—¿Cómo que no hay rastro del auto?— preguntó Zack con el teléfono en su mano. Está vez no intentó calmar su tono, estaba realmente preocupado y lo demostraba en sus palabras —No quiero tus disculpas, ¡Quiero que la sigan buscando, para algo les pagó!— pocas veces llegaba a enojarse de esa forma.
Colgó el teléfono y lo tiró sobre el mueble de su oficina. No dejaba de dar vueltas por el lugar con las manos en su cabeza. Estaba desesperado, como nunca antes lo había estado, se dirigía a servirse un vaso de whisky y alguien irrumpió en la oficina.
—Vete— exclamó Zack sin molestarse en ver de quién se trataba —Como podrás comprobar, no estoy de humor para lidiar con alguien.
—Creo que se dónde está Helena.
Zack se volvió de inmediato y se encontró con la figura de Kara, quien estaba totalmente convencida de que se encontraba en el lugar en donde vivía aquel extraño hombre.
—¿Puedo continuar con las preguntas?— cuestionó Helena mientras caminaba codo a codo junto a el hombre de los ojos escarlata.
—Claro, de igual forma no tardaremos mucho tiempo en llegar al lugar.
—Muy bien, ¿Cuántos idiomas hablas?
—Demasiados, la mayoría son lenguas muertas así que no tengo con quien hablarlas, pero también conozco a la perfección las lenguas actuales.
Helena se quedó callada unos segundos, reflexionando sobre la respuesta y formulando otra pregunta.
—¿Nunca se te pasó por la cabeza escribir un libro o algo por el estilo? Todo lo que me estás diciendo es demasiado... Importante.
—Nunca lo pensé, pero aunque lo hubiera hecho, las personas de este tiempo no creerían una sola palabra. Son demasiado inocentes e ignorantes, solo se fijan en una cara de la moneda— explicó él mientras seguía guiando a Helena por un sendero casi selvático y húmedo —Incluso algunos creen que el planeta se extinguirá con nosotros...
—Pero es una realidad, lo estamos matando.
—Si, lamentablemente lo hacemos, pero es bastante estúpido pensar que el se irá con nosotros. El planeta ha sobrevivido por millones de años a diferentes catástrofes, pero siempre renace, de un modo u otro.
—Viendolo de esa forma, creo que...— Helena se detuvo al escuchar algo —¿Que es eso?
—Ya llegamos.
Él dió dos pasos hacia la vegetación y apartó algunos arbustos con su mano derecha para desvelar el paisaje más hermoso que Helena haya visto jamás.
Una caída de agua gigantesca y completamente natural se imponía frente a sus ojos. El agua lucía un color transparente, dejando ver unas piedras de diversos colores en el fondo. El sonido que producía el agua era melodioso, Helena solo pudo sentir como era transportada a otro mundo, totalmente hipnotizada.
—Esto es, esto...
—Hermoso, lo sé— completó él, admirando el agua caer —Hasta donde tengo conocimiento, nadie más conoce este lugar, por eso el agua baja tan limpia. Digo, no es como que tenga muchos vecinos así que...
—Me encanta— Helena comenzó a quitarse la ropa y sus zapatos de la nada hasta quedar en ropa interior, cogiendo por sorpresa al hombre de los ojos escarlata.
—¿Q-Que haces?— exclamó él, apartando la vista con un leve sonrojo en su rostro. Era la primera vez que Helena le escuchaba titubear, al menos por un segundo.
—Pienso bañarme, sería un pecado no hacerlo— Helena se metió lentamente en el agua hasta que le llegó a la cintura —Y tu deberías hacer lo mismo— dijo mirando su ropa y manos manchadas de sangre.
—Buen punto.
También comenzó a quitarse sus prendas hasta quedar en las mismas condiciones que Helena y luego se sumergió en el agua tras ella. Afortunadamente la cicatriz de su pecho quedó oculta bajo el agua, no quería más preguntas innecesarias...
Él tenía un cuerpo musculado y grande, cada músculo perfectamente moldeado por los siglos de lucha, y por parte de Helena, un cuerpo delgado con cicatrices y estrías por todo el cuerpo. Ni ella misma sabía de dónde había sacado tanta confianza para desnudarse de esa forma frente a él.
Ambos se quedaron callados por unos minutos, pero no fue incómodo en lo absoluto, era como si estuvieran apreciando el lugar, cada uno en su propio ritual.
—Por cierto— exclamó el hombre de los ojos escarlata, rompiendo el silencio y mirando a Helena fijamente —¿Que pasó allá? Cuando entraste en estado de shock. Pensé que eras más dura, lo suficiente como para presenciar tal escena sin parpadear.
—¿Ahora eres tú quien hace las preguntas?— respondió Helena alzando sus cejas.
—Si no quieres no me lo digas, solo me pareció extraño.
—Es por mi hermano...— confesó Helena desviando su mirada hacia el agua —Lo asesinaron en el patio de mi antiguo hogar, estaba relacionado con personas... Peligrosas.
Eso fue lo único que dijo, se veía en su rostro que no le agradaba en lo absoluto hablar sobre ese tema, y él lo entendió perfectamente, de hecho no había nadie que lo entendiera mejor que él.
—Tobías— dijo Helena de repente, volviendo a clavar su mirada en aquellos ojos fantásticos.
—¿Tobías?— en ese instante recordó a William. Era toda una casualidad.
—¿De ahora en adelante puedo dirigirme hacia ti como Tobías? La verdad dudo que este sea nuestro último encuentro...
—Puedes hacerlo, Helena— dijo Tobías, esbozando una sonrisa, la primera que le permitió ver a Helena —Y espero que no lo sea.
—Perfecto, Tobías— ella correspondió su sonrisa con timidez y luego se sumergió en el agua.
Cuando se agotó su respiración, volvió a emerger desde las profundidades, quedando a un palmo de distancia del rostro de Tobías, quien la escrutaba con la mirada de quién admira una obra de arte, pero ella no podía ser comparada con algo tan simple como eso. Helena por su parte se perdió en esa mirada escarlata una vez más.
Seguía sin poder explicar lo que sentía por ella, era un sentimiento que jamás había tenido lugar en su conciencia con ninguna de las tantas mujeres con las que ha estado, y el no saber cómo tratar con él le trajo un mal presentimiento, y aún así, tuvo el valor suficiente como para rodear a Helena entre sus brazos y besar con firmeza sus labios... Helena también sucumbió. Puso sus manos en el rostro de Tobías y lo acaricio como la seda sin dejar de mover sus labios en ningún momento.