El Insomnio De Los Que Ya No Esperan

Capitulo 12: El lugar donde todo espera

Alma empezó a notarlo después de Julio. No fue una revelación inmediata, sino una sensación que se repetía cada vez con más claridad.

No era casual que aparecieran esas personas.
No era solo su mente buscándolos.
Era algo que la llamaba desde ellos.

Esa noche soñó con una señora que no conocía. Tenía el cabello blanco recogido con cuidado, y sostenía un pañuelo que no dejaba de doblar entre los dedos.

—¿Dónde está mi hijo? —preguntó sin mirarla—. Tenía que llegar antes del almuerzo. Siempre llega.

Alma no sabía qué responder.

—A veces se tarda —dijo, más por intuición que por certeza.

La mujer asintió como si esa fuera la respuesta que necesitaba. Y luego, lentamente, se desvaneció.

La noche siguiente, vio a un hombre sentado en una parada de autobús. Sostenía una mochila y miraba su reloj con ansiedad.

—Me dijeron que aquí pasaba el 23 —dijo—. No quiero que me dejen otra vez.

Tampoco supo qué decirle. Solo se sentó a su lado. Esperaron juntos. El bus nunca llegó, pero el hombre pareció calmarse.

Y así, uno tras otro.

Personas que no parecían saber que estaban muertas.
Personas con la mirada vacía, como si esperaran algo que no terminó de pasar.
Personas como ella, solo que en otro borde del mismo silencio.

Entonces lo entendió: no soñaba con los muertos, sino con los que no sabían cómo irse.

No eran fantasmas. Eran recuerdos atrapados. Dolencias sin entierro.
Fragmentos de historias detenidas en una despedida inconclusa.

Y ella...

Ella era la que los escuchaba.
La que estaba en el umbral.
La que por alguna razón, podía estar donde todo espera, y decir lo que nadie más decía: “ya podés irte”.

No era un don. No era una maldición.

Era simplemente lo que le había tocado.

Y por primera vez desde que el insomnio empezó a devorarle la vida, Alma no se sintió sola.

Se sintió parte de algo.
Una frontera, sí. Pero también un puente.




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