El beso fue un campo de batalla. Un asalto de labios, café e ira que no lograba ocultar el eco familiar de una intimidad que ambos creían muerta. Cuando Damián se separó, dejando el sabor de su respiración entrecortada en la boca de Lucía, el presente en la oficina se quebró. Y a través de la grieta, irrumpió, imparable, la memoria.
La escena se superpuso a esta, nítida y cruel.
Dos años atrás. Fiesta de Navidad de la familia Valdés.
Valeria, con una copa de champán en la mano, arrastró a Lucía a través de la multitud elegante.
—¡Lucía,te presento a mi hermano!
La voz de Valeria resonó en su mente, tan clara como el primer día. El flashback la arrastró al instante exacto, reproduciendo cada palabra con fidelidad punzante:
«Lucía, te presento a mi hermano», había dicho Valeria, empujándola hacia Damián en una fiesta familiar.
Él la había mirado como si fuera un error de imprenta.
—¿Tú eres la que quiere entrar en mi empresa? —preguntó, escéptico.
—Solo si el puesto es para alguien competente —respondió ella, desafiante.
Damián no sonrió. Pero tampoco la rechazó.
Esa fue la fachada. La mentira que ambos acordaron tácitamente para Valeria. Pero más tarde, lejos de las miradas de su hermana, la verdad floreció en la intimidad de un rincón tranquilo. La conversación fluyé, y él ya no era el escéptico heredero, sino un hombre que le confesaba, entre sorbos de coñac, su frustración por estar atrapado en los designios familiares y su amor secreto por la arquitectura. Ella le habló de su madre costurera, de sus sueños hechos realidad a base de becas y esfuerzo. Fue la conversación más honesta de su vida.
Esa noche, cuando Lucía se iba, él le deslizó un papel en la mano.
"Mi número. Por si decides que la candidata 'competente' y el 'jefe escéptico' pueden tener una conversación sin intermediarios." - D.R.
Así empezó lo prohibido.
Citas furtivas en librerías olvidadas del Raval. Cenas en pequeños bares donde nadie los reconocía. Noches enteras en su apartamento del Barrio Gótico, un caos acogedor de libros y planos, lejos del mundo de Vanguard Media. Fue un refugio construido a escondidas.
—Nadie puede saberlo —le susurró él una noche, enterrando su rostro en su cabello—. Mi familia... Valeria... Convertirían esto en algo que no es. Quiero que esto sea solo nuestro. Un tesoro escondido.
Ella asintió, enamorada del hombre vulnerable que solo existía para ella, convencida de que el Damián público era solo una armadura.
Durante seis meses, fue perfecto. Hasta que las grietas aparecieron. Llegadas tarde. Miradas evasivas. El peso de una sombra que él no nombraba comenzó a sepultar la luz de su burbuja.
La última noche en su apartamento, la tensión era un muro entre ellos.
—¿Qué está pasando,Damián? —preguntó ella, viendo cómo evitaba sus ojos—. ¿Hay alguien más?
Él se volvió,y en sus ojos ella vio un torbellino de agonía, una batalla perdida. Pero se apagó al instante, reemplazado por una frialdad que le heló la sangre.
—Esto ha sido...un error, Lucía. Los errores, a veces, hay que corregirlos.
"Error". La palabra la desgarró. Ella, la chica que luchó por todo, había sido solo un equívoco en la vida del heredero. La humillación fue un ácido que quemó todas las palabras que tenía para él.
—Eres la peor clase de cobarde —logró decir, recogiendo sus cosas con dedos entumecidos—. El que usa la verdad a medias para no mancharse las manos.
Él no se defendió. Permaneció de espaldas, rígido, mientras ella cruzaba la puerta por última vez, el sonido del cerrojo siendo el punto final de su mundo secreto.
Nunca le dijo a Valeria la verdad. Solo murmuró algo sobre "incompatibilidades" por las que no podríantrabajar juntos. Su amiga, creyendo entender el "carácter imposible" de su hermano, juró no volver a mencionarlo. Un pacto que rompió dos años después, desesperada por conseguirle a Lucía el trabajo que necesitaba.
El flashback se desvaneció. Lucía volvió a la oficina, con la espalda contra la pared y los labios ardientes. Damián estaba a solo centímetros, y en sus ojos ya no había ira, sino el eco de aquel dolor que ella creyó imaginarse.
—Señor Rojas,línea uno. Es urgente. —La voz de la recepcionista era un cable que los volvía a tirar a la realidad.
Damián cerró los ojos por un segundo. Cuando los abrió, el muro estaba de nuevo en su lugar.
—Vuelve a tu puesto,Montero. Los informes de Luxury Cosmetics no se harán solos.
La despidió con un gesto brusco. Lucía salió, tambaleándose, con el corazón golpeándole las costillas llena de rabia y algo más que no quería admitir.