El Inicio del Reino Lycan

Extra 4 _ Aren

 

Un corazón débil

 

 

 

La cede de Gobierno Lycan. Un territorio emblemático desde el primer Gobernante Lycaon Darkcrown. Aquel que ayudó a la construcción de un palacio magnífico en el área central, siendo con el tiempo rodeada por distintos hogares modestos, viviendo una vida pacífica.

 

Prontamente con el pasar de los Gobiernos; sucesores de su sangre y apellido, añadieron retoques al área y estructura, convirtiendo la cede en una zona magnifica.

El Palacio duplicó su tamaño y duplicó su magnificencia con todas las riquezas que lograban alcanzar. Volviendo el sitio, abundante en glamour y elegancia. Ante todo el principal de los salones.

 

El salón del trono, donde todo sucesor gobernaría con justicia, lealtad y misericordia. Como así su primer líder se inclinó y juró a su pueblo: protegerlos, arriesgándolo todo. Arriesgando la vida misma.

 

Así fue, como la actual líder regente, después de varios siglos, mantuvo su promesa y mantuvo su lugar y la corona alrededor de su cabeza, en el interior de las paredes de ese mismo salón.

 

—…Concluyó así mi reporte preocupante, Majestad —Uno de los oficiales de frente a los escalones, inclinó la cabeza, retirándose a un lado de la corte convocada en este día.

Entre todos los presentes, empezando y liderando por la Reina Selene Darkcrown, se encontraban repartidos otros oficiales a los costados del salón con armaduras ligeras. Cuatro Escoltas atentos a su entorno un escalón abajo detrás de la silla del trono. En lados contrarios el Consejero y la Comandante al final de los escalones del frente. Y por último, el próximo Gobernante al lado derecho de su madre.

Un próximo Gobernante de actitud serena y grácil con un corazón demasiado bondadoso y una piedad infinita. Algunas características que lo acompañaban desde que era un niño sin saber nada del mundo cruel que lo rodeaba.

Excepto que tuvo que cruzar por la prueba de la vida, como todos. Lo hizo. Se enfrentó a ello y perdió. Perdió dejando solo una herida profunda en su pecho por una culpa jamás perdonada, ni siquiera por él mismo.

 

—Estos nuevos seres son una inquietante existencia —La voz nítida y firme resonó a través de los presentes. —No sólo para nosotros, sino para el resto de la especies —suspiró suavemente, manteniendo su postura alineada sin tocar el respaldo del trono—. En esencial para los humanos.

>>No podemos dejar que ninguno de estos seres toquen a un humano. Si lo hicieran, el conflicto se agrandaría entre ambas especies. Los Cazadores serían los primeros en reaccionar, y cobrarían una venganza de diez veces más.

La conclusión de la Reina, encendió el ligero alboroto del resto de los presentes al frente del trono a una distancia respetable. Entre Alfas de otras manadas e integrantes de la nobleza con títulos que habitaban en el mismo palacio.

 

Por el contrario, a su segundo hijo al lado derecho. Le causó más curiosidad el tema preocupante

Estos nuevos seres que se mencionaban desde hace unos meses, como un aparecimiento incierto por varios lares de la zona, eran sin duda por los Lobos con una fuerza media que no se podían comparar con el poder de un Alfa, ni con la fragilidad de un Omega. Era el mismo reflejo de un Beta. La diferencia: unos ojos de tonos Sangre.

 

El segundo príncipe a la corona, investigó al respecto por sus propios medios.

Acompañado de sus fieles seguidores, contrario al resto de los guardias que fueron ordenados a matar cualquiera de estos seres. El príncipe Aren Darkcrown, encabezó una persecución, para descubrir alguna localización o respuestas superficiales que necesitaba.

Su esfuerzo de intentar buscar dos caminos dio frutos. Acorralando al nuevo ser entre los Lycans en medio de una cabaña abandonada en el bosque, logró verse cara a cara con el aspecto humano del mismo. Uno que al notar ser descubierto no solo por un simple guardia, sino por el príncipe segundo que intentaba negociar, se corto cuello con una daga a su alcance. Negándose a revelar información. Proclamando su lealtad a su creador hasta el último respiro.

 

—¿Hijo? —interrumpió sus propios recuerdos de hace unas pocas semanas atrás, encontrándose con los iris carmín que ahora compartía.

—Disculpa, madre. Estaba solo… pensando acerca de este preocupante evento.

La contraria entendió, aunque examino a profundidad a su segundo hijo que sentía que aún era un pequeño cachorro, igual al que se transformó cuando tenía doce años.

 

—¿Quisieras compartir tus pensamientos conmigo, cariño?

Mirando de reojo a la corte que fingía muy bien no estar escuchando atentamente esta plática. Suspiró mirando de nuevo el rostro pálido de su madre y Reina, aunque con una ligera sonrisa en sus labios, dándole siempre la confianza necesaria para expresarse.

 

—Pensaba que deberíamos tratar de entablar una conversación civilizada con ellos —Hubo repercusiones ante esto, claro que la hubo, después de todo una idea más que diferente jamás era bienvenida.

Excepto por la mujer que lo llevó en su vientre, lo tuvo en sus brazos, vio sus sonrisas, sus primeros pasos y escuchó sus primeras palabras. Ella lo conocía y sabía que solo estaba siendo bondadoso y equilibrado, algo que a veces le preocupaba porque no todo siempre se podía solucionar con bondad. El mundo y la vida no muchas veces funcionaban así.

 

—Aren… —pretendió recordarle la realidad de la vida pero fue interrumpida por las puertas dobles y amplias, abriéndose por un guardia dando un anuncio a viva voz.

—¡¡Su Alteza, el príncipe Demetri Darkcrown!!

 

Ante la repercusión de tal anuncio y la noticia de que el primer príncipe estaba de regreso en la cede de Gobierno, encendió el alboroto en cada uno de los presentes. Sobre todo en los que compartían la sangre.




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