Miserable crueldad
Pateando el último mueble en pie, sin contar la cama. Descargué toda la ira que el fracaso trajo consigo.
Porque sí. Hoy fracasamos. El plan que armamos terminó en completo fracaso.
No se suponía que las cosas terminaran así.
Sin fuerza, llena de ira y lamento, terminé por derrumbarme en medio de la habitación. Con la mirada perdida por los recuerdos de lo sucedido hace unas horas.
Todo el desastre que provocamos, para nada.
Golpeé el suelo en una última frustración. Ignorando como el impacto en lo que era una superficie lisa, ahora la adornaban grietas numerosas.
Ya ningún detalle era importante.
No ante…
Bajando la cabeza y con la simple acción de cerrar los ojos, aún revivía los eventos que sucedieron en la Cacería que se organizó.
Revivía todo. Desde como ayer por la noche ideamos un plan, que iba como objetivo principal salvar a Silvia…
Silvia…
Pese a mí incapacidad de percibir la realidad coherente, mantuve la determinación en reaccionar de la bruma confusa que sacudió tanto mi cuerpo, mi mente y mi alma…
Existían historias. Historias acerca del poder de Demetri. Historias que iniciaban desde las más sensatas hasta las impensables… Excepto que en este caso. Nada fue exagerado.
Todo acerca de lo que se comentaba del sádico Rey proclamado, era cierto. Y lo experimentaba justo ahora. Ahora que derrumbada sobre la tierra no lograba la manera de reaccionar después del impacto que con una sola mano de Demetri en mi pecho, desestabilizo todos mis sentidos y me lanzó lejos.
Las historias le hacían honor a su poder y tanto como acababa de vivirlo, también tuve que verlo.
Ser testigo de cómo en movimientos impensables disipó el humo de un frasco que Leila robó de Marck, por el comentario casual de Kaled, citando lo genial que sería si usáramos como distracción una bomba de humo como en esas películas de acción.
Fue terriblemente asombroso la reacción a la acción de ese plan.
Pero la verdad terrible en todo el sentido de la palabra. Fue la fría crueldad en su mirada que lo llevó a ejecutar el mayor movimiento que enseñaba, el resentimiento que guardaba hacia su hermano.
Porque, de que otra manera se podría interpretar el que haya arrancado la flecha de Titanio de su propio cuerpo. Replicando un mismo movimiento de ataque que usó contra Leila, –fallando en ese caso– resultado que no se repitió ahora.
La huida de Aren. Sosteniendo la mano de Silvia a punto de alcanzar la huida que ofrecía Kaled montado sobre un caballo. Estuvo a nada de lograrse.
Lamentablemente una flecha cortando el aire a su paso con una sangre ya probada, estaba a nada de alcanzar a tomar su próxima víctima. Una víctima que no lo era del todo. En cambio la que corría a unos pasos tras él, sí lo fue.
Silvia lo fue. Aunque ella decidiera ir por el sacrificio cuando giró la cabeza para mirar hacia atrás y ver el peligro dirigirse a su acompañante. No titubeo en atravesarse en el camino. Recibiendo ella la punta de la flecha con los ojos cerrados y con una leve sonrisa.
Silvia…
Abrí los ojos a la fuerza, encogiéndome en mi lugar y apretando los lados de mi cabeza, negándome a recordar lo que sucedió después.
No quería.
No quería recordar el aroma del hierro en el aire.
No quería recordar la desesperación de Marck, intentando de todas las maneras evitar lo inevitable.
No quería recordar el grito de dolor de Aren como si su corazón se hubiera partido ante el último aliento de Silvia en medio de sus brazos.
No quería.
No quería.
No quería, seguir con esto.
Yo… no podía. Yo…
—¡Minerva! —El agarre en mis brazos y la pronta realidad asentándose a mi alrededor, fue un golpe duro que atravesó el caos al que me arremoline sin notarlo.
Observé a mi alrededor, aún nublado por la capa cristalina en mis ojos.
No había mucho que ver. No aparte de la presencia alarmada que se cernía frente a mi.
—Marck —reconocí y dejé que me manejara a su gusto, guiándome a levantarme del frío suelo y sosteniendo mis manos donde no noté el ligero destello rojizo que cubría mi piel.
No fui muy consiente ante las amplias manos de Marck cubriendo las mías con seguridad implacable. Llevándome hasta la orilla de la cama.
Todo se sentía frío de repente. El alrededor parecía sin sentido. Y el dolor de mis sentimientos perdidos.
—Minerva, ¿sientes eso? —preguntó, mirándome con extremada atención.
—¿Qué?
El agarre en mis manos se fortaleció y la desesperación en sus ojos ámbar se incremento. —Escucha —se removió—. ¿Sientes esto? —aplicó presión en mis manos, y aún no entendía.
—¿Tus manos? —Extrañamente eso pareció animarlo.
—Sí. Dime que más sientes.
Sin entenderlo todavía, obedecí y confié en su sabiduría plena.
—Cálido. Son cálidas y fuertes, aunque siempre son delicadas cuando atiendes alguna herida. Muy amables como tú.
Sonrió en un tanto de simpatía y alivio. Aún no entendía.
—Bien. Muy bien, Minerva —ofreció más de su calidez aún sin apartar su tacto—. Estabas a punto de perder el control de tu razón humana.
Ante mi mirada incrédula, fue fácil para él añadir con paciencia: —Como ya conoces, la especie Lycan guarda dos almas en un mismo cuerpo; la del Lobo y el Humano. El Humano es el que mantiene dominio sobre el animal. Entenderás porque son las razones lógicas…
>>La Transmutación es un mayor ejemplo. La lucha que se debe librar para dominar la parte animal —inclinó la cabeza—. Cuando se pierde sabes lo que ocurre —Salvajes. —Pero aparte de esto, hay casos anormales en donde uno puede perder el control. Dejando el dominio a la aparte animal. Con la diferencia de que no te volverás un Lobo Salvaje, sino una persona con la personalidad primitiva del Lobo.
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Editado: 20.08.2024