En el bosque pasada la noche una chica se autolesionaba con cada espina que arrancaba de la rosa, la espina era tan filosa que ella misma se sangraba y se cortaba cada vena dónde la marca era más profunda, ya ni siquiera veía la espina sólo la sentía encajada en su palma.
El chico sabía que ella gritaba para ser escuchada, así que él haría que se sintiera segura para que cada que la abrazara ella olvidara cada problema que la atormentaba, él pondría la curita encima de la herida.
Él intento ayudarla y la encerró en la jaula, quería protegerla de toda persona para que no saliera lastimada, pero lo que él no sabía era que no podía protegerla de ella misma.
Un día la chica que amaba se desangraba en sus brazos, él lloraba porque le lastimaba verla así. -No quiero que te hagas daño.
A la chica le costaba respirar. -No puedo evitarlo porque a veces sin esperarlo terminas cortando.
Dentro de la jaula ella se había cortado las venas para callar las voces dentro de su cabeza. -Bebé ya no duele....-Al final fuiste ese instante de tinta y sangre que duele porque pensé que duraría para siempre.
-Pensé que podría curarte. -Él quería salvarla y que nunca llegará a cortar cada vena que la mantenía con vida.
-Nadie puede. -La chica le sonrió, poco a poco sus ojos se cerraron y su cuerpo quedó entre sus brazos. El chico se sentía vacío porque una parte de él había muerto, él había escrito este libro para que cada cabo suelto del pasado no estuviera atado a cada momento marcado.