El Inmortal

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Los pájaros cantan, las nubes se alzan y el sol se levanta, el hombre que habita esas desoladas montañas ya estaba listo para emprender un día más, aunque en el fondo quisiera que fuera un día menos... "Es lo que hay" se repite día tras día mientras mira las horas pasar en su oxidado reloj de bolsillo que robo alguna vez a mediados del siglo XV... 

Se levanto de su abollada cama y luego fue a verse en el espejo, su cabello estaba tan desaliñado como siempre, igual que su larga barba, pero para ese entonces su apariencia es lo que menos le importa, aun así no pudo evitar pensar en que diría su maestro al verlo con esas fachas, tampoco el soltar una pequeña risa finalizada por un suspiro de desesperación.

Luego de lavarse la cara y ponerse sus harapos sin siquiera reparar en la gran cicatriz que permanece en su pecho, agarro su azada y la poso en su hombro para comenzar con el trabajo, le gusta comenzar temprano, a la misma hora del "Señor Sol". Para su suerte, no esta solo, al menos no del todo.

—Ohhhh— exclamo mientras se agachaba para acariciar a su gato, el cual ronroneaba placenteramente —¿Qué tal amaneces, Kinthy?— pregunto el abatido hombre hacia la criatura mientras permanecía quieto, como si estuviera esperando una respuesta —¿Bien?— esta vez alzo su cabeza hacia al cielo, divisando las nubes y el amarillo resplandor del Sol que azotaba sus ojos color carmesí, pero no se inmutó en lo absoluto, estaba tan acostumbrado al dolor que al final comprendió que es todo lo que tiene —Bien— reitero mientras retomaba el paso junto a Kinthy hacia los altos maizales que se veían a unos metros de su posición.

Han pasado 3 años desde que el hombre tiene cualquier tipo de contacto con otra persona, ya no puede andar por ahí como si nada, mucho menos con las nuevas tecnologías, lo detectarían fácilmente, no tiene del todo claro si los de afuera aún le siguen el rastro, aunque también es consciente de que no puede permanecer oculto por siempre... Pero en realidad, no necesita nada mas que un techo donde dormir, (Las cuevas no le resultaron del todo bien), ni siquiera debe preocuparse por la comida, aun así lo hace frecuentemente, por eso escogió una acogible granja, para ser autosuficiente es su pequeño pedazo de mundo, además, odia la sensación del hambre, en casos extremos es casi como una apuñalada en el vientre.

Aunque aún no esta del todo alejado del mundo moderno, guarda un teléfono inteligente bajo su almohada para poder estar al tanto de algún suceso que merezca de su atención, por ejemplo hace unos meses salió un artículo en la India, que mostraba evidencias de un gran hombre al cual le acreditan como culpable de más de doce mil muertes, "Y lo más preocupante es que probablemente siga entre nosotros" decía la revista, por suerte, la tacharon de conspiranoica, pues no tenía pruebas que pudieran considerarse reales, solo se conoce una foto de él, un hombre con unos marcados ojos color carmesí intentado ocultarse bajo una capucha en plena luz del día, en ese momento peco de inocente al creer que no iba a llamar la atención.

Desde ese entonces comprendió que el mundo había cambiado, mejor dicho evolucionado, así pasa en cada milenio, tenía que adaptarse a los cambios, a las nuevas costumbres, aprender nuevos conocimientos, tanto así que casi parece una enciclopedia andante.

Azadazo tras azadazo, cada uno trayéndole recuerdos de su extenso pasado, y allí estaba el, corriendo por los gigantes campos de Europa en el auge de la Segunda Guerra Mundial, con una katana en mano y una máscara antigás en su rostro mientras las gotas de la lluvia cubrían su manto de visión, avanzaba degollando cuantos nazis se cruzaran en su camino, era temido hasta por sus propios compañeros de batalla, lo llamaban "Miguel", porque creían que era la reencarnación del poderoso arcángel que gobernaba los ejércitos de Dios, él solamente podía reírse de esa absurda idea. 

Las balas lo atravesaban pero no conseguían nada, las heridas que hubieran sido mortales para cualquier otro, sanaban en cuestión de segundos, dejando atónitos a sus rivales, aunque eso no quita el insoportable dolor de cada fragmento de metralla desgarrando su piel, todos lo miraban como a un monstruo y ciertamente, él se sentía como tal, pero si no fuera por ese monstruo, seguramente hubieran perdido la guerra contra Hitler, y hubiera sido un futuro que ni él mismo quiere imaginar.

Después de tres horas de lucha continúa, los Americanos salieron victoriosos y todos comenzaron a exclamar gritos de alegría y gloría sobre los cadáveres de sus rivales... Él quería unirse y festejar el triunfo que en gran parte se debe a su participación, pero no podía hacerlo, su misión es trabajar en el silencio, en las sombras... Tenía que desaparecer antes de que se dieran cuenta de que aún seguía allí, así que aprovecho la emoción del momento y les dio la espalda para emprender camino hacia una nueva aventura, así ocurría siempre, hacia de las suyas en las guerras y eventos importantes para después marcharse con las manos sucias, ciertamente hay cosas que nadie merece ver.

—¿Enserio creen que si existiera ese tal Dios estaría pasando esto?— pensaba el hombre en voz alta mientras miraba el campo de batalla manchado por la sangre de miles de soldados que dieron su vida para defender ciegamente su bandera.

Solo uno de los americanos volteo para verlo, solo uno de ellos se percató de que alguien estaba controlando los resultados de las batallas y conflictos de la humanidad,  observaba curiosamente como se alejaba entre la lluvia, se veía abatido y cansado, cansado de todo y de todos...

El soldado tiró su rifle y su casco al suelo, se irguió como nunca antes lo había hecho, puso su palma en su cien y un par de lágrimas involuntarias corrieron por sus sucias mejillas, el resto del pelotón al ver su gesto de agradecimiento decidieron imitarlo, el estruendo de los cascos cayendo al suelo hizo que el hombre volteara la mirada, no hicieron falta palabras para expresar la gratitud y arrepentimiento que sentían, el hombre se quedo parado, también se quitó su máscara y la dejo caer perezosamente, volteó su cabeza por un momento para dedicarles una mirada y al verlos, no pudo evitar esbozar una sonrisa, una sonrisa que no se veía hace siglos, una sonrisa que marcaba el inicio de una nueva era.




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