El Inmortal

15

Ahora no está ni en su sala, ni en su habitación, ahora está en su realidad, la que controla aquella mujer que lo atormenta cada que quiere. Le es inconfundible ese vacío en el que se encuentra suspendido una vez más.

—¿Qué ha sido todo eso?— preguntó la voz de un niño pequeño por todo el espacio. El sonido viene de todas partes.

—No de nuevo— respondió él luego de un largo suspiro, ya ni siquiera siente enojo, ahora es más como cansancio o aburrimiento, solo que ya está tan acostumbrado a ambos que ni lo nota.

—Oh vamos, no puedes negar que soy una buena compañía— el niño se materializó a unos metros de su posición, lleva una chupeta en su boca y viste una ropa colegial junto a una mochila —Pero ahora necesito saber que ha pasado allí, ¿Por qué no mataste a la chica sin más?— escuchar esas palabras salir de la boca de un infante se le hizo un poco extraño, pero también es consiente de que es otro más de los jueguitos de la misteriosa mujer del otro día.

—No lo sé... Pero supongo que tú si la sabes, ¿No?

—Obviamente lo sé tontito, he estado en este basurero más tiempo de lo que crees— el niño saco la chupeta de su boca y se acercó hacia él dando pequeños saltitos hasta quedar cara a cara, pudiendo sentir la respiración del contrario —Pero como me gusta verte sufrir, dejaré que lo descubras por tu propia cuenta— puso una sonrisa tan sádica en su rostro que un escalofrío recorrió todo el cuerpo del hombre de los ojos escarlata —Sentirás un dolor inimaginable, uno mayor a cualquier arma que haya atravesado tu piel, y ya sabes que tienes que hacer para acabar con él.

Lo último que escuchó fueron las risas del niño para luego volver a la realidad, abriendo sus ojos de golpe y tomando una bocanada de aire con desesperación, sintiéndose ridículo al instante, no es como si se fuera a morir...

—Mierda, mierda, mierda— comenzó a repetir mientras camina por toda la sala con sus manos en su cabeza. No sabia que hacer, nunca había tenido un testigo tan potencialmente peligroso, pues al ser una periodista, probablemente su historia este plasmada en primera plana el día siguiente, pero él sabe que eso no pasará.

Conoce demasiado bien a los humanos como para saber que la especie, en su gran mayoría, busca el beneficio propio, y esa característica la pudo ver claramente en Helena, quien parecía tener las agallas para pasar sobre cualquiera que se interponga en su camino con tal de lograr su objetivo.

—Ella volverá— dijo al aire con tono reflexivo, ahora mas tranquilo. Sabe que la mejor opción ahora mismo es irse tan pronto como pueda, borrón y cuenta nueva como ha hecho ya tantas veces a lo largo de la historia, pero está vez es diferente y le fastidia no entender el porque, más aún por las palabras tan alentadoras que le dió su conciencia momentos atrás.

La quiere de vuelta...

No tardó en quitarse sus sucias prendas hasta quedar completamente desnudo frente al espejo del baño, pudiendo notar las consecuencias de no ir a un buen peluquero desde hace un buen tiempo, pero por suerte siempre trae consigo una cuchilla para controlar su cabello, el problema es que la tiene desde el año 1986 y ahora tiene un aspecto oxidado, aunque claro, tampoco es que le importe mucho.

Agarro la cuchilla del lavamanos y empezó a cortar con sumo cuidado su barba, iniciando por sus patillas, llegándose a cortar un poco, pero las pequeñas cortadas se van tan rápido como vinieron... Y en menos de un minuto, ya esta como nuevo. No es lo mejor, pero para él es más que suficiente.

No tardó en meterse a la ducha, ella siempre le ayuda a despejarse gracias a sus frías aguas, y ahora las necesita más que nunca... Solo puede pensar en Helena y en otra docena de preguntas sin respuesta.

Se toqueteo las costillas, justo en el lugar en que Helena lo atravesó con la espada de Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo... En ese entonces estaba de lado de los alemanes, con quienes peleó hasta final y a pesar de no darle muerte al famoso y astuto general, pudo robar su espada, y hasta ahora la ha conservado muy bien como una reliquia, pero más como un recuerdo... Siempre que ve algún objeto en su sala siente como este lo transporta al pasado, cuando era solo un joven revolucionario que pensaba que estaba haciendo lo correcto, pero al fin y al cabo son vidas a cambio de otras, afortunadamente ahora entiende las absurdas que son las guerras... Peones que ni siquiera saben porque están luchando.

También tiene que admitir que extraña esos tiempos en los que se sentía lleno de valor, decapitando y asesinando a sus enemigos, la adrenalina que corría por sus venas no tiene ningún precio... Y ahora es un simple ermitaño que solo tiene que preocuparse por no dejar morir sus maizales, pues al parecer el mundo ya encontró la paz por la que tanto luchaba, aunque no deja de sentir ese sentimiento de desprecio por su raza, por si mismo.

—Dinero, poder, talento, inteligencia— cerró la ducha y salió del baño sin molestarse en cubrir su cuerpo —Una lucha constante por superar al otro sin importar el precio— se adentro a la cocina y en la esquina de una de las repisas pudo ver una botella de vino. No dudo ni un segundo en agarrarla y descorcharla con sus propios dientes —Si que somos ridículos...— y justo cuando iba a tomar un sorbo de la botella, sintió algo rozando su pierna y cuando bajo la mirada, pudo notar a Kinthy ronroneando con gusto —¿No es cierto, pequeña?— se agachó para acariciar su lisa melena. Al fin y al cabo es la única criatura en la que confía, y no cambiaría su compañía por nada del mundo.

Sin beber de la botella aún, salió de la casa para ir a dar con el porche, se sentó en una silla y comenzó a mecerse sobre ella. El día no parece mejorar, ya está anocheciendo y la lluvia sigue atormentando toda la ciudad, y es algo que él agradece, pues le encanta la madre naturaleza y los cientos de dones que tiene para ofrecer, y como siempre, nosotros mismos los desperdiciamos...




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