El Inicio del Reino Lycan

Capítulo 48

 

Decisión tomada consecuencia iniciada 

 

 

 

¿Qué era el odio exactamente? ¿Que sentimiento en realidad desataba está denominación negativa? ¿Era solo acaso el sentir aberración y molestia por alguien más? O… podía ser el deseo de que ha esta persona le ocurrieron las peores cosas que una parte oscura de nuestra mente imaginaba.

No, no lo sabía.

 

No podía descifrar que era este nuevo sentimiento en mi pecho. Era diferente a la ira que sentía cada vez que recordaba las acciones sádicas de Demetri; cada vez que miraba su rostro sonriente de crueldad, incitando a sentir un malestar en la boca del estómago. Con él si reconocía el sentimiento que provocaba. Era odio, por supuesto. Odio por las cosas que hizo y por como nos arruinó la vida a muchos de los que no teníamos nada que ver con su disputa familiar, pero… El nuevo sentimiento que sentía era muy diferente, muy confuso y lo más extraño era que este sentir se debía a su propio hermano, Aren.

 

Aren el hermano menor del Sádico Demetri. Aren catalogado como el Príncipe Bondadoso del Reino Lycan. El legítimo heredero al mando de Líder. Un ser que al conocerlo la primera vez, ví salvación del tormento que su hermano sembró en nosotros. Vi la esperanza de un futuro mejor en sus ojos carmín. Creí… realmente creí ilusamente que él venía a ofrecernos la paz que añorábamos, que yo añoraba. Nunca imaginé que su existencia hubiera sido el que creó nuestro infierno. Tampoco imaginé que de entre todos fuera a mi a quién eligió arruinarle la vida.

 

 

—Minerva,

 

 

Lo arruinó. Lo volvió a arruinar como arruinó a su hermano.

 

 

—¿Minerva?

 

 

Él provocaba un sentimiento mayor al odio en mi corazón. Por obligarme a esto, por empujarme a un camino que no quería tomar…

 

—¡¡¿Minervaaa?!! ¡¡Holaaaa!! —salté del susto ante el grito a un lado de mi oído.

—¡Kaled! —espantada grité también levantándome, mirando acusadoramente a mi amigo— ¡¿Qué rayos pasa?!

—Nada conmigo —encogió sus hombros—. Pero parece que si pasa bastante contigo, porque llevó llamándote más de una hora y tú simplemente no reaccionabas.

No queriendo rodar los ojos por la exageración de que lo había ignorado una hora, me concentré más en lo que sostenía en sus manos. —¿Y eso? —señalé, interesada recibiendo una subida de alegría suya.

 

—Te traje fruta picadita —enseñó mejor el plato—. Mira, logré conseguir algunas fresas en el bosque. No son su temporada pero había estás muy escondidas, y al verlas pensé que te gustarían ya que son tu fruto favorito, y cómo estás triste y enojada, creí que te haría feliz. Más si es con un poco de miel que tomé de las cocinas para endulzar la fruta y tu vida.

Terminó sonriendo tan brillante como siempre, orgulloso de haber hecho algo como eso, de haber incluso cortado esas fresas en formas geométricas solo para alegrarme un poco.

Lo que por supuesto arruino todo y por lo cual se le empezó a borrar la sonrisa, reemplazándola por una alarmada fue las lágrimas que dejé soltar sin notarlo hasta que extendió su mano y alcanzó una de mi mejilla. —Minerva, no. No llores... Yo… —empezando a entrar en pánico y dejando que su mente formulara ideas equivocadas, miró el plato con frutas—, ¿está mal? ¿Hice algo mal? ¿No te gustaron las...?

Interrumpí toda divagación, aproximándome por completo a él, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura y situar mi cabeza en su hombro. Iniciando un abrazo que en verdad necesitaba ahora, cómo también el aclararle que ocurría para que iniciara a romperme de la nada.

 

—Lo siento, es solo que… —tragué saliva, tratando de aflojar el ardor en mi garganta— no estoy bien, Kaled. No sé ni siquiera lo que siento —apreté mi agarre a su alrededor—, estoy tan enojada con Aren por lo que me hizo; enojada con Malcom que lo supo, al igual que con Leila y Seth por deducirlo tan fácilmente y después ocultármelo… Pero al mismo tiempo me siento aterrada de lo que ocurrirá y pensar no ayuda, pensar en lo que significa me asusta mucho más. Kaled, no sé… no sé cómo… no sé que hacer. Yo…

—Oye, oye, primero respira —Me recordó haciendo que notara la agitación que se precipitaba en mi sistema. —necesitamos que te calmes un poco primero. Porque si entras en una crisis de pánico yo también lo haré y ambos estaremos arruinados hasta que alguien suficientemente estable aparezca y nos encuentre llorando. Así que es mejor concentrarnos por ahora en la fruta picadita ¿de acuerdo?

Reconociendo que usaba una manera de alejar el ataque que estaba teniendo: distrayéndome con un pedazo de las fresas que pinchó con el tenedor y lo acercó a mi boca. Esperando a que accediera a su petición silenciosa de alimentarme, después de no haberlo hecho todo este día largo de viaje, donde el camino fue lúgubre… acepté.

 

Llevándome al borde de la cama que se había vuelto mía en la tercera manada guerrera, desde mi abrupta llegada con Ómar. Mastiqué la fruta, recibiendo después el plato con las demás y el tenedor, comiendo por mi misma aún con la mirada baja y los pensamientos acercándose peligrosamente de nuevo ante el silencio.

Por suerte Kaled estaba aquí, y esos pensamientos se alejaron tan rápido como inicio a hablar.

 

—La verdad no entendí lo que sucedió al inicio de esta mañana —confeso, sentándose cruzado de piernas, frente a mi en el suelo cubierto con tablones de madera y una alfombra decorativa simple—. Lo que dijo esa Vampira igualita a la otra Vampira que te atacó… fue raro, más cuando Leila habló sobre las transferencias de poder que solo las familias de Gobierno pueden utilizar para pasar el poder o el mando a otro… —rascó su nuca— No entendí nada, la verdad. Mucho menos cuando tu novio dijo que esto conlleva un poder grande e inimaginable, y solo fue peor cuando Malcom dijo que Aren vio el futuro en ti. No sé cómo o porque terminó que empezarás a derramar lagrimas y que después solo te escaparas.




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