El Inicio del Reino Lycan

Capítulo 54

Jaque mate

El destino como tal suele ser bastante confuso, bastante burlón por así señalarlo. No era un secreto que le gustara confundir situaciones, enredar a las personas; separarlas y seguido de ello, unirlas en situaciones contrarias a la moral.

Era confuso, pero nunca fue injusto, menos cruel. El destino te ponía a prueba y el propio albedrío de cada ser decidía si superarlo y continuar el buen camino o torcerse al instante que una dificultad llegaba...

Todo giraba en torno a las decisiones. Todas las mínimas acciones tenían consecuencias.

Así era el destino. De acuerdo a la balanza de la justicia así se manejaba.

Lo sabía. Lo sabía demasiado bien.

Y lo supe más que nada hoy al ver los ojos plateados como el acero por encima de una arma de fuego. Lo supe ante el sonido atronador de una bala alargada, siendo disparada a gran velocidad. Recorriendo un solo camino. Decidiendo cobrar el precio que debía.

El precio que estaba dispuesto a pagar, porque al final yo lo decidí así.

Elevando la cabeza con orgullo, aguardé al tiempo transcurrir, y permitir a esa bala alcanzar mi corazón.

Como lo planeamos, dignamente aguardé que mi vida fuera arrebatada por una sangre que valiera la pena. Por la mano de una hija de Cazadores Líderes.

Por Leila River, yo esperé el veredicto que tomó… Pero no creí que su elección fuera la misma que su padre eligió la primera vez que nos conocimos: Salvación.

La bala plateada cruzando sobre mi hombro, impactando contra la frente de un Lycan que en mi baja guardia estaba dispuesta a empuñar una espada contra mí, cayó en un peso muerto.

Incrédulo ante lo ocurrido, tardé más de lo debido en reaccionar, y al hacerlo, solo pude observar a la que creí que era mi verdugo.

Eligió ser diferente. Eligió ser superior.

Hastiado de la situación que retornaba con nuevamente los dos últimos Alfas que me enfrentaban, levantándose para ir de nuevo. Reafirmé mi mano en la empuñadura de mi espada y aflojé los músculos de mi cuerpo, decidiendo que no podía retrasarme más.

En un ataque conjunto de mis oponentes, fue sencillo manejarlos a ambos por la cantidad de inexperiencia al trabajar juntos. Fue sencillo aprovecharme de la baja fuerza de uno y de la desesperación del otro. Fue tan sencillo que el primero en añadir su sangre a mi espada tambien me entregó su vida al instante.

El segundo corrió tal vez con más suerte por haber logrado herirme el hombro, pero no reaccionó a tiempo al golpe que dobló su brazo dominante. Ni tuvo mayor reacción ante la punta de mi espada, atravesando limpiamente debajo de su mandíbula hasta la parte superior de su cabeza.

Fui piadoso al darles una muerte rápida. Lo fui solo porque eran líderes de manadas y merecían una muerte al menos algo digna.

Un grito estremecedor hizo que mi vista fuera llevada nuevamente hasta donde Leila se enfrentaba a Erik. Confusamente había sucedido algo irregular en el panorama.

El amigo de Minerva convertido en Lobo trataba de levantarse a un costado. Era difícil ante su pata trasera sangrando, y debía tener otras heridas por las manchas que estropeaban su pelaje. –No le importó– Continúo haciendo el esfuerzo de ir junto a Leila en el suelo de nuevo, sosteniendo un cuchillo curvado con algo encajado en la punta brillante.

Al mirar más de cerca y notar mejor la evidente desesperación de Erik a unos metros de rodillas, sosteniendo a su hermana que tenía una mano cubriendo un lado de su rostro sangrante. Entendí lo que había ocurrido.

Y como Minerva llegó a este lado de la batalla en un punto opuesto al mío, conectó rápidamente los puntos de como su amiga había logrado desestabilizar a Erik por medio de su hermana a la que le había quitado uno de sus ojos.

Compartiendo la misma idea con mi amada. Ambos nos dirigimos al ataque contra el Cambiaforma que aborrecía desde mi niñez.

Se podría creer fácilmente que nuestro ataque hubiera sido un éxito con la desconcentración de Erik, pero no contamos con Erika que pese al dolor que enseñaba, estaba atenta a su alrededor. Por ello, no dudó en empujar a su hermano al otro lado, evitando el corte de dos espadas que iban dirigidos a su cuello y cabeza.

El fallo no nos impidió retirarnos. Y la emoción del momento tampoco menguó. Tanto Minerva como yo nos movimos para ir contra Erik que se recuperó y se enfureció notablemente, algo que me hizo sonreír en mi interior por ver al fin su verdadero yo. Pretendía hacer un comentario burlón al respecto pero un toque suave en mi mano me desconcentro.

Un segundo para encontrarme con su mirada, bastó para entender que estaba reprendiendo mi actitud, diciendo: “que éste no era el momento”

Pensé en demostrarle que estaba equivocada. Así que reuní toda mi fuerza y la de mi Lobo que lo sentía bastante extasiado por pelear a lado de su pareja.

Golpeé las dos espadas que Erik recogió y las usó como escudo contra el ataque que tampoco fue del todo mío. La espada que Minerva tenía, añadió una cantidad de fuerza considerable. Lo que provocó que Erik cayera en una sola rodilla, todavía intentando resistir sin ninguna expresión. Pero al fin, una gota de sudor cayó de un lado de su frente por la verdadera fuerza implementada… Así creí que era.

Bastaron un par de segundos y fui desmentido. Los iris celestes tan resaltantes en sus ojos cambiaron por blancos con una diminuta pupila negra en el centro. El aura que lo rodeaba se transformó en una presión aplastante y el destello cenizo que cubrió sus manos, nos informó del verdadero problema que era la existencia de un Cambiaforma.

Arrojados hacia atrás por una fuerza antinatural, maniobramos para no tener una caída estrepitosa. Terminando al otro lado, aún intactos del ataque de su fuerza verdadera pero no de sus otros trucos.

—No van a vencerme —Sus palabras no fueron elevadas, fueron peligrosamente serenas. —Al menos no con simples ataques.




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