba su tobillo hasta la mitad de su pierna— se me hace que no podré entrenar. Marck dijo que si hacia esfuerzos podría incluso caerse mi pie.
¿En qué momento Marck dijo eso?
—En este lugar no existen favoritismos —elevó un tanto la voz siendo escuchada por el resto—, pero si de verdad quieres descansar, te dejaré hacerlo —eleve ambas cejas en otra sorpresa— con una condición por supuesto —No se si solo yo fui la que vio una sonrisa lasciva en sus labios, pero de lo que estoy segura es que lo que le dijo a Kaled en el oído no fue nada divertido, porque sus mejillas se tintaron en un rojo suave abriendo excesivamente los ojos mirando a la persona que provocó esa reacción y que sonreía ampliamente por ser la autora.
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Editado: 20.08.2024