El Insomnio De Los Que Ya No Esperan

Capitulo 14: "La última luz"

Esta vez, el sueño la llevó a un cuarto que conocía bien.

Las paredes eran color crema. La ventana tenía cortinas de flores pequeñas. En la repisa, una vela encendida.

Era el cuarto de su infancia.
Y su madre estaba ahí.
Sentada en la cama, doblando ropa con una paz que dolía.

Alma no dijo nada. No se atrevió.

Pero su madre la miró y sonrió. Como si la estuviera esperando desde siempre.

—Tardaste —dijo con voz tranquila.

—Tuve miedo —respondió Alma, bajando la mirada.

Su madre asintió, como quien ya lo sabía. Terminó de doblar una blusa y la dejó sobre el regazo.

—¿Seguís soñando con los muertos?

—No sé si son sueños —confesó—. A veces creo que soy yo la que se está yendo.

—No, hija —dijo ella con dulzura—. Vos estás aprendiendo a quedarte.

Alma no entendió del todo, pero sintió que esa frase era cierta.
Como si el duelo no fuera un irse… sino un permanecer sin romperse.

—Te extraño —dijo de pronto. Y en esa frase cabía todo: el insomnio, el silencio, los años, los domingos vacíos, las veces que no supo qué hacer con su tristeza.

Su madre se levantó y la abrazó.

Y en ese abrazo no había fantasmas. No había muerte.
Solo un instante donde el tiempo se hizo blando, y el amor volvió a ser posible.

—Vas a estar bien —le susurró al oído—. Y cuando ya no me busqués, sabré que me llevás adentro.

Alma cerró los ojos.
Y el mundo se detuvo por un segundo.
No de dolor, sino de paz.

Cuando despertó, era de madrugada.
La vela seguía encendida en su memoria.
Y por primera vez, la ausencia de su madre no dolía.
Solo acompañaba.




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