El Inicio del Reino Lycan

Capítulo 52

Calamidades sobre la tierra

Esto no estaba yendo del todo bien.

—¿Disculpen pero que es lo que estamos esperando?

A la pregunta baja y educada del Príncipe Aren, respondí en el mismo tono, evitando que alguien fuera del pasadizo en la pared donde nos ocultábamos, escuchara. —Más alboroto —retorciendo una de mis manos, inquieta continúe apoyada en la piedra—. Encontramos en los almacenes del otro lado algunos explosivos de potencia según el conocimiento de Leila. Y bueno, se nos ocurrió usarlos.

La idea imprevista consistía prácticamente en que Leila y Ómar pondrían los explosivos en las bases bajas de todo el muro que rodeaba el palacio…

Era vital abrir las puertas de los muros para evitar que Erik se esconda hasta que llegaran los refuerzos. Algo que si sucedía nos aplastaría.

—¿Explosivos? —interrogó nuevamente— ¿De dónde conseguiste explosivos? —Esta tercera interrogante fue hacia Demetri que se encontraba al final de la línea y el que no se abstuvo de responder.

—Un interés curioso de Seth —sonrío anchamente al notar mi atención con solo al nombrar a dicha persona—. No lo mencionó por supuesto pero se sintió interesado por las armas tan destructivas de los humanos —se distrajo alisando su manga—. Así que ordené a mis soldados que antes de destruir todas las armas, apartaran algunas variadas y lo trasladaran al almacén. Después le informe de ello a Seth y le di la libre decisión de hacer lo que sea con todo ello.

Encogió sus hombros sin importarle lo que sucedió después. Sin darle importancia a un gesto como ese.

—¿Y la comida? —fruncí el seño mirándolo más curiosa que nunca—. Había mucha comida enlatada y bastantes… dulces.

—Lo mismo. Todo lo que está ahí le pertenece a Seth.

No fue la única en pensar que lo hacía ver como si no fuera importante, incluso Kaled en el tercer lugar después de Marck parecía bastante soñador murmurando: “Privilegios de gente rica y poderosa”. “Quien imaginaría que el ex Señor Comandante tenía su propio supermercado bien equipado”. “Que triste ser pobre”

—En verdad aprecias a Seth más de lo que lo haces ver —Su hermano comentó, sonriendo suavemente. —me atrevo a decir que incluso lo ves como tu hijo.

La audacia de ello mas viniendo del mayor rival de Demetri hubiera resultado en algo muy negativo, pero ahora en una paz que se instaló muy silenciosamente entre ambos, se reveló a otro tipo de Demetri…

—Aunque así fuera, es imposible que él me vea como tal. Después de todo que tipo de padre moldea a su hijo de la forma que lo hice con Seth —miró a otro lado—. No, él merece a alguien mejor… Merecía una vida mejor.

Fue asombroso ver ese lado del afanado Rey Sádico. Fue asombroso también imaginar que si todo hubiera sido un poco diferente en torno a como se transformó la personalidad de Demetri, Seth podría haber sido criado por alguien que lo mimaría en todas las formas positivas, y sería el ser más protegido de todos los Reinos. Porque Demetri era así de extremo con los que le importaban.

—Nunca es tarde para hacer lo correcto, hermano —consoló—. Ahora hay una nueva oportunidad. Una que yo no pretendo desaprovechar en varios sentidos.

Alejando mi atención de ambos, noté mejor a Marck y su mirada serena y satisfecha sobre los Príncipes que hace instantes en las mazmorras también los observó de tal manera. Se veía como un padre dichoso. Alguien por fin satisfecho.

—Si intento reparar las relaciones con Seth espero contar con la ayuda adicional de su pareja —El comentario y la mirada divertida me hizo recordar que pese a este nuevo Demetri aún tenía la característica que lo hacía él. —Mi diosa me ayudaría a reparar los lazos con mi orgullo —sus ojos carmín brillaron—. Después de todo no creo que sería adecuado que en algunos años sus hijos vivan alejados de su abuelo por así decirlo. ¿No lo crees, querida?

Mi expresión debía ser todo un poema por hacer no solo reír a su propio hermano que trató de disimularlo con un tosido al igual que Marck que solo desvío el rostro ocultando su sonrisa divertida. Mala suerte que mi amigo no era del tipo que sabía disimular.

—Ow, es cierto. Si ustedes tienen hijos el Señor Demetri sería una especie de abuelo, ya que crío al Señor Comandante. Aunque… —entrecerró los ojos y llevó su dedo índice hasta su labio inferior en un gesto pensativo— si lo pienso bien Minerva ahora es como de la familia Real porque el Señor Aren la mordió, así que eso la vuelve una ¿hija? o una ¿hermana? De cualquier forma los vuelve un poco familiares, y como el ex Comandante sería un hijo eso quiere decir que… ¡Se casarían entre primos! O tal vez…

No solo confundiéndome las ideas sino que aterrorizándome con esos descabellados pensamientos, agradecí bastante que varias explosiones retumbaran de tal forma que la tierra templó hasta los cimientos del palacio.

Calmando a mi corazón agitado por el impacto del sonido, tomé un respiro profundo antes de salir hacia el caos que se debía ya haber formado afuera.

Empujando una de las piedras que Kaled me indicó, se abrió una puerta estrecha hacia los patios traseros del palacio, donde como imaginamos que sucedería varios soldados corrían de un lado al otro señalando las caídas de los muros alrededor.

Aprovechando el caos nadie nos puso una real atención. La mayoría por no decir todos, estaban ocupándose de los daños considerables y de la batalla que se debía llevar a distancia relativamente media de aquí.

—Minerva —Los toques suaves de Kaled me hicieron mirarlo a mi lado y ver cómo señalaba algo.

Siguiendo su foco de atención, entreabrí los labios y contuve la respiración al deslumbrar las gigantescas estructuras de madera que formaban las mismas catapultas que habían derrumbado el palacio de Aren.

—Déjenme adivinar —interrumpió Demetri sin inquietarse como nosotros—. Olvidaron que tenía esas bellezas, ¿no es así?




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