Entre transformaciones y sentimientos desequilibrados.
Pese a haber llorado la cantidad que llenaría un balde de agua solo con mis lágrimas, seguía teniendo algunas gotas que quedaban y que no pudieron evitar resbalar por una de mis mejillas. La limpié rápidamente con el dorso de mi mano volviendo a afirmar las riendas del caballo en el que iba.
Con la cabeza por lo bajo, de reojo miré a Kaled a mi lado, igual sobre el caballo; tan triste y mal como yo lo estaba. No tenía idea de lo que le sucedido para ponerlo así de deprimido llorando también. La única diferencia era que no respondía a limpiar las gotas saladas que corrían por su piel, incluso sus sollozos bajos seguían ahí.
Ambos parecíamos competir por tener el título de quien se ve más miserable, por supuesto que los jueces serían el resto de los soldados que estaban unos metros, más adelantados a nosotros, dándonos cierto espacio e incluso ofreciendo una que otra mirada interrogativa en nuestra dirección. Dábamos lástima, sin duda.
—Minerva —llamó repentinamente, después de una hora de total silencio—. Eres mala.
¿Qué?
—¿Qué?
—Eres mala —repitió, pero yo quería saber porque decía algo así—Aparte de golpearme dos veces, humillarme con tu cinta de niña, te atreviste a ocultarme un gran secreto —Ahora estaba el doble de confundida.
—¿Cuál secreto? ¿De que hablas? —Que yo recordaba no tenía ningún secreto… creo.
—Si lo tienes y no puedo creer que me lo hayas ocultado a mi: tú mejor amigo. Eres mala.
Totalmente perdida: así me encontraba, porque no sabía cuál era el supuesto secreto que tenía y por ocultarlo no sabia que me convertiría en mala.
Abrí la boca para decir algo contradictorio pero se adelantó tirando de las riendas del caballo en el que iba. Confundida lo imité, tan solo un metro más adelante, dejando que el resto del escuadrón siguiera su avance sin notar tampoco nuestra parada improvista.
—¿Entonces me dirás que no hay nada raro entre el Comandante y tú? —La sangre abandono mi rostro — No creí que te gustaría alguien como…
—¡De que demonios estás hablando! —Mi alteración causó una carcajada de su parte, borrando cualquier tristeza de su rostro. Solo estaban las lágrimas secándose en sus pálidas mejillas.
—Así que es verdad —extendió una enorme sonrisa de complicidad—. Me sorprendes Minerva, atrapar a alguien así… nunca lo imaginé de ti. Tampoco me imaginé que el Comandante se interesará —abrió excesivamente los ojos repentinamente mirándome nervioso—. No piense que digo eso porque no eres alguien bonita. Tú eres muy bonita, si quisieras tendrías a cualquiera, aparte de que eres capaz de todo como también muy decidida. En realidad lo decía por él. De no fijarse me refería a todos en general. Ya sabes, siempre tiene una cara de “quiero matarte" así que no me imaginaba a alguien como él interesado en otro alguien, pero me alegra que seas tú. Ahora que lo pienso hacen una muy bonita pareja, por eso tienen mi bendición.
Ya no me sorprendía que digiera tanto en tan poco tiempo. Acelerando palabra tras palabra, volviendo todo un enredo su punto.
Lo que tampoco me sorprendería era que si intentaba explicar lo que realmente sucedía estaría lejos de comprenderlo. No porque no sea inteligente; Kaled era bastante inteligente si se lo proponía, pero si se trataba de alguna relación que por cierto aquí no existe, eso no entendería.
Apuesto que ya está creando todo tipo de fantasías en esa cabecita.
—Nada de lo que estás suponiendo es así Kaled. No hay nada.
Fue rotunda mis palabras creando un puchero en él, seguido de otra sonrisa mucho más grande como un toque maquiavélico en sus ojos esmeralda, brillando por los rayos del sol que chocaban en su rostro.
No queriendo oír ya nada de lo que parecía querer decir, incite a Áureo a que avanzará para alejarnos de mi grandioso amigo.
—Todavía —apreté con fuerza las riendas volviendo a que parara—. Si es así todavía no lo hay, pero es de ciegos creer que el Comandante no está interesado en ti. Solo basta con mirar como te mira, su mirada no es la misma como observa al resto, contigo se vuelve suave y hasta frágil. Le faltaría poco para babear.
Se burlaba lo sabia. Podía jurar que ahora mismo contenía otra risa burlona y por primera vez quise quitarle esa alegría, y lo hice con un simple ataque cobarde de mi parte.
—Babear como tu babeas por Leila, ¿cierto? —giré el cuello no queriendo perder su expresión, y por supuesto sonreí al ver su sonrisa congelada junto a todo su rostro volviéndose más pálido —. Eres malo Kaled. Ocultarme ese secreto —negué varias veces—. Yo que soy tu mejor amiga.
Era cruel devolverle la jugada pero no, no quería que el tema fuera relacionado a mi. No estaba preparada. Ni yo misma entendía. Y él me pedía que le explicara.
—N-No sé de que hablas.
—¿Entonces me dirás que no estas perdidamente enamorado de nuestra amiga? —Decirlo en alto por mi parte y, él escucharlo también en alto le ocasionó unos terribles y adorables sonrojos en el rostro. Y estos no eran por el calor. —No creí que me lo ocultarías de esta forma y de paso negarlo.
Enrojeció más apretando los labios y no pudiendo reprimirse en llamarme la atención por hacerle bullying. —¡¡Minerva!!
No lo evite. Por supuesto que no evite la carcajada que solté ante su ataque de ira y vergüenza.
Solo al lado de Kaled y con sus ocurrencias podía olvidar que tan dolida estaba una parte de mi. Pero estar ahí con él no evito la línea de los acontecimientos que debían de seguir, por ejemplo el lobo que apareció de repente saliendo de los arbustos, poniéndose por delante de nosotros amenazante. Áureo se inquieto relinchando.
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Editado: 20.08.2024