Despertó sin sobresalto.
Ni sudor, ni lágrimas, ni esa punzada en el pecho que solía marcarle la frontera entre estar viva y estar de regreso.
Solo un hueco tibio, como si algo la hubiera rozado por dentro, dejándole una pregunta que no sabía cómo formular.
Había sol en su cuarto, pero no de ese que calienta. Era una luz pálida, como si el día se hubiera arrepentido de salir completo
.
Alma se sentó en la cama. No pensó en nada. Solo se quedó mirando sus manos, que temblaban muy poco… pero temblaban.
A un lado de la almohada, como si alguien lo hubiera dejado al despedirse, había un sobre blanco. Sin nombre. Sin dirección. Sin sello.
Lo abrió con el cuidado de quien desarma una memoria.
Dentro había una hoja amarillenta con una sola frase escrita a mano:
“Lo que no decís también pesa.”
Nada más.
No había firma. No había contexto. Pero esas palabras se le pegaron al pecho como si alguien le hubiera apoyado una mano en medio del alma.
Se levantó. Caminó por la casa como quien busca algo que no sabe qué es.
Cada rincón parecía distinto, no por haber cambiado, sino porque ahora ella lo miraba con una distancia nueva.
Era su casa, sí. Pero también era una especie de museo del silencio.
Objetos que nadie usaba. Sillas que no crujían. Libros con marcas en páginas que ya no dolían.
Fue a la cocina. Sirvió café. Pero no lo tomó. Lo dejó ahí, en la taza de siempre, como si esperara que otro lo bebiera primero.
Se sentó y empezó a escribir. No una respuesta, no una carta. Solo escribió. Como si soltar palabras pudiera volver más liviana esa frase que le habían dejado como una sombra.
“A veces callo porque tengo miedo de que si hablo, todo lo que amo se rompa.
O tal vez porque sé que, al decirlo, no podré desdecirme.
Pero hay noches en las que me pesa más el silencio que el dolor de lo que podría pasar si hablara.
No sé si alguien va a leer esto. No sé si hay un alguien, siquiera.
Pero si volvés… dejame hablar.”
Cerró la libreta. La dejó sobre la mesa. No firmó. No puso fecha.
Esa noche volvió a dormirse sin luchar.
Y el sueño no fue un abismo.
Fue un umbral.