El Inicio del Reino Lycan

Capítulo 30

 

 

Él lo sabe

 

 

 

—Te ves terrible —No necesitó mencionarlo. —Y eso viniendo de la persona que nos obligó a dormir temprano.

Hice un nudo final en las muñequeras de cuero alrededor de mi brazo, para ahora pasar a mi cabello abultado luego del secado natural al que dejé.

 

—Estaba pensando —tomando el peine empecé a deshacer los nudos—. En lo que me dijo Silvia y todo lo demás.

Fue una larga noche, bastante agotadora de alguna manera. No paré de removerme por toda la cama y, no paré de pensar en todo. En todo y nada a la vez.

Suspiré. Lo único que me sorprendió es que mi hermano, durmiendo en mi cama no se haya despertado.

 

—Y que te dijo —En algún momento había dejado de leer el libro en su cama y se acercó hasta la silla en la que estaba sentada, delante de un tocador elegante.

Quitándome el peine, dio paso a arreglar el desastre que tal vez estaba haciendo.

 

—Bueno, aparte de aclarar algunas cosas entre nosotras dijo algo sobre Erik.

Detuvo sus movimientos. —.¿Qué? ¿Acaso dijo lo maniático que es? —bromeó continuando.

 

—Dijo que es el Consejero de Demetri y aparte… —mordí mis labios, sintiendo lo ridículo que era lo próximo— que yo le intereso de una forma romántica.

 

Ante el reflejo del espejo pude ver tan bien lo paralizada que quedó. Tanto como yo, ayer por la noche, al enterarme de algo como ello.

—¿Es el Consejero de Demetri? —fruncí el seño—. Sí es así. Eso explicaría tantas cosas —divagó para si misma, ciñendo la frente, concentrada.

 

—Leila, ¿no escuchaste lo segundo que dije?

—¿Sobre estar enamorado de ti? Sí. Te escuché, pero no entiendo, ¿qué con ello? —giré mi cuerpo para mirarla de frente y no al reflejo de ella.

 

—Pareces nada sorprendida.

—Tú si pareces estarlo —Su entrecejo arrugado ahora fue por mi. —Espera... No me digas que no lo sabías —Mi silencio fue una buena respuesta. —Minerva, debes estar bromeando.

Levantándome quise entender porque debería estar haciéndolo. Porque pensaría que es una broma al ver mi rostro de total sorpresa, conmoción y extrañeza.

 

—Yo no sabía. Nunca pasó por mi cabeza que Erik estaba interesado de una manera extraña en mi —Por más que pensaba nunca lo noté. Aparte de que nunca lo vi de la misma manera. Creí…

 

—¿Extraña? ¿Cómo que extraña?

—Románticamente. Es que no entiendo por qué alguien como él se fijaría en mi. No valgo mucho.

Esperaba que tomara esta conversación con seriedad, pero al verla reírse de pronto, en una carcajada estridente me hizo pensar que la drogaron. Sí, de alguna manera se drogó.

 

—Oh vamos, Minerva. Vales más de lo que piensas —sujetó mis hombros e hizo que me girará hasta mirar el espejo de nuevo—. Tienes bastantes cualidades. Eres muy valiente, también tienes inteligencia. Y estas aprendiendo a razonar poco a poco las cosas y no ser tan impulsiva —El último no era del todo cierto y ella lo sabía por el leve tirón en un mechón de mi cabello. —Disculpa —rodé los ojos a su sonrisa de inocencia—. Pero entre todo lo que he dicho, tú eres bastante atrayente —volvió a sujetar mis hombros colocando su cabeza a un lado de la mía—. Mira, ahí hay una chica bastante bonita. Una la cual trae locos a dos hombres… simpáticos. Hay que admitirlo aunque no sean ninguno mi tipo. Pero tanto tu belleza como tu físico no creo que sea lo único que los atrajo. Eres especial.

No era especial. Solo diferente de otra extraña manera que tampoco entendía por qué.

 

—No puedo aceptarlo —negué notando algo—. Y tú, como sabías sobre el interés de Erik.

—Solo te diré que no todos hacen lo que un buen amigo como Erik hace por ti. Aparte de como siempre te mira. Con una adoración… preocupante.

¿Y eso… que significa?

 

Intenté preguntar por qué sus palabras sonaron de una manera fría y afilada. Aparte de que su rostro se ensombreció visiblemente…

Una pena que a la vida le gustaba interrumpir.

 

—Pienso lo mismo. Debes cuidarte de ese sujeto Erik. No se ve de fiar —me asombró su aparición; saliendo del baño casual, secando su húmedo cabello con una toalla.

—¡Tú que estabas haciendo ahí! ¡Y cómo…! —señalé un poco alterada de que haya escuchado toda la conversación. Aparte de…

—Yo, preciosa. Por si no lo notas, sola estaba tomando una ducha antes de partir —Sí lo noté y causaba cierta vergüenza tener que hacerlo, mirando como estaba semidesnudo con solo unos pantalones y sin nada arriba, enseñando los músculos en una piel algo bronceada, donde escurrían gotas de agua.

 

Desvié la mirada al percatarme de cómo sonreía ante mi inspección inconsciente. Sonrió más ante la mirada depravada de Leila que sin ninguna vergüenza como yo, no ocultó el examinar minucioso que estaba haciendo. Incluso cuando se le acercó así.

—¿Te gusta lo que ves, nena?

—Tal vez —¿Cómo podía ser tan sincera? —Para un rato.

No se si fue idea mía pero vi cierto desvanecimiento de emoción en Ómar. De una respuesta inesperada y ciertamente muy Leila.

 

—Oigan. Ya están listos los caballos y también logré que me regalaran algunos postres de la cocina, más unos dulces para el… —su ánimo y tono de voz descendió luego de haber entrado a la habitación con una mochila de cuero— ¿Qué está pasando? —Esta vez si entendí por qué todo su ánimo se disolvió.

La escena entre Ómar sin camisa y muy cerca de Leila intrigaría a cualquiera, más a una persona enamorada de una de las partes.

 

—Nada —quitó su atención de lo que veía, centrándose en mi—. Solo teníamos una conversación de chicas que al parecer, terminó —dejó el peine en su lugar, alejándose bajo la mirada intrigante de los ojos oscuros y esmeraldas.

 

Percibiendo el ambiente silencioso y de alguna extraña manera, incómodo. Aclaré la garganta. —Iré a despedirme de mi hermano —recogí las pocas cosas que trajimos y las cuales nos devolvieron—. Nos vemos después.




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