El Inmortal

8

Después de esa noche, William le prometió que lo cuidaría hasta que el mundo vea el fin de sus días, por lo que no volvió a pasar frio, hambre o cualquiera de sus dificultades que alguna vez experimento en el pasado... El padre William le acogió como un discípulo mas, teniendo en cuenta su condición especial, por lo que le pidió que fuera lo mas discreto posible y que no se quitara la capucha por ninguna circunstancia.

Los sutiles golpes en la puerta le despertaron de nuevo, era William llamándole para que fuera directo al comedor para comenzar bien el día y cuando se levanto, no recordó una noche en la cual haya dormido tan bien.

—¡Es delicioso!— exclamo el chico una vez estuvo en el comedor, revolcándose sobre el inmenso manjar que estaba sobre la alargada mesa, en donde permanecen todos los miembros del culto que le miraban con un toque de desprecio al ver que comenzó a comer sin que el padre William haya dado el permiso, pero el canoso viejo solo pudo observo el acto con una empática sonrisa que paso a una expresión severa pero a su vez serena.

El chico entendió y se recompuso en su asiento. Los murmullos recorrieron todo el comedor hasta que el padre se levanto de su silla, indicando que la cena estaba a punto de comenzar.

 —No saben lo mucho que me alegra verlos a todos aquí reunidos— comenzó el padre —También me gustaría presentarles a nuestro nuevo hermano, Tobías— todos cambiaron su foco hacia el chico, que estaba igual de confundido que ellos al escuchar aquel nombre, pero cuando su mirada se poso de nuevo sobre el padre, este le guiño el ojo, transmitiéndole tranquilidad.

—Hola— dijo Tobías con sequedad —Es un placer— todos le seguían mirando, algunos discípulos confundidos y otros con el mismo desprecio de antes, no les culpaba, el también se sentiría extrañado si un completo desconocido con las ropas sucias llegara a su hogar y se instalara como si nada, también le juzgaría...

—¡Provecho!— exclamo el padre al notar la tensión del ambiente, pero al pronunciar esas palabras, los presentes no tardaron en comenzar a beber de sus copas de oro y a masticar sus pasteles.

Seguía sin entender como alguien como William pudo rescatarlo de aquel abismo, ya que claramente su templo parece uno de los mas concurridos y adorados, por lo que el apoyo del rey era casi inmediato cuando se trataba del opio del pueblo.

Ha ellos les conviene ver a las personas sumisas.

Ahora el padre William se dispuso a indicarle con gestos la forma de agarrar el pan y las frutas, de forma que no tenga que atragantarse con ellas. Realizo los mismos movimientos y al ver la aprobación del padre solo pudo hincharse de orgullo por sus actos.

—¿De donde salió este joven?— preguntó Edward, el mismo que se encontraba rezando delante las velas, mejor conocido como la mano derecha del padre William, siendo su discípulo mas fiel y condecorado, ya que será el que ocupe el puesto del padre William cuando llegue el momento —Luce... Extraño— no dejaba de mirarle con unos ojos de desconfianza y recelo, consciente de que algo escondía bajo esa sucia capucha.

—Tranquilo Edward— respondió William, leyendo fácilmente los sentimientos de aquel extrañado sacerdote —¿Estas olvidando las enseñanzas de nuestro señor?— tenia el mismo tono sereno e imperturbable de siempre.

—No... Solo que...— realmente no podía replicar contra las palabras de William, nadie podía hacerlo —Perdóneme usted— dijo al fin con cabizbaja.

—No te preocupes, hermano mío. No es momento para lamentos, disfruta del banquete. 

Al ver a todos sus hermanos presentes en aquella mesa, solo pudo sentir paz en su interior, pero también había algo que le decía que el destino de aquel chico no seria el mejor, y aun así, no se rendiría hasta que le muestre la belleza que hay en el cemento.

El banquete terminó poco después y algunos monjes se dirigieron a sus respectivas habitaciones, otros comenzaron a rezar, los mas eruditos se repartieron por todo el templo mientras compartían charlas e ideas distintas y por parte de Tobías, simplemente comenzó a caminar por los extensos pasillos, que eran tan largos como los de aquel castillo del cual se escapo hace unos días. Además, también tenia una cantidad considerable de cuadros y figuras religiosas por las paredes.

Al final del pasillo se encontró con una puerta que permanecía entreabierta, y como no tenia nada mejor que hacer, decidió entrar por mera curiosidad y se encontró una biblioteca gigante, cuyas estanterías le intimidaron con su tamaño.

Se acerco a una pequeña mesa que estaba en el centro, en donde habían varios ejemplares de la época, cuyos títulos no pudo reconocer, culpa de su analfabetismo...

—Increíble, ¿Verdad?— dijo el padre William a sus espaldas, acercándose lentamente.

—Si...— el padre podía ver en la mirada del chico que no lograba entender lo que decía la portada —Son libros, ¿Cierto?

—En efecto, son nuestra mayor fuente de información y sabiduría— explico el padre —Ven, te enseñare.

Ambos se sentaron en sus respectivos asientos y el padre William comenzó a explicarle las vocales y sus sonidos. Tobías los repetía y comenzó ha aprender mas rápido de lo que William esperaba, por lo que prosiguieron con el abecedario.

—L... A— comenzó Tobías a leer el titulo de un libro con un grosor considerable —Odi... ¿Sea?— se sentía ridículo, pero debía hacer el intento.

—Muy bien para ser tu primera vez— aquella frase la escucharía infinitas veces en el futuro —Ahora sigamos practicando— el chico seguía sin entender aquella calurosa sensación que le producía la sonrisa de William. 

Mientras tanto, Edward escuchaba la conversación desde la puerta y sus sospechas cada vez se hacían mas tangibles en su mente...

—Ese maldito...— dijo el rubio con prepotencia al aire.

William y Tobías aun seguían dentro de la biblioteca, el proceso y evolución del chico le pareció impresionante al padre, tiene una habilidad de aprendizaje increíble.




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