El Inicio del Reino Lycan

Capítulo 18

 

Sentimientos

 

 

Pasillo tras pasillo cotidiano, caminé sin interés de nadie que cruzaban por el camino al que me dirigía. Era de menor importancia el alejarse a propósito de mi al momento de verme. Me temían, y estaba acostumbrado a ello. Dejó de ser importante hace décadas la opinión de los demás. No vivía de sus palabras. No respiraba de sus críticas. Tampoco moriría de tristeza melancólica al saber todo el miedo que podía influir en sus delicados espíritus. Nada de eso era importante para mi… o así fue antes con todos los que me rodeaban. Ahora existía una persona que si podía influir en todo eso, provocando sentimientos que en ningún momento desde mi uso de razón, existió.

Un problema.

 

Trabajando para no pensar en esas confusiones, detuve los movimientos de mis pasos frente a una puerta de una habitación que visitaba a menudo, desde sentir todo esto…

Existía solo una persona en la que confiaba. No le guardaba una confianza total, pero si la suficiente para rebelarle los conflictos desconocidos que pocas veces me embargaban.

 

Siendo pocas veces educado con alguien que se ganó mi respeto desde mi niñez difusa: golpeé la puerta antes de ingresar, al percibir la soledad en la que estaba ahora.

Tuve la vista usual de siempre en el interior; él sentado en una silla tras el escritorio en una esquina, leyendo algunas investigaciones interesantes o libros diversos para distraerse de su trabajo como el Primer Sanare de Demetri.

 

—Seth —Subió completamente la vista dando una cotidiana sonrisa cordial. Sin llegar a ser tan actuada como la de otra persona que debía ver todos los días de mi caótica y ya no tan miserable vida.

Asentí en respuesta, acostumbrado a oír mi nombre venir de él en privacidad. Deje que lo hiciera por ser la única persona mayor a la que pedía consejos por la cantidad de números que tenía su reloj biológico.

 

—¿Cómo estás? —No era tan molesto que preguntara siempre lo mismo luego de entrar por esa puerta.

—Supongo que bien.

Acepto mi respuesta asintiendo. —¿El rescate de Kaled...? ¿Hubo algún hecho particular?

—Nada fuera de lo inusual… —ceñí la frente pensándolo mejor— él es raro.

Su risa ligera hizo a las pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos hacerse más notables, remarcando de nuevo el hecho de que estaba divirtiéndose con algo que no llegaba a entender.

 

—Kaled no es raro, solo es un chico diferente. Muy especial e importante para Minerva y Leila. También lo es para mi.

 

Marck era conocido en todo el Reino Lycan como una persona de actitud, cálida y reconfortante. Muchos piensan que es alguien tan bondadoso que crearía lazos con cualquiera que se encuentre en su camino, pero no. No era así. Estaba lejos de ser así.

Él era bondadoso y paciente, pero no creaba lazos con cualquiera, ni daba su confianza simultáneamente a todos. Tampoco se preocupaba por cada una de las vidas que ayudó con sus habilidades. Estaba ahí para ayudar, pero no para considerar a estas personas piezas importantes en su línea de vida… así que era interesante oír que ese niño Kaled era importante para él.

 

—No dejó de hablar en todo el camino, desde el primer rayo de sol esta mañana.  No sé como Minerva lo soporta, y no sé porque lo quiere.

—Ella…

—Sí, ella dijo que lo quiere cuando apenas lo vio hoy. Luego de haberlo abrazado como si su vida dependiera de él.

 

Esa sensación de nuevo. Aborrecía esa sensación amarga que sentía algunas veces cuando la veía a ella ofreciendo un poco de su cariño a otras personas. Yo no recibía lo mismo. Ella me privaba de lo poco que pedía de su parte.

Cuanto lo detestaba.

 

—Debes entender y separar algunos hechos —Como en tiempos antiguos de mi adolescencia impartía una nueva enseñanza de maestro a estudiante: yo sentado delante de él escuchando con la mente abierta y él siendo el educador experto de una vida larga. —Minerva no ve a Kaled de la forma que piensas; lo quiere de una forma distinta a la de lo que tú la quieres. No puedes igualar sentimientos diferentes.

Pensé en lo que dijo sin objetar su afirmación de lo que siento, porque acepté lo que sea que siento hace no tanto.

Lo acepté. Y acepto que me asusta aún pensar en algo que era muy nuevo para mí.

Sentimientos.

 

—¿Qué tengo que hacer? —El entendimiento a mi pregunta hacía que fuera fácil hablar sin explicar nada.

 

—Dejar de ver como rival a Kaled y no planear algún… accidente fortuito en su contra, que lo lleve al adelanto del final de su vida —desvíe la mirada a los estantes siendo obviamente descubierto ante su mirada acusadora—. Seth, hablo en serio. Minerva quiere a Kaled, lo afirmó con palabras ahora y lo viste este mes que pasó en desolación. Si algo llegara a pasarle…

—No voy a hacerle nada —Se calmo ante mi interrupción… no el tiempo suficiente. —Nada que lo deje muerto. Moribundo bastará.

La misma mirada que guardaba muy profundo en mi memoria reapareció delante de mi, siendo la autora otra persona de su sangre que me observaba así cuando aún vivía.

 

No me contuve de reír ligeramente. Era gracioso la expresión inusual a la calidez madura que siempre tenía en sus facciones mucho más mayores a las mías y a las de Demetri. Incluso era más mayor que la última Gobernante que llevó el título Lycan lejos de ser superado por otras especies.

 

—Olvidé como lucías de esa forma —comentó con una mirada nostálgica fija en mi—Sentir lo que sientes, realmente… es bueno para verte de esta manera.

Como siempre tuve que darle la razón, no verbalmente pero si aceptando que era extraño este sentimiento, muy desconocido pero… pero fuera de hacer que me sienta mal. De hecho, todo lo contrario; sentía por una vez, desde que recuerdo la alegría que perdí algún día remoto, convirtiéndome en lo que soy hoy en día: el perro fiel de Demetri.




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