Peticiones e intentos y deseos de asesinato.
—Debes decidirte —habló a mi lado derecho.
—Solo elige uno —habló a mi lado izquierdo.
—No la presiones —Sin ser adivina sabía que empezarían a discutir otra vez. —Estás decisiones llevan tiempo de tomarlas. Son más complicadas de lo que aparentan ser —No entendía porqué siempre lo hacían.
—Yo lo elegí el primer día.
—No todos tienen tu suerte. Cada uno es diferente en el ámbito de tomar decisiones.
—No siempre es así.
—Por supuesto que así es.
—Estás equivocado.
—Tú lo estás en realidad.
—Yo nunca me equivoco.
—Siempre existe una primera vez.
—Pero esta no es.
—Sí lo es y, existirá otras más si siempre crees tener la razón.
—Eres agradable prediciendo mi futuro Marck.
—Lo sé. Y de nada Leila.
—¿En serio se pondrán a pelear otra vez? —Tuve que detenerlos dándome la vuelta para mirarlos. —No entiendo porqué siempre discuten cada vez que se ven.
Ambos se miraron entre ellos y luego a mi para hablar al mismo tiempo —No estamos discutiendo.
—Como no puede ser una discusión el confrontarse con palabras e incluso lanzar insultos a veces —Lo último fue dirigido especialmente para Leila.
—Esas no son discusiones —se cruzó de brazos.
—Así es: simplemente tenemos diferentes puntos de vista —La secundo relajado. —La diferencia de ello y que aparenta una discusión ante el resto de los ojos es porque decimos a viva voz lo que pensamos. Somos extrañamente sinceros el uno con el otro.
—Es exactamente así, por eso no puedo callarme con los insultos. Se me va con Marck, pero aún ante eso él me agrada.
Oh, ahora lo comprendo mejor, entonces ellos no se llevan mal. Creí que se detestaban.
—Tú también me agradas Leila —admitió aclarando un poco la garganta.
Volvieron a mirarse en una extraña conexión de estar comunicándose entre ellos, sin la necesidad de decir algo más. Extraño.
—Bueno. Por lo que estamos aquí —dejo la atmósfera avanzando un paso a mi para tomar mis hombros y girarme para que volviera mi atención a las armas colgadas en repisas—. Ya debes elegir uno, Minerva. Llevamos una hora aquí.
Barrí la mirada entre todas las armas colgadas y perfectamente alineadas en otras superficies metálicas. Existían tantas: de diferentes tamaños, filos, puntas e incluso colores, livianos, pesados, de formas llamativas o discretas. Toda una diversa sección de todo tipo. Era imposible decidir cuál elegir.
—Es complicado Leila —Ninguna llamaba mi atención. —y si mejor lo dejamos para...
—No —Unieron nuevamente sus voces dando una rotunda negativa.
Suspire pensando que estaban exagerado. Tampoco entendía porque era necesario la elección de un arma específicamente. Una con al cual se debía complementar, un ejemplo seria Leila y su bastón de Combate. Tanto la persona como el arma llegaban a crear una armonía única. Era como si estuvieran hechos el uno para el otro… Una forma extraña de decirlo si lo pensaba correctamente.
Suspirando derrotada avance. —Entonces, elegiré... —estudie cada uno deteniendo mi mirada en una interesante— Esta me gusta.
Sujeté un abanico hecho de metal y tela de un peso ligero al sostenerlo. Lo había visto con anterioridad, específicamente cuando la General Aragón nos trajo en una clase de descanso y aprendizaje al mismo tiempo. Permitió que husmeáramos, dejando que hiciéramos preguntas también.
Por ese día recordaba como ella abrió este abanico, enseñando lo elegante que era al abrirlo. El metal pintado en negro, hacia un gran contraste con la tela de color verde oscuro que tenía hermosos bordados de hilo plateado formando figuras sin sentido. Sin duda todos se maravillaron, quedamos mucho más maravillados cuando en un movimiento sutil de su brazo provocó que una cuchilla saliera disparada de un extremo del abanico.
Ese día la General nos dio una lección importante: jamás dejarse guiar por las apariencias frágiles, porque estas podían esconder una peligrosa sorpresa.
—¿Estás segura? —interrogó Leila antes de que la abriera.
—Yo creo que sí, además parece sencillo utilizarlo.
Así lo hizo ver la General.
—No me parece que… —No completo su oración porque había desplegado el abanico con una sacudida. Sacudida que al abrirse una de las cuchillas salido disparada accidentalmente en dirección a Marck que se agachó a tiempo. —definitivamente no funciona así. No estas capacitada para este tipo de arma.
—Lo siento Marck, no era mi intención —Un leve susto si me recorrió la piel pensando que podía haberlo herido sino fuera por sus ágiles reflejos.
—No importa —aclaró la garganta quitándome el abanico de las manos—, Leila tiene razón; no es tu tipo de arma. El abanico esencialmente necesita de alguien delicado y sumamente paciente —Dos virtudes que no tengo. —Mejor elige otro.
Dejé salir otro suspiro ahora de frustración, pensando que no servía para ninguno. No tenía delicadeza y no tenia rudeza.
—Que tal este —apareció luego de irse algunos segundos sosteniendo un garrote—. Un recorrido de prueba. Ves si te adaptas y sino, entonces… —se acercó mirándome con lastima— serás expulsada del club de mejores amigos.
Ante su comentario sin sentido, porque no teníamos ningún club y siendo de total burla ante la risa que quería dejar escapar. La miré aburrida recibiendo el garrote de madera y tamaño mediano, midiendo lo relativamente pesado que era. Sin duda era una buena arma de pelea para un Combate de contacto.
—Puedo intentarlo.
Solamente debía reunir algo de fuerza, sostener desde el extremo delgado, golpeando al objetivo con el otro lado de un diámetro más amplio. No parecía ser difícil de hacerlo. Ni para expertos.
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Editado: 20.08.2024