El Inicio del Reino Lycan

Extra 5 _ Demetri

 

Un corazón herido

 

 

Apartado en un sitio, en un territorio de varias hectáreas de tierra fértil, dónde el verde predominaba maravillosamente. Era poco conocido que en medio; traspasando los arboles de roble alto, se escondía un magnífico palacio.

Un palacio construido en piedra dura, siendo rodeada por un grueso muro alto, imponiendo inquietud a cualquiera que tuviera la suerte o la desgracia de llegar hasta ahí, porque se debía ser un tanto ingenuo si se creía que en un territorio como este no existía una amenaza latente. Amenaza que por su propia voluntad permanecía escondido dentro de estos muros, esperando; asechando como su hábil ingenio decidía hacerlo por la paz.

Algo que no duraría, no duraría ante los últimos acontecimientos en el mundo de los Sobrenaturales. En el plano de los Lycans específicamente. En la línea esencial de los líderes.

 

—Mi Señor —Una mujer joven de extrema belleza, llamó dulcemente en medio de una cama amplia, acabando de despertar de una agitada noche. —Alteza —su mirada de gacela encontró al motivo de sus llamados sentado en una silla cómoda bebiendo algo suave en un vaso cristalino.

Un hombre que siendo un Lycan que apenas entraba a la edad adulta de su especie era catalogado como alguien experimentado y afamado entre los suyos. Datos que no solo se hablaban de su aguda inteligencia y astucia, sino a un aspecto más profundo, al de un líder nato que se moldeo con los años llevando a mostrarse como un joven Lobo de perfil noble.

Un Lycan del cual se debía ser precavido porque este no era el héroe de esta historia. Algo de conocimiento público. Algo que incluso él lo sabía. Y estaba perfectamente bien con ello. De hecho, lo disfrutaba…

 

Enseñando una sonrisa tan natural que ofrecía bastante crueldad, dejó el vaso que sostenía a un lado. Devolviendo la mirada astuta a la mujer que recostada boca abajo con nada más que las sábanas finas cubriendo parte de su cuerpo, seguía observándolo con infinita reverencia.

—Espero que tú mañana sea dichosa —comentó con fingido deseo de que le importaba algo así—. Espero no haber sido demasiado descuidado con mi flor está noche.

Era interesante como la joven mujer de piel blanca y rizos dorados que acababa de despertar, no se encontraba confusa para involucrarse en una conversación capciosa e insinuosa. Porque tener una conversación con el afamado primer Príncipe de los Lycans: Demetri Darkcrown era un juego de cazadores y presas.

 

—Mi Señor no necesita contenerse con esta simple servidora —Su tono volvió a ser el mismo que usaba para atraer a las presas que se le ordenaba tomar. —Soy suya para lo que disponga. Su contención es lo que me entristecería.

Fue fácil. Para ambos era fácil este juego sutil y provocativo que siempre tenían, y sobre todo fue agradable para su Alteza que recompensando a la mujer, calificada como alguien importante, era la única que lograba entretenerlo no solo con la obligación de los placeres carnales, sino también con acaloradas conversaciones que lo divertían en extremo.

 

—Lo tendré muy en cuenta la próxima vez, mi querida Jelena —Con elegancia dejo su postura relajada, incorporándose hasta alcanzar a llegar a su cama, donde se dispuso a reposar al borde, observando con más detalle a su favorita. —Ahora lo importante —ladeo el rostro—. ¿Qué averiguaste?

 

Demetri Darkcrown el Primer Príncipe del Reino de los Lycans, era conocido por su actitud inesperada de la que no se sabía que reacción obtendrías al final.

Conocido por ser un guerrero digno de su título, digno de un padre fallecido que lo entrenó estrictamente. Hábil en las batallas, agudo en las estrategias, y sobre todo, selectivo con los que mantenía cerca de él…

 

Sus más cercanos súbditos eran de cuidado y de temer. Un ejemplo indudable, esta mujer que siendo una de las favoritas. Para mentes débiles que se dejaban engañar por las apariencias, no era más que alguien que solo calentaba las sábanas de su Señor cada vez que él lo requería, siendo esa supuestamente su única labor en la tierra…

Cuan equivocados estaban.

Cuan ingenuos eran.

Cuan débiles.

 

Todos se dejaban engañar por un aspecto bello. Todos creían que las favoritas del Primer Príncipe eran simples mujeres elegidas por su hermoso aspecto, elegidas simplemente para eso. Nadie notaba que su Alteza en realidad pensaba bien en cada uno de sus movimientos. Pensaba bien a quien mantener cerca, a quien usar para su beneficio.

 

—Hay una fuerte tensión en la corte Real. Al parecer ha existido el doble de avistamientos de los Sangrientos estos últimos meses. La misma corte está constantemente hastiada por los problemas que presentan cada manada día tras día. Han intentado manejarlo como la Reina ordenó pero se les ha estado escapando de las manos. Están en verdad preocupados, y no por lo que está sucediendo sino por arruinar sus reputaciones al no dar soluciones, ni siquiera el lograr sostener el problema.

Informó tan eficiente como acostumbraba en solitario. Todavía recostada, disfrutando de toda la atención de los iris carmín flameantes que brillaban como el mismo infierno.

 

—Parásitos —extendió una de sus manos hacia la extensa firme piel blanca—. La corte siempre ha estado llena de simples parásitos. No falta poco para que sus posiciones caigan en picada —Suavemente paso la palma de su mano cálida por la espalda desnuda de su favorita, masajeando los músculos firmes. —disfrutaré ver eso —sonrió complacido por ese hecho y también por el estremecimiento de la mujer.

—Desgraciadamente, mi Señor, tal vez deberá esperar para ese grandioso momento —cerro los ojos disfrutando del premio que se le ofrecía por ser la espía tan hábil que era en la Sede de los Lycans—. Uno de los más cercanos a la familia Real y sobre todo a su Alteza Aren, ha logrado ganar su favor.




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